El olor a tapicería nueva de su flamante Porsche Macan chocaba en la nariz de Camila como el día en que había estrenado aquel lujoso regalo de boda. Hacía nueve meses que portaba el anillo que la convertía en la privilegiada señora Lamark a ojos del mundo entero, pero mantener las apariencias y obrar de mujer perfecta pesaba más que los quilates de su alianza.
Terminó la conversación que entablaba con su mejor amiga vía WhatsApp, y luego de revisar su reloj, dedujo que había llegado el momento de salir del coche. Frente a ella, y en lo alto de un impresionante acantilado con vistas al Pacífico en Malibú, se erguía el nuevo e imponente hotel de la cadena Lamark. Empresa hotelera de la que su marido era dueño.
Se retocó los labios rojos usando el retrovisor, y se atusó la melena rubia antes de bajarse del Porsche luciendo un ajustado pantalón negro con una fluida blusa de manga corta en tono gris perlado que transparentaba con elegante sutileza el coqueto bralette blanco que portaba debajo. Camila tenía suerte de verse guapa casi con cualquier cosa, porque no había tenido tiempo de pasar por casa después del trabajo para ponerse algo acorde a la ocasión. Tampoco había tenido interés en hacerlo.
Los guardias de seguridad del nuevo hotel le facilitaron la entrada tras haberla reconocido, y una vez en el glamuroso y elegante lobby, la guiaron hasta el área de piscinas donde se estaba llevando a cabo la inauguración. Prensa, fotógrafos y cámaras de televisión atestaban el lugar mientras los exclusivos invitados al evento disfrutaban de la fresca tarde de primavera entre copas, aperitivos y buena música en vivo.
Al fondo y al otro extremo de la gran piscina central se encontraba su marido, Richard Lamark. El atractivo francés de 36 años que se había convertido en portada de muchas de las mejores revistas de negocios de Europa y Estados Unidos. Vestía un elegante traje azul grisáceo, y tenía a todas las mujeres presentes trastabillando más que sólo las palabras por él.
Su imponente y elegante porte era su carta de presentación. Su perfecta y brillante sonrisa la causante de innumerables suspiros. Sus verdes ojos, tras aquellas interesantes y cristalinas gafas, un misterio indescifrable. Y aunque siempre luciese impecable, llevase su castaño cabello a punto y su corta barba debidamente perfilada, para Camila no era más que otro apuesto hombre en el mundo de los negocios. Otro millonario influyente que usaba su dinero y su poder para comprar lo que quisiera, o a quien quisiera.
El susodicho conversaba amenamente con un par de mujeres mientras disfrutaban de una buena copa de champagne. Al parecer, ya habían brindado, Camila había logrado su cometido de llegar tarde.
De repente, como si la hubiese olido al entrar, los verdes ojos de Richard se encontraron con los azules de su mujer. La observó sin expresión alguna por un par de segundos, y bebiendo de su copa, la ignoró regresando a su conversación. Estaba enfadado.
Camila se hizo con una copa de espumoso, tomando un corto sorbo de esta antes de caminar hacia su guapísimo esposo, saludando educadamente a todo conocido por el camino.
—Hola, cariño. Siento el retraso —dijo al llegar hasta él. Primera mentira. Camila estaba bastante conforme con pasar el menor tiempo posible con Richard—. Hubo un accidente a la salida del trabajo —se inventó dedicándole un fugaz beso de cortesía en la mejilla. Segunda mentira.
Richard forzó la sonrisa mientras rodeaba la cintura de su mujer con un brazo para acercarla hacia él con delicadeza.
—Señoritas... mi esposa, Camila Lamark. —La presentó. Si algo tenía el ojiverde, además de un sutil y sensual acento francés, era su educada forma de ser—. Ellas son la señorita Julieta Mills y Marianne Mayer de la revista Forbes. Quieren hacerme una entrevista en exclusiva.
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RED VELVET
RomanceEl codiciado y famoso magnate hotelero Richard Lamark, se ha casado en mitad de una farsa. Cegado por el resentimiento y consumido por fantasmas del pasado, ha orquestado una red de mentiras de la que planea salir airoso sin importar las consecuenci...