Noticia clave

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Ahí estaba, nuevamente. Estaba loca, eso se sabía... Y cómo amaba a esa loca. Le amaba demasiado, hasta un punto en que soportaba todo lo que ella hiciese. Pero ¿qué podía hacer? Ya, reitero nuevamente: Le quería.

¿Y cómo no hacerlo? Era mi querida prima. La única amiga cercana que tenía. Por eso apreciaba cada cosa pequeña que hiciese. Porque yo era hija única, ambas mujeres entre...Bueno entre 12 primos: todos varones. Oh, no es que les dejara de lado pero (¡ay!), eran demasiado toscos y brutos como para antablar una conversación estable con ellos. Apenas si el más grande de mis primos contaba con doce años de edad. Y bueno, yo tenía 18 y muy poca paciencia (Cuando digo muy, era NADA DE PACIENCIA).

En fin, ella contaba con sólo 16 años. Era infantil, tierna y demasiado dulce. A diferencia mía, que siempre había sido algo varonil aunque con un buen carácter. Siempre, en mi infancia, envidié a la chiquilla que veía como una muñequita preciosa... Ella era todo lo que yo quise ser. Tan delicada como una pluma, conseguía rápidos cortejos por parte de los varones. Y yo...pues yo siempre recibí rechazos. No me veían como una chica más por más que esfuerzo que pusiera. 

Con el tiempo, aquella cría a la que le tuve envidia, fue siguiéndome cuando entramos en la adolescencia. Poco a poco, fuimos acercándonos hasta formar un lazo indestructible. Ella me confesó, tiempo después, que me tuvo envidia: me dijo que yo era una muchacha firme, de buen humor y demasiado imponente. Y ella se describía a sí misma como "debilucha", "tímida al extremo" "ingenua". Eso me hizo entender que nos complementábamos, y por auqella razón nos unimos más. Éramos amigas, opuestas pero totalmente compatibles ¡Y cómo nos queríamos! Aunque ambas contábamos con muchos amigos,nos considerábamos como inseparables. Lógico: ella era mi mejor amiga.

Pero había algo que caracterizaba a mi querida primita: estaba loca. Oh, y no digo que perdiese la cordura por cualquier cosa: ella perdía su cabecita por una banda en particular llamada The Beatles. No me extrañaba en nada: a mí no me atraía...pero no podía evitar chocarme con la moda de esos años. Y la moda era esa banda británica.

Aunque ignorara a The Beatles, era imposible no oír de ellos y más si mi querida cabeza hueca (como llamaba a mi prima) me parloteara de ellos todo el día.

Pero esa tarde de invierno fue la clave para comenzar la aventura más grande de mi vida.

Hacía un frío insoportable. Me encontraba absorta en un sopor, por el día y por el sueño. Pero era obligatorio levantarse a las seis de la mañana: trabajaba en una cafetería por las mañanas para ganarme la vida. Mi padre me había obligado a hacer algo, pues mi pereza iba en un preocupante aumento.

-Estúpido día-farfullé furiosa. Un soplido gélido saió de mi boca.

Caminé rápido, a pasos agigantados. Me había levantado relativamente tarde, y el trabajo me exigía llegar a las seis y media...y eran las seis y veinticinco. El bar quedaba a diez cuadras, y no llegaría a ese ritmo. Decidí correr más, era la única opción.

-Odio el invierno-protestaba en voz baja, acogotada por la bufanda ajustada que llevaba atada a mi cuello-Abrigos estúpidos...¡ODIO TODO!

El frío insportable se mezclaba con la nieve que se pegaba fastidiosa en mi campera de lana. Por la calle, apenas pasaba uno que otro auto. Apuré el paso, y sin darme cuenta, mi fuerte pisada me hizo patinar. Resultado: caí de culo en medio de la vereda. No eran muchas las personas que me miraban, pero lo suficiente como para hacerme enojar. Mi rostro robasaba de rabia, incrementando mi malhumor. Me levanté, mientras corría atolondrada, presa de las miradas ajenas.

-Hielo de mierda...Auch, qué golpazo. Aún me duele-me sobé mis nalgas. Con alivio, comprobé que había llegado a la cafetería... Y una sorpresa más me encontré allí.

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⏰ Última actualización: Feb 24, 2015 ⏰

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