Capítulo 3

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Agotado pero feliz con todo lo que había conseguido realizar ese día, Gulf continuó tambaleándose por la cocina. Queriendo algo dulce para el postre, se fue a la nevera y abrió la puerta. La maldita cosa estaba casi a punto de reventar, ya que tenía demasiada comida en su interior.

Al notar la botella de crema espesa, Gulf tuvo una idea. Casi podía saborear la rica salsa de caramelo. Agarró la botella junto con la barra de mantequilla y las colocó en la mesada. Abriendo la despensa, movió cosas hasta que encontró lo que había estado buscando. El azúcar morena y la esencia de vainilla pronto se unieron a los otros ingredientes.

Una vez que lo tenía todo en la cacerola, la colocó en la estufa y encendió el gas. Le tomó más tiempo del habitual, pero finalmente, las llamas saltaron y estableció a fuego medio bajo, la futura salsa.

De regreso a la despensa, empezó a sacar todos los ingredientes necesarios para el pegajoso budín de dátiles del que ahora tenía antojo.

Una vez que todo estaba reunido en el mesón, fue de nuevo hacía su salsa, para darle una batida y se dio cuenta de que la mantequilla apenas se había derretido. Mirando la sartén, frunció el ceño cuando no vio una llama. Giró la perilla y escuchó como la chispa hacía clic, repetidamente, pero nada prendía.

—De ninguna manera, no puedes estar haciéndome esto hoy. No te dejaré —, gritó desesperadamente, mientras trataba con uno de las otras perillas. Sin embargo, no pasó nada.

Resopló, poniendo la cacerola en el mesón y se alejó de la estufa. —

¡Mew! —Gritó.

No tuvo que esperar mucho tiempo, a que su compañero entrara en la cocina.

—¿Qué te pasa, bebé? —Le preguntó.

—Arréglalo —, se quejó, señalando a la estufa.

—¿Qué hay de malo en ella? —Preguntó Mew, pareciendo perplejo.

—¿Qué piensas que está mal con ella? Está sin gas. ¿Cómo se supone que voy a hacer la cena de esta noche o el almuerzo de mañana, si no puedo cocinar? Necesito que esto esté arreglado ahora —. Gulf se detuvo, dándose cuenta de que se estaba enojando con su compañero sin motivo. No era culpa de Mew que el maldito gas decidiera agotarse cuando lo hizo. Gulf sonrió y se acercó a su compañero; corrió su dedo índice hacia abajo por el esternón musculoso. Gulf miró hacia arriba y aleteó sus pestañas a su compañero. — Guapo, guapo ¿por favor me ayudas? —Susurró, antes de levantarse sobre sus puntillas y apoyándose para besarlo.

Mew se derritió debajo de él y pronto Gulf se encontró doblado dentro de los fuertes brazos, mientras le devoraba la boca. Incluso después de los años que habían estado juntos, Gulf todavía reaccionaba a la caricia más leve de su compañero. Su polla se había endurecido en el simple contacto de los labios de Mew, contra los suyos y ahora estaba tenso por la liberación de sus pantalones de repente demasiado apretados.

Mew los retrocedió, hasta que llegaron a uno de los bancos de la cocina, antes de que las fuertes manos ahuecaran sus nalgas y lo levantaran. En un santiamén, Gulf se encontró sentado en el mostrador, mientras Mew trató desesperadamente de llegar a su polla.

—Quiero chuparte —, Mew dijo con voz áspera.

—Oh, infierno sí —, Gulf gimió cuando su pene finalmente saltó libre del material restrictivo.

Gulf amplió sus piernas, hasta donde él podría, considerando que sus pantalones aún estaban envueltos alrededor de ellas. Mew se lamió los labios, antes de inclinarse hacia abajo y depositar un beso en la punta de la polla de Gulf.

Una Navidad Muy   Suppasit (Libro 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora