8.

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Olivia

Cuídate, ¿si?. Nos vemos mañana—dijo Henry al otro lado de la línea.

—Vaaaale, igual tú—respondí rodando los ojos porque era por quinta vez que me decía eso en una llamada de diez minutos.

Al fin después de varias semanas Henry vendría a Londres para traer las cajas que hacían falta. Llevaba tiempo esperando esto para organizarlo todo mejor. Aún sentía que nada estaba donde debe estar, era una sensación extraña.

Me senté en el sofá y volví a lo que estaba antes de que Henry me llamara. Era jueves por la tarde y solo tenía dos clases en la mañana, así que tenía el día prácticamente libre de clases, pero aún debía estudiar, tenía un examen en unos días y era en una de las materias que menos entendía.

Miré la hora en la computadora que tenía encima de mis piernas, eran las cuatro de la tarde y conté las horas y calculé el tiempo que tenía para alistarme antes de la cena que me invitó Lia.

Desde la noche en que me invitó a cenar, noches así se repetían un poco más durante la semana. Una o dos veces ella me invitaba a comer, a veces estábamos solo nosotras dos o con uno de sus amigos.

Esta noche también lo hizo, pero era en otro lugar, aunque me iría con ella. No era nada elegante o semi formal, solo era una cena común en la casa de uno de sus amigos que no conocía, lo habían nombrado varias veces durante los encuentros y el nunca se presentaba ya que estaba en otro país.

Repasé en mi cabeza de nuevo a la hora en que empezaría a alistarme, siempre hacía eso, recuerdo que desde niña no podía ni siquiera quedarme quieta un momento si debíamos salir a alguna parte y cuando salíamos y ya estábamos a mitad de camino me preocupaba mucho por si se me quedaba algo o dejaba mis juguetes en los lugares donde correspondía para que no se dañaran. Mis padres decían que era controladora, pero yo siempre pensaba que era quisquillosa nada más. «Control» sentía que era una palabra poco irracional quizás para mí, porque jamás había sentido eso. Todo lo que sentía era lo contrario, descontrol. Caos.

La cena era a las nueve, aún me quedaban cinco horas, así que decidí intentar relajarme un poco. Me levanté del sofá dejando mi computadora a un lado, me estiré y fui hasta mi habitación donde solo me tiré sobre la cama suspirando enterrando mi cara en el colchón. Pasaron cuarenta minutos en los que estuve en esa posición que hasta se me durmió una de mis manos que tenía bajo mi torso, y entonces me levanté y comencé a alistarme. No tenía nada más bueno que hacer y no podía controlar mi cuerpo sabiendo que tenía un compromiso más tarde.

Primero me di un baño, preparé la tina, le puse aromatizantes y lo alargué lo más posible para que el tiempo pasara más rápido, en eso se me fue una hora y media. Enrollé la toalla en mi cuerpo fui hasta mi habitación para elegir lo que me pondría, como ya lo tenía un poco en mente no costó tanto decidirlo, saqué unos pantalones verde menta estilo flare de gamuza, y un swetter negro que hacían juego con los zapatos que llevaría. Me vestí y no sequé mi cabello antes porque prefería dejarlo así. Me maquillé un poco y cuando vi la hora en mi teléfono todavía faltaban dos horas.

Suspiré parándome de la silla de mi escritorio, guardé el maquillaje y las cosas que había dejado tiradas mientras me arreglaba, pero eso me tomó un par de minutos nada más, de manera que volví a tirarme sobre mi cama, esta vez de espalda para que no se me arruinara el maquillaje, solo mirando el techo. Pasé minutos y minutos así hasta que me empezaron a pesar los ojos, pensé en que podría dormir un rato antes de la cena.

𝐋𝐚 𝐜𝐚𝐧𝐜𝐢𝐨́𝐧 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora