Por Shiadanni
Dante arrugó la hoja de papel entre sus manos. La apretó hasta deformarla y convertirla en una bola que arrojó hacia el bote de basura, que ya no tenía espacio para un solo papel más.
Se pasó las manos por el cabello pelirrojo, desordenándoselo, suspiró y de forma distraída, se tocó el arete que tenía en la oreja derecha.
—Tú puedes, Dante. Anda, concéntrate. —Miró la nueva hoja de papel que tenía delante de él, tomó su bolígrafo y comenzó de nuevo.
“Mi dulce Lorien”. No. “Amado Lorien”. Tampoco.
Dante frunció el ceño, tachó con tinta ambas opciones, y empezó otra vez en un nuevo renglón.
”Lorien,
Aún recuerdo la primera vez que te vi, sentado en esa banca del parque, rodeado de hojas y flores estivales. Con un libro entre tus manos y la luz del sol arrancándole destellos a tu negro cabello. La manera en que me ignoraste cuando te hablé, me hizo sentir como una sombra indiferente que trata de…”
—¡Diablos, no! ¿Qué mierda soy yo, un poeta marica? —Enfadado y comenzando a perder la paciencia de nuevo, Dante hizo un nuevo proyectil con esa hoja. También la lanzó al cesto y empezó otra vez.
“Hola, Lorien:
Espero que cuando leas esto, te encuentres muy bien. ¿Has llevado tu sombrilla a la escuela todos los días? El clima ha estado fatal. Escuché en el noticiero que no va a parar de llover al menos en cuatro días. La verdad es que a mí me gusta que llueva, aunque a veces me resfrío. Sería una pasada tener siete años otra vez y correr en los charcos sin temor a enfermarme. Bueno, si tuviera siete años la verdad es que no podría traerte a casa y hacer todas esas cosas que hacemos en la cama. ¿Te gustan las cosas que hacemos en la cama?”
Dante soltó la pluma y dejó caer su cabeza sobre el escritorio, abandonando todo rastro de voluntad. Primero, era un poeta marica y luego, un pervertido.
—Me estás volviendo loco, Lorien.
Llevaba dos horas. Se detuvo y miró el reloj de la pared. No, llevaba tres horas intentando escribir una endemoniada carta. Pero comenzaba a quedarle claro que aquel no era su talento. En realidad, nunca había escrito una carta, excepto por los ejercicios escolares donde podía escribir cualquier estupidez.
Si se ponía a pensarlo, nunca había tenido problemas para expresarse. Era directo, determinado y voluntarioso.
Hasta que lo conoció a él.
Lorien era todo un reto, le robaba el aliento, le robaba la habilidad de pensar con claridad, convirtiéndolo en un confundido joven de veinte años incapaz de sumar dos más dos.
—Eres mi ruina… —murmuró en medio de un gruñido, pensando en los ojos claros y grandes de Lorien, en su piel blanca, en su cabello negro.
Sus citas no eran convencionales. No salían a las discotecas de moda, ni perdían el tiempo en reuniones con amigos. Aunque tanto Dante como Lorien eran bastante sociables, ir a los conciertos de las bandas de moda quedaba totalmente descartado.
ESTÁS LEYENDO
Lenguaje
Roman d'amourPara Dante escribir una carta a Lorien es difícil, no solo por que no sabe expresar sus sentimiento sino porque sabe que una pequeña carta no puede abarcar la inmensidad de sus sentimientos y por sobre todo no puede captar la mínima parte de la mara...