Capítulo 1: Primer día.

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No sé por qué lo hice. No era mi intención;  no quería hacerlo, pero el instinto me gano. Quería vivir, no tuve otra opción, no quería que ella muriera, no importaba lo que me hubiera hecho… la amaba, ella me dio la vida.

--Iván--

— ¡Levántense hijos de puta!  ¡Es hora de que levanten sus culos y se pongan a trabajar!—. Escuche un grito que me saco de mí inmenso sueño. Me levante y contemple en el lugar que estaba. No era un sueño, era verdad. Estaba en la prisión, era un cuarto pequeño, completamente de color gris, había un lavaba manos en la esquina junto a un retrete. La cama era tan dura que llegaba a ser hasta incomodo dormir ahí, me dolía mi cuerpo a causa de eso. Las sabanas estaban desgarradas y desprendías un olor a estupefacción.  En las paredes había sangre untada, junto a otras cosas desagradables.

Todo el sitio era repugnante, el lugar era tétrico y lúgubre. Siempre me habían dado claustrofobia los lugares cerrados y con poca luz.

Cuando me levante de la cama, al poco tiempo se abrieron las rejas de mi celda, apenas llevaba un día aquí y, esta sería la primera vez que me dejaran salir.

—Vamos, vamos… no tengo todo el tiempo malditos perros—. Empezó a gritar de nuevo el hombre. No sabía qué hacer así que me limite a solo salir de mi celda y quedarme fuera de esta como lo hacían los demás.

Esto debía ser una pesadilla, el aspecto de cada uno de los hombres que estaba a mí alrededor era grotesco y repugnante a la vez. Muchos hombres tenían tatuajes, las ropas que llevaban parecían harapos y, al igual que todo el lugar, desprenderían un olor pútrido, el olor penetraba mis fosas nasales de manera cruel, provocándome asco al instante. Mi mirada la posaba en cada rincón y en cada individuo del lugar. Uno que otro me miraba de manera intimidante, otros con desprecio y, otros simplemente serenos, sin importarles mi existencia.

— ¡Rápido malditos… muevan su culo!—. Seguía gritando el policía detrás de unas rejas donde no llegaba a ser lastimado por los prisioneros. En cuanto todos escucharon ese grito que retumbo en cada rincón haciendo un eco que podría destrozar mis tímpanos, empezaron a caminar. Yo solo los imitaba.

Pasábamos por unos corredores donde ningún rayo de sol entraba, Si no fuera por algunos focos, todo estuviera sumergido en penumbras. No había ninguna rendija donde pudiera respirar aire fresco.  No sabía qué hacer, no tenía alguien con quién hablar, no sabía si aquí podría ver a mi tío; esto era deprimente.

Mientas seguíamos caminando asía el tercer piso, llegaban más prisioneros, pero de otras secciones, yo pertenecía a la sección “A”. Todos, a simple vista, podría saber qué se dirigían al tercer piso; donde seguramente, dejaban a todos los prisioneros.

Caminábamos por las escaleras  y no tardamos en llegar a la azotea.

La luz me llego de golpe a los ojos, lastimándolos. Empecé a parpadear y a tallarlos para que mi vista empezara  acostumbrarse a la radiante luz que me pegaba de lleno en mi rostro. Esta luz era más potente que la tenue del otro lugar.

Cuando mi vista empezaba aclararse contemple todo. La prisión era enorme, todo estaba rodeado por una cerca de metal con alambre de púas en toda su extremidad. En las esquinas había gimnasios y bancas distribuidas.

Mi Desesperación [Yaoi/Gay] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora