VI

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Era la tercera vez que intentaba alejar la sensación de hormigueo que sentía en su mejilla. Lo que se que fuera, la había estado molestando desde hace un par de minutos atrás. 

Llevaba tanto tiempo sin tener un sueño tan reparador, tan tranquilo, que se negaba a despertar por completo y prefería seguir disfrutando de la comodidad de su cama que llevaba tanto tiempo sin sentir tan... reconfortante.

Valentina volvió a acomodarse sobre el colchón, agazapándose más sobre su costado y metiendo las manos debajo de su rostro con toda la intención de seguir durmiendo.

La sensación de cosquilleo regresó segundos después. Esta vez sobre el puente de su nariz, pero estaba tan cómoda en su posición actual, que decidió deshacerse de lo que sea que estuviese causando aquello moviendo únicamente la zona de su rostro donde sentía la comezón.

Un sonido extraño llegó hasta sus oídos tan pronto hizo aquél curioso gesto.

¿Se trataba de un suspiro?

No. Más bien sonaba más bien como una risita discreta.

Claro. Eso tenía que ser.

Un micro ataque de pánico el embargó el pecho antes de que los eventos de la noche anterior regresaran a ella, ayudándole a recordar que, efectivamente, no estaba sola sobre aquella cama que no era precisamente la suya, que aquellos sonidos tenues provenían de Juliana y que lo que había sentido en su rostro eran, probablemente, sus sutiles caricias.

Valentina comenzó a moverse tratando con ello de anunciarle a la otra chica que estaba a punto de despertarse, antes de animarse a abrir sólo un ojo para combatir la luminosidad que entraba por las ventanas.

Lo que encontró a pocos centímetros fue una de las vistas más fascinantes que había visto en su vida.

Juliana estaba muy despierta. Su rostro brillante recibía la luz de la mañana, mientras descansaba sobre sus manos juntas por debajo de su mejilla, y en el interior de sus enormes ojos chocolate se arremolinaban una gran cantidad de emociones que la castaña no alcanzaba aún a definir, pero que removían su interior de una manera tan agradable, que por su mente cruzó de manera fugaz el deseo de ser siempre el objeto de aquella expresiva mirada.

— Buen día — saludó Valentina, con un tono rasposo de voz que denotaba la somnolencia que aún la tenía presa.

Antes de contestar, la morena le mostró una sonrisa deslumbrante que la contagió de inmediato.

— Buen día — contestó ella.

Una vez que su pupila se adaptó a la claridad dentro de la habitación, se permitió abrir el otro ojo.

— ¿Llevas mucho tiempo despierta?

Juliana contestó negando con la cabeza.

— No mucho.

— ¿No?

— No

— ¿Qué hora es? — volvió a preguntar, utilizando la mano para cubrirse la boca y poder ayudarse a espabilarse un poco más al dejar escapar un profundo bostezo.

La otra chica se giró de manera poco ortodoxa para tomar su teléfono del buró, tocar la pantalla para revisar la hora y luego regresar a su posición inicial.

— Pasadito de las nueve.

— Oh

— Sí

El silencio reinó por algunos segundos mientras Valentina recorría la recámara con la mirada. El color de las paredes, recordándole que esa no era su habitación.

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