La cálida luz del ocaso en el horizonte apenas le permite ver a las personas que caminan delante suyo. Son dos hombres, tomados de la mano, paseando en esa colina que desconoce. Sus voces son lejanas, irreconocibles. Ellos ríen, se acercan y se contemplan.
La luz del sol apunta a sus ojos, es imposible ver los rostros de esos hombres. Tampoco puede acercarse. Está retenido en su lugar limitado a apreciarlos a la distancia, resignado a vislumbrar su felicidad.
El cielo, la colina, las lejanas montañas, todo está teñido en un anaranjado atardecer donde las hojas secas del único árbol plantado comienzan a caer. En medio del paisaje los dos hombres a los que no puede alcanzar, se apegan. Reposan apoyados uno en el otro.
«Satoru»
Desde que tiene memoria, hay un sueño que lo ha visto crecer, que regresa de vez en vez para recordarle que no puede huir de él. Son las mismas dos personas —asegura él porque así lo cree—, demostrando un cariño empalagoso, meloso y dulzón... ¡Aburrido! Qué le importan a él esas personas.
Pero Satoru no es tonto, tampoco hace falta pensar mucho para saber que eso estaba lejos de ser un sueño común. Revivir incontables noches la misma escena, dándole espacio al sentimiento abrasador, que le quita el aliento al despertar ha dejado de ser "algo sin importancia" hace mucho tiempo.
Sin embargo, estos hombres con los que sueña han tenido su propio tiempo, tiempo que ya acabó, ya se desvaneció; y él ya no tiene ninguna responsabilidad con ellos. Por muy "bella" que se muestre la relación, él no está atado a eso. No ahora.
Ningún sueño puede mandar en él, Satoru hace lo que le apetece. Con esa idea en mente, vivió fiel solo a él mismo. Y así fue hasta que una piedra se metió en su zapato, imposible de ignorar su tosca presencia que le obligó a detenerse por un momento.
Fushiguro Toji es la persona que ha traído las desgracias a su vida, oh, tan perfecto que era hasta que ese viejo gorila vino impertinente a romper todo a su paso. El colmo fue oír su última petición, teniendo el descaro de pedirle velar por su hijo luego de su pelea a muerte.
Aunque Fushiguro nunca fue directo con sus palabras, no había otra razón para comentarlo más que pedir su ayuda. ¿Qué ayuda puedo brindarte a ti?, pensó al verlo desfallecer, ¿qué más da ese hijo tuyo?
Satoru olvidó las palabras de Fushiguro.
Al final de ese día envuelto en caos y muerte, de desconcierto y adrenalina; con el olor metálico impregnado a él, el olor ya conocido y que aún así esta vez no soporta, está devuelta en su cuarto. Ni el agua de la ducha ha sido capaz de traerle paz o sosiego. Su cabeza sigue en trance. Sus ojos que se reflejan en el espejo están perdidos, fruncidos.
Los sucesos de hace unas horas se repiten interminables en su cabeza. Incluso al estar en su mullida cama no logra sentir su comodidad, ni siquiera rigidez alguna. No hay nada. Está todo vacío.
El sueño tarda en venir esa noche. Horas cree él haber estado removiéndose entre las sábanas, renegando y rechistando, lanzando maldiciones a un muerto.
Ese mismo día que conoció al portador de sus desgracias y de su casi muerte, Satoru volvió a soñar.
Las tembleques columnas amenazaban con su inminente caída, llevándose al lugar y los dos hombres bajo los escombros.
Corriendo entre gritos que se distorsionaban en sus oídos, los hombres se atacaban a matar. Uno de ellos mostrando el mismo abrumador poder que él poseía, y el otro, ese hombre invocó una abismal bestia amorfa.
Del tamaño de un edificio, el monstruo atacó, rasgó y rugió; no importaba cuánto daño recibiese, este siempre regresaba.
El lugar en el colapso tenía a ambos hombres apenas conscientes, ambos recibiendo el poder destructivo de esa maldición. Con un rugido inhumano, sus enormes garras se aplastaron donde esos hombres yacían.
«Lo siento»
Despierto y cubierto de sudor su cabeza palpitaba a punto de explotar. Satoru tuvo el impulso de destruir el lugar donde se encontraba. Esa noche no volvió a dormir y maldijo a Fushiguro Toji por orillarlo a la muerte que ha traído más vestigios de unas vidas que ya no existen.
En la mañana, su vida y la de quienes lo rodeaban continuó igual que siempre.
Los sueños se apaciguaron, dándole un descanso que acompañó los cotidianos días de ese mes, y del siguiente, y de los que vinieron después. Envuelto en una plácida quietud, Satoru no se percató de la corrosión que empezó aquel ya enterrado día.
Enterarse de los crímenes de Geto revivió el dolor de los cortes del arma que empuñó Fushiguro. A pesar de haber hablado con él horas antes por teléfono, escuchándolo tan calmado, tan sereno que incluso hacía bromas, ahora le avisaban de la masacre que ocasionó.
Cuando supo que Geto estaba de vuelta, tuvo que tomar, tal vez, una de las decisiones más difíciles hasta ese momento. No era que no se atreviera verlo, no, Satoru corrió precipitado apenas se enteró que estaba cerca. Verlo sonriente, renovado y con buen semblante fue desconcertante pero ese no era el mayor problema. Las palabras que salieron de su boca poco expresaron todo el descontrol de emociones que lo atormentaba desde que oyó tales actos. Pero cuando Geto le dio la espalda, alejándose de él, perdiéndose entre esa multitud, Satoru no se atrevió a detenerlo, e incluso años después no sabe si tomó la decisión correcta.
Años después, a pesar de que Geto fue considerado un enemigo, la realidad era que las personas parecían estar más preocupados por Satoru, temiendo que él también se vuelva en contra. Geto estaba afuera, apenas teniendo a alguien tras su rastro, pero él era excluido de misiones, y aunque lo hubiese agradecido en otro momento ahora solo se encontraba asqueado con la actitud que tenían los altos mandos y su influencia. Bastaba decir: "Este es bueno. Este es malo" sin profundizar en una explicación, apresurados a dar una sentencia temerosos de ser arrebatados de su poder.
Llevó su reclusión disfrazada con sus estudios los años restantes de escuela, teniendo siempre ojos siguiendo cada paso que tomaba. La privación le puso en cara con sus conflictos, su enojo, su impotencia, su pasado; y cuando se aceptó que no planeaba irse en contra, Satoru decidió ir por la primera pieza que se le había ofrecido tiempo atrás.
Megumi Fushiguro, ese era nombre de quien estaba buscando.
Una tarde, con el sol poniente, en calles de malvivientes, el niño que traía un poder de élite se mostró ante él. Fue suficiente ver a sus desconfiados iris verdes un segundo para entender el caos que ese niño, esa persona, traería a su vida.
Pero Satoru no le temía ni al pasado, ni al futuro, ni a fantasmas. Desafiante, altanero y confiado acogió al niño seguro de sobreponerse ante las enterrados deseos de personas que ya no tienen importancia.
Poder. Si fue él mismo quien aceptó a esta persona a su lado alguna vez, está seguro que debía poseer suficiente poder que envidiar.
Afirmando que manejaría el futuro, Satoru no aceptó cuan fatídico fue conocer a Megumi.
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Live Another Life [GoFushi]
FanfictionEs el mismo sueño que lo persigue desde que tiene memoria, y aunque Satoru sabe lo que significa, nunca le dio verdadera importancia, al menos no hasta que conoció a Megumi. . . . Relación menor-adulto. Posiblemente escenas sexuales también.