Phase One II

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Insignificantes.

Sus planes, y demás ideas, habían sido tiradas a la basura en tan solo un minuto o dos de caminata y sus ropas. En la mente y el corazón de los tres humanos presentes se sentía la insignificancia de sus existencias, pero en la de Nitian, aquel sentimiento había calado muy hondo en todo su ser. Un paso en falso del consejo y no tenía dudas de que toda la humanidad podía ser borrada del universo.

—Hasta aquí tenemos permitido llegar, los líderes del consejo esperan por ustedes.—

El japonés, que había sido el más afectado desde la llegada, estaba encargado de darle las últimas palabras antes de la reunión, tras su pequeño cuerpo, el que se veía aún más chico por el tamaño de los otros tres, se abrió una puerta dando paso a los invitados hacia la sala donde se encontraban todos los líderes en una mesa enorme y redonda con todos ellos a la par.

—Agradecemos su hospitalidad, jóvenes, cuidensen...—

Una sonrisa de la belleza culminó con la voz más dulce que escuchó en toda su vida, no, no solo era la mujer más bella que vio en su vida, también tenía la mejor voz de todas. Sus ojos y cada rasgo, no podría borrar su imagen y el sonido de esas palabras, en toda su vida de su mente.

Como acto reflejo, Nitian le devolvió una muy cálida sonrisa a la mujer y luego de que todos se adelantaran, la puerta se cerró dejándolos fuera de la reunión. Los semblantes de los tres cambiaron por completo al volver a estar solos, pero fue Nitian quien se dio la vuelta y caminó rápido alejándose del lugar, para dar nuevas indicaciones.

—Aquí el agente, Nitian, las fuerzas de autodefensa deben ser la fachada desde ahora, si encuentran soldados que acompañen a los invitados, no quiero que sean cuidadosos, dejense ver, pero no muestren hostilidad. Desde ahora, el servicio secreto será quien esté encargado de todo, solo actúen ante el peligro inminente.—

Con su reloj, envió una orden a todas las fuerzas del planeta que se había reunido en el mismo lugar con el único motivo de aquella reunión y su seguridad.

—Agente Moriata, las fuerzas de autodefensa necesitan confirmación de una orden...—

—Cardenal, la guardia suiza, necesita confirmación de las órdenes entregadas por Nit...—

Los dos que estaban tras de él, miraron sorprendidos a la espalda del americano, que volteo, con una mirada casi tan aterradora como las de los invitados.

—Es una orden.—

—Pero no tienes la gente suficiente para el opera...—

—Basta cardenal, el servicio secreto puede garantizar la seguridad de los V.I.P, ahora mismo la seguridad del país del Vaticano no es importante, incluso la nación de Italia no es la prioridad en este momento. Moriata, confirme esa orden ahora mismo, y encargarse de avisar a todas las comitivas que trajeron sus fuerzas de manera extraoficial, que cualquier acto de insubordinación y negativa del cumplimiento de las órdenes de este momento. Terminará en severas sanciones, tanto para ellos como para sus países.—

Moriata, escuchó atentamente las palabras de Nitian, en quien elegía confiar con bastante seguridad al oírlo hablar de ese modo, el acobardado japonés, decidió dejar las decisiones en manos del representante del servicio secreto estadounidense.

—Confirmó la orden, el cardenal ha dado su aprobación para la guardia suiza, las fuerzas de autodefensa están a disposición del agente Nitian, desde este momento.—

Seguro, con un semblante completamente distinto al de hacía un par de segundos, Moriata, se volvió un fiel apoyo para Nitian, que continuaba con su caminata hacia la plaza, viendo el centro de esta a unos metros de distancia.

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