Capítulo 3. Un afortunado incidente

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"Orihime era una princesa de excepcional belleza, hija de Tenkou, Rey del Cielo, que cada día tejía hermosas prendas junto a la orilla del Amanogawa (Vía Láctea). Las telas que confeccionaba eran el mayor orgullo de su padre y por eso, ella trabajaba constantemente en su obra. Pero un día, cuando bajaba al río, Orihime se cruzó con Hikoboshi, un joven y apuesto pastor de bueyes. El amor surgió rápidamente entre ambos y, aunque trataron de ocultarlo, pronto llegó a oído del padre de ella. Preocupado por la felicidad de su hija, el Rey del Cielo arregló el matrimonio entre Orihime e Hikoboshi.
Sin embargo, una vez casados, su amor ocupaba todo el tiempo de los amantes y ambos descuidaron sus tareas. Orihime ya no tejía telas para Tenkou e Hikoboshi permitía que sus vacas se desviaran por todo el Cielo. Enfadado, Tenkou convirtió a los enamorados en estrellas y los separó a través del Amanogawa, prohibiéndoles encontrarse de nuevo. Orihime se entristeció mucho por la pérdida de su esposo y le pidió desconsolada a su padre que se apiadara de ellos.

Finalmente, el Rey del Cielo se conmovió con las lágrimas de su hija y permitió que las dos se encontraran el séptimo día del séptimo mes, si trabajaba duro y terminaba de tejer. La primera vez que intentaron encontrarse, sin embargo, descubrieron que no podían cruzar el río porque no había puente. Orihime lloró tanto que apareció una bandada de urracas y prometieron hacer un puente con sus alas para poder ayudar a Hikoboshi a cruzar el río y reunirse con su amor. Así sucede cada año, una sola noche en la que Orihime e Hikoboshi son libres para amarse antes de volver a sus obligaciones."

Ares cogió el punto de libro, lo puso entre las páginas y cerró el libro. Se levantó, se abrochó la chaqueta que llevaba, cogió la mochila que había dejado en el suelo y se dirigió a la puerta más cercana para poder salir a la estación. Una vez salió, se dirigió a las escaleras para salir a la calle y así, continuar su ruta hasta la escuela.

Era viernes y por lo tanto, el último día de clase de esa semana. Ya casi se había acostumbrado a su horario, por lo que dormir algo menos de lo que dormía antes de que entrara a estudiar, ya no le molestaba mucho, lo peor era el primer y segundo día. En aquella semana había tenido muchas emociones y experiencias nuevas, con lo que sin darse cuenta ya casi había acabado su primera semana allí.
Al rato, se presentó en la puerta de la escuela y se decidió a entrar, pero justo antes de hacerlo, vio a Dust venir por el otro lado de la calle, así que decidió esperarle allí, para entrar juntos. Cuando llegó, se saludaron, los dos guardaron sus auriculares y entraron por las puertas grandes, para después subir hasta su clase. Una vez arriba, cuando entraron se encontraron únicamente a Lyra allí, aunque no les acabó de extrañar, era un poco temprano aún, así que decidieron esperar. En ese rato que estuvieron solos, Ares decidió presentar a Dust a Lyra, así que se fue a la mesa de Lyra y después de saludarla, llamó al chico.

- Mira Lyra, os presento oficialmente, este es Dust.- dijo Ares, dándole a Dustin unos toques en el hombro.
- Encantada, yo soy Lyra. ¿Perdona, pero has dicho Dust?
- Sí, mi nombre entero es Dustin, pero llámame como quieras, Dust es como la gente suele llamarme normalmente.- contestó el chico antes de que Ares lo dijera por él. Y los dos se estrecharon la mano.
Conforme pasaba el rato, los demás compañeros llegaron a la clase, y después de ellos, llegó Polo. Cuándo él entraba, sin que hiciera falta decir nada, todo el mundo, estuviera donde estuviera, se dirigía a su sitio para que él pudiese empezar a hablar. Así que, como cada día, Polo se sentó en su silla, preguntó por el estado de ánimo de sus alumnos y a continuación se dispuso a empezar la clase.
La clase estuvo entretenida, Polo estuvo hablando de los tipos de vídeos que hay, los géneros del cine, ponía ejemplos en el proyector; Ares prestó atención a todo aquello, apuntando en su libreta los rasgos principales de cada uno de los estilos que Polo decía, no para preparase un examen, porque allí no iban a tener, sinó porque le ayudaba a interiorizarlo, también le gustaba tener las cosas por escrito y así siempre tendría un sitio donde recurrir a esa información. Cada nuevo estilo que apuntava, Ares se preguntaba si aquel pegaba con él, si era mejor que el anterior, las ventajas y desventajas, todo un tipo de cosas que quizás los demás compañeros no pensaban, simplemente oían a Polo en su gran monólogo sobre el cine y sus variantes.

Algo rutinarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora