El día parece pintar mejor mientras transcurre; no obstante, de un momento a otro me siento perseguida por la soledad.
Observo las calles por donde pasa el auto, el viento y los rayos del sol me pegan en el rostro y no puedo evitar imaginarme saliendo con mi tipo ideal.
Mi mente es idealista, deseo que todo sea perfecto y, por supuesto, el tipo de hombre que quiero para mí debe de serlo. Se me ocurren unos cuantos, o más bien son aquellos que por años he deseado. El tipo de la secundaria vuelve a hacerse presente gracias a una conversación tenida ayer por la noche, pero su sola existencia no completa mis ideales; entonces lo mezclo con otros tantos sacados de textos románticos o de acciones que supongo me gustaría que tuvieran.
Así mi tipo se convierte en un hombre alto, no atlético o mamado, más bien delgado. Ojos caídos y oscuros que complementan una mirada desinteresada por el mundo, pero interesada en mí, que cada vez que me ve se ensombrece y brilla de amor y admiración. No cabe duda ni en su mirada de que me ama. Su personalidad, además de fría, es también cariñosa, hogareña, divertida y, de vez en cuando, pecaminosa.
No entraré en detalles lúgubres aún, pero aquel hombre imaginario es mi acompañante en los trayectos cortos y en los largos, en las noches cuando la soledad me las hace eternas y en los tiempos en que divago sin razón alguna.
Sé que algún día va a llegar mi tipo ideal, pero hasta entonces seguiré soñando con aquel careciente de nombre que me embriaga de esperanza y me recuerda que la soledad no es la única que puede acompañar a mi alma soñadora.
ESTÁS LEYENDO
DE PENSAMIENTOS Y OTRAS COSAS
AléatoireLos pensamientos y sensaciones de una mente extraviada, algunas veces cohibida, pero siempre intentando seguir adelante.