Una biografía del amor

11 2 0
                                    

¿Qué pasaría si te encuentras a la personificación del Amor y del Desamor? ¿De qué creen que hablarían? ¿Serían graciosos, lúgubres; parecidos o distantes?

O tal vez ¿estarían enamorados en un eterno ciclo de destrucción y configuración? Tal vez todo el amor y el desamor que llena al mundo sea solo el efecto de la lucha más primitiva y original de nuestro universo.

Imagina al Amor, Áiros. Y al Desamor, Enéa. Ambos con una belleza inefable, casi apofática. Él, Áiros, tenía un halo de sabiduría sempiterna y dolor con alegría mezclados en sus ojos como pozos infinitos de emociones nunca dichas. Ella, Enéa, parecía el opuesto a Áiros. Sus ojos imaginaban miles de historias frustradas, miles de amores rotos. Ella cargaba con el sufrimiento indecible de todos los corazones heridos. Su hermosura, equivalente a la de Áiros, era distinta. Mientras él era fuego y poder; sabiduría y totalidad, ella era hermosa como una daga fina. Rasgos etéreos, incorruptibles, pálida como la luna llena, y serena como la primera de las noches.  Poseía una marca en su frente como si una lágrima hubiera sido fosilizada: Brillante, del tamaño de un pulgar, deslumbrante. Pero su luz escondía el dolor.

Áiros y Enéa estaban juntos desde que las leyes naturales funcionaban en el cosmos. Al principio de los tiempos su disfrute y goce era edénico, sin mancha, inmaculado. Vivían como esencias interrelacionadas; como caras de la misma moneda, como lados de un mismo hilo. Sin poder evitarlo, entre ellos surgió lo que toda la creación esperaba: Una historia.

Las historias pueden ser contadas desde muchas perspectivas, varias de ellas igualmente válidas. La historia de Áiros y Enéa no tiene testigos más allá de las estrellas. ¿Puedes concebirlo? ¿Puedes imaginar cómo sería la historia del Amor y el Desamor? ¿Sería trágica o mágica? La respuesta a esta pregunta, dicen los antiguos, solo podrá ser conocida al final de la existencia. Su historia es todo, y mucho. Es interminable, y eterna. Y todos participamos en ella. Cada vez que surge un amor, Áiros besa a Enéa. Y cada vez que hay un corazón roto, Enéa llora por ellos. En ese marco dialéctico de sufrimiento, construcción y destrucción, ellos subsisten. Subsisten en nuestras mentes y vidas. En las mentes y vidas de aquellos que aman sin miedo o sufren sin reservas.

¿Es posible? ¿Podrán tener una historia feliz, o trágica? Mi propia opinión es que ellos trascienden esas categorías. Su historia no tendrá fin predecible, tanto como la vida en sí misma muchas veces no la tiene. Áiros, como Amor, adora a Enéa. Y Enéa, como Desamor, anhela a Áiros. Y ellos juntos, cada día, caminan un paso más en su historia libre. Caminan al final del horizonte, donde todas las miradas encuentran su hogar. Allí donde el sol besa a la tierra y al cielo, ahí habitan Áiros y Enéa esperando pacientemente la redención final de todas las cosas.

Allí, viven su historia. Una historia que también es nuestra.

DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora