Ayles
Y me encuentro aquí contemplando el alba en la parte más alta del complejo, mirando de frente aquella la cual no volverá hacer mi vida, es efímero pensar que pueda regresar aquí a un lugar que por mucho tiempo llamé hogar, y no, no me duele para nada el plano terrenal y sus cosas físicas llanas, cuando digo hogar me refiero a mi lugar seguro al que ya no lo es, y no, sigo sin referirme a algo material o físico, me refiero a las personas, mi hogar son las personas que más amo en todo el orbe mi hogar también es la tierra, su naturaleza única, la frescura de su aire, aquella tierra que esta siendo destruida. La parte caótica la provocamos los humanos y por eso nos merecemos lo que nos está pasando, aún así me duela hasta en lo más profundo de mi ánima todos estos sucesos a los que nos hemos visto expuestos, que los humanos estén muriendo. Pienso que es egoísta separarme de las personas que más amo con mi vida, no estoy segura de si lo es, en todo el orbe nunca habrá lugar donde quiera estar sin ellos, mi peor pesadilla se convierte en realidad, lo peor es que no tengo opción, para que haya una posibilidad de poder volver a estar unidos debo despedirme de esto que más amo. Por alguna razón mi sistema funciona de manera errónea ya que mi mente realista piensa que es posible encontrar aquello que nos salve y mi corazón positivo me dice que por más que sueñe alto algo realmente malo está destinado a pasar y me pregunto no se supone que debería ser al revés. Solo le pido al empíreo que me lleve y nos tenga a todos con bien.
-Estas aquí- escucho esa voz que trae tanta paz a mi ánima.
-¿Donde más estaría?- me volteo a mirar esos hermosos ojos color avellana.
-Alistando tus cosas y las de Gianna- dice mientras posa sus manos en mis hombros.
-No quiero irme- le digo esto prácticamente en un susurro.
-Es por el bien de ambas- dice mientras posa una mano en mi rostro y con la otra pone mi cabello detrás de mi oreja.
Cierro los ojos y me concentro en el tacto que tiene su mano sobre mi piel, siempre ha sido tan delicado y cálido.
-Vamos a estar bien- dice mientras enrolla sus brazos alrededor de mi cuerpo y yo sin pensarlo correspondo su abrazo.
-De eso no tengo duda, pero no deja de ser difícil el tener que dejarlos aquí, ustedes son parte de mí, parte de mi vida, parte de mi ánima, ustedes son todo mi orbe- le digo mientras mis ojos se pone lloroso mirando a los suyos.
-Por eso tú protegerás a Gianna nuestra pequeña aurora y yo protegeré a nuestros pequeños combatientes, y juntos por separado cuidaremos nuestras pequeñas partes de orbe hasta que podamos juntarlas de nuevo- dice con unas sonrisa tan cálida que me hace pensar que todo estará bien.
-Somos una sola persona androginia- le digo devolviéndole la sonrisa y el ríe.
-Extraña y perturbadora comparación, a que se debe tal, ¿y se supone que es un cumplido?- me mira extrañado todavía riendo.
-En la cultura griega se creía que los dioses crearon a los andróginos, humanos que tenían dos sexos, cuatro brazos, cuatro piernas, dos cabezas y que su poder era imaginable...-
-Esto se está volviendo cada vez más perturbador- me corta mientras no puede parar de reír.
-Oye, sigue escuchando- dije seria y así logre que se quedara callado.
-Platón en su obra El Banquete, menciona que estos seres decidieron invadir el olimpo y casi lo logran pero, Zeus al ver su gran poder lanzo un rayo que separo a estos seres en dos, convirtiéndolos en los humanos de hoy en día, desde entonces, se dice que los humanos andan por la vida buscando su otra mitad... y yo encontré la mía para convertirnos en ese ser andrógino y hoy volvemos a ser separados por algo más fuerte que un rayo pero sé que el destino nos volverá a juntar en uno- termino finalmente con uno de los relatos que más me gustan de la mitología griega, mientras poso mis manos en el pecho de Matt.
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Planetaria
Science FictionEn el basto orbe donde la vida esta pendiendo de un hilo, divido entre aquellos que quieren salvar a las personas en el y aquellos que están listos para dejar aquel lugar al cual han llamado hogar durante tanto tiempo, desde la existencia de la prim...