Capítulo uno: Conoce a Mérida Dunbroch

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Una pelirroja con muchos rizos se levantó de su cama. Todavía con sueño. La chica seguía en su pijama, que era una simple franela verde, y unas pantunflas del mismo color, que se coloco para caminar hasta la cocina. Rebusco en entre el refrigerador, no se sorprendió cuando encontro jitomate, mostaza y pan mohoso. Hizo una mueca por el desagradable olor, pero se negó a limpiarlo, en cambio, decidió ir a la máquina de golosinas que estaba en la esquina de la calle.

La chica se tomo la ducha más rápida del mundo, aunque tardo un poco más de rato en encontrar ropa decente, pues la mayoría estaba sucia. Sintiéndose obligada, antes de salir envío un WhatsApp a su madre, diciéndole que todo eataba bien.

Supongo que te preguntarás, ¿Quién es esta tipa? ¡Rayos! Hablamos de Mérida Dunbroch, que dejó su vida llena de lujos y grandes gastos, para seguir sus sueños. Mérida iba a ser obligada por sus padres a casarse con un personaje muy ilustre, según ellos. Pero eso no estaba en los planes de Mérida, por lo que no le importo mudarse, sin más que una poca cantidad de dinero ahorrada y hacer su prueba en una prestigiosa escuela. La respuesta todavía no había llegado aún. Mérida se gastaba todo en la cuota del apartamento(Junto con los gastos de agua, electricidad, y demás cosas, aunque no se permitia el telecable), por lo que para la comida se las tenía que arreglar con porquerías baratas.

Merida tomo la chaqueta y salió del pequeño apartamento, desde ahí veía la maquina, era de un color verde brillante, bastante bonito, a decir verdad, aunque ella prefería azul.

Al llegar junto a la máquina, Mérida rebusco es sus bolsillos, hasta sacar un dolar arrugado. Suspiró e insertó dolar. La chocolatina era la opción que más le convenía, puesto que la mantendría despierta y podía pagarsela. Ingreso el número de el postre que quería y observó como la chocolatina caía. Mérida lo tomo lentamente, y la abrió aún más lento. Apenas lo probó, sintió que el delicioso sabor a dulce la empalagaba. Mérida comenzó a caminar, tenía que hacer su servicio de niñera. Ese día cuidaría a Hamish, Hubert y Harris, los trillizos demonio, como ella solía llamarlos.

Caminó una cuadra, dos, estaba a punto de llegar a la tercera, donde se encontraba la casa de los niños, iba concentrada en su chocolatina, tratando de acabarla rápido, pues si no los niños se la quitarían, cuando sintió un golpe en la cabeza, cayó hacía atras, de una manera que en cualquier ángulo se veía dolorosa.

Mérida estaba a punto de gritar cosas no muy lindas a quien la había tirado.

- ¿Qué nunca te fijas? Pedazo de...

- ¡Ay! ¡Lo siento mucho!

- No basta con sentirlo, la próxima fíjate, idiota

-No tienes que exagerar, tampoco fue para tanto-Mérida levantó la vista, topandose con unos ojos verdes, que la miraban entre preocupados y molestos, la pelirroja le dedicó al chico una mirada enfurecida, haciendo que este se sonrojara un poco-Es decir... Solo, lo siento, y, sí, debo tener más cuidado

El chico castaño le extendió su mano, Mérida se negó a tomarla, y se levanto sola, fingiendo quitarse el polvo, si bien no había ni una mota en su ropa.

- No necesito tu ayuda, gracias por nada

- Pero que humor-dijo entre dientes-Soy Hiccup, ¿Y tú?

La pelirroja pasó de él, y siguió su caminó hacía la casa de los trillizos. No se sentía ni un poco mal por haber ignorado al chico, al contrario, se sintió bastante bien, una dicha un poco rara.

Mientras, el chico la miraba con el ceño fruncido, ¿Era difícil ser amable?

The big Four in Musical SchoolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora