Capítulo 2

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La mañana era perfecta. Las primeras oleadas de calor veraniego asomaban y la brisa arrastraba el exquisito aroma de playa hasta el patio de la mansión Lamark. Donde relajada, Camila tomaba sol en una de las cómodas tumbonas junto a la piscina. Al menos hasta que un par de gruesas gotas de agua cayeron sobre sus tobillos interrumpiendo su descanso. Era Richard al pie de la tumbona.

Estaba mojado. Había estado nadando en la playa y su esbelto torso brillaba. La llave dorada que siempre colgaba de su cuello, y que solía esconder bajo su ropa, encajaba perfecta entre sus bien formados pectorales. Sus verdes ojos, sin gafas de por medio, le miraban fijamente mientras su agitada respiración parecía acelerarse más a cada segundo que pasaba.

Relamiéndose los labios, se pasó una mano por el cabello para apartarlo de su frente, y sin dejar de observar a Camila, se puso de cuclillas al final de la tumbona.

—Buenos días —dijo llevando una mano al tobillo de la rubia, masajeándolo.

Camila se estremeció. El tacto de Richard, aunque frío por estar mojado, era divino. Hacia contraste con su piel ahora caliente por el sol.

—Buenos días.

Él sonrió y subió lentamente su mano hasta el muslo de la rubia, viendo cómo esta se erizaba con aparente agrado. Deteniendo sus ojos sobre la sugerente imagen de sus pezones endurecidos bajo el ajustado bikini fucsia que llevaba puesto.

Ella se cruzó de brazos en un vago intento de disimularlo. Avergonzada, más no incomoda.

—No los cubras. Quiero verlos —exigió apoyando una pierna entre las de Camila para inclinarse sobre ella. Urgiendo el encuentro con su cuello para morderle. Escuchándola jadear mientras su estilizada barba rascaba la sedosa piel de la ojiazul.

Camila apartó los brazos del medio cediendo fácilmente a los deseos de su cuerpo y llevó las manos hasta los anchos y fuertes hombros de Richard, apretándolos cuando notó como este volvía a mordisquearle la sensible piel de su cuello. Aquel era uno de los lugares que más la provocaban.

Arqueó la espalda en la tumbona, pegó su cuerpo al de él, empapándose de su mareante y varonil aroma mezclado con el salitre del mar. Poco le importaba nada más que sentirlo cerca. En aquellos momentos no había cabida para el arrepentimiento.

Richard se acomodó junto a la rubia mientras bajaba sus labios por el acalorado y agitado pecho de esta. Lamiendo la curva de sus senos mientras una de sus manos se apresuraba en buscar entrada bajo su bañador.

Camila notó la suave brisa matutina colarse entre sus piernas en cuanto Richard rodó la tela hacia un lado e inmediatamente todo su cuerpo se enardeció con necesidad. Quería sentirlo cuanto antes. Estaba ansiosa.

—Por favor... —gimoteó.

Pero el toque nunca llegó. Al menos, no el de la mano que tanto ansiaba.

Camila soltó un profundo jadeó al aire, despertando excitada y empapada en sudor sobre la cama de su habitación. Todo había sido un sueño.

Apartó la mano de su entrepierna con aire vergonzoso, y respirando con agitación se incorporó sobre la cama mirando hacia los lados. Había tenido un sueño húmedo con Richard y estaba frustrada porque este no había terminado.

Se abanicó con aire acalorado y se metió en la ducha sin si quiera quitarse el fino pijama de satén que luego dejó abandonado en la cesta de la colada. Ni el agua fría pudo bajarle el sofoco. Definitivamente empezaba a estar muy necesitada de sexo si su mente había tenido que pensar precisamente en él para calmar las ganas.

Bajó a la cocina con shorts vaqueros y una fina camiseta blanca aprovechando que era fin de semana para permitirse un look más informal. Se fue a servir un fresco zumo de arándanos de la nevera, sin percatarse de que un par de ojos verdes la observaban.

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