Junio, hace 2 meses.

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El curso estaba llegando a su fin, igual que la paciencia y las ganas de vivir de Gustabo. A estas alturas desearía que terminara ya. Y el curso también.

Gustabo solía tener una actitud positiva y enfrentaba las situaciones de frente, con una característica energía y afán de superación pero en un día como este se sentía así, superado. El culpable de su derrotismo no era otro que el TFG y el gilipollas que tenía por tutor. Eran pasadas las ocho y seguía en la biblioteca de la universidad, sacando información de donde no la había y citando fuentes de dudosa veracidad. No podía más, quería mandarlo todo a la mierda y dedicarse a ser payaso de circo. Siempre se le habían dado bien los malabares.

En una tesitura similar se encontraba Conway en su despacho, investigando para un proyecto en el que estaba colaborando. Las letras empezaban a verse cada vez más borrosas y un terrible dolor de cabeza amenazaba con hacerse presente en breve. Necesitaba descansar, tanto la vista como él mismo. Con la idea de llegar a su casa para tirarse en el sofá con una cerveza y un plato de lasaña hecha en el microondas, se dirigió a la biblioteca para devolver unos libros que había cogido esa misma mañana y que le habían servido más bien de poco.

Dejó los libros él mismo en la estantería para no molestar a la bibliotecaria que se encontraba jugando al solitario en el ordenador, esa mujer le daba escalofríos. En el transcurso hacia la puerta, su mirada se fijó en una silla ocupada por alguien que tenía la cabeza encima de un portátil. Miró el reloj de su muñeca y le indicó las ocho y cuarenta de la noche. Pobre diablo, pensó Conway. Se apiadó de él y decidió ir a informarle que la biblioteca cerraría en veinte minutos. Pero según sus pasos se acercaban sus ojos brillaron ante el reconocimiento de esa cabellera rubia.

-¿Gustabo? -preguntó Conway posando una mano en el hombro del joven, provocando que este reaccionara y levantara la cabeza, cerrando casi a la velocidad de la luz el ordenador.

-¿Conway? -devolvió el interrogante, mirandole como un cervatillo observa las luces de un coche acercarse en la carretera. Esperando el momento del impacto inminente ante la sorpresa.

Conway alternó la mirada rápidamente entre el portátil ahora cerrado y la cara de impresión de Gustabo. -¿Estabas viendo porno en la biblioteca?

Y ahí estaba la colision.

-Si, me ha parecido verle antes disfrazado de policía, con unas esposas y todo. La porra ya iba incorporada, -comentó Gustabo rápido como siempre, satisfecho consigo mismo al darle la vuelta a la situación. -¿Algo que quiera contarme, Conway?

El mayor se tomó un segundo, se dijo que era para respirar y no soltar una barbaridad pero la realidad es que se quedó pillado en ese momento detallando a Gustabo. Estaba desaliñado, con su típica sudadera que le quedaba tres tallas grande como mínimo y que había visto tiempos mejores. Tenía el pelo despeinado, como si se hubiera pasado las manos por la cabeza con frustración y Conway sentía la imperiosa necesidad de arreglarselo. Pero entonces sus ojos hicieron contacto y todo lo demás se borró de su mente. Tenía los ojos brillantes, con una chispa de desafío, incitandole a saltar y caer preso en su trampa. Y en ese instante Jack pensó que saltaría hasta por un puto precipicio si Gustabo se lo pedía.

-¿Qué coño dices, anormal? -preguntó al darse cuenta que llevaba ya un rato callado y se esperaba una respuesta por su parte.

-Eso Conway que no me había hablado nunca de sus dotes, -dijo Gustabo burlón, sonriendo como aviso de que aún no había terminado y que la bomba estaba a punto de explotar. -Ni tampoco de los artísticos.

Boom.

-Me largo, -anunció Conway dándose la vuelta y empezando a andar. En realidad sin intenciones de marcharse realmente, marcandose un farol y esperando que su intuición no le fallara.

when I kissed the teacher    [intenabo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora