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Día uno
Es horrible y encantadora la forma en la cual nuestros padres nos obligan a hacer cosas, horrible porque estamos siendo "obligados" y encantador porque por algún extraño motivo dentro nuestro queremos que estén orgullosos de nosotros y haríamos lo que sea.

En mi caso lo que me pidieron mucho, sólo ir a la casa de mis abuelos, queda en el campo, a ser sincera mis pensamientos solo apuntan a que sería mejor si fuese en verano y no invierno.

Narrador omnisciente:

Allí estaba la jovencita de 16 años, quitando un poco su cabeza por la ventana para alcanzar a ver que tan cerca estaban de llegar, para su mala suerte las cosas habían cambiado bastante desde la última vez que había ido.

El lindo lugar con pasto verde y una casa cómoda, se convirtió en un granero y un pastizal, sus abuelos ahora solo manejaban una pequeña casita, rústica y acogedora.

Al estar acostumbrada a tales lujos de la ciudad que no podían ser comparados con los del campo empezó a maldecir entre susurros. ¿En qué se había metido?

A su suerte el frío aire que entraba por su ventana la hacía calmarse un poco.

Ya había llegado el momento, con algo de molestia fingió una sonrisa, salió del auto, tomó sus cosas y caminó hasta la entrada de la casa.

Nock Nock Nock

Tocó la puerta esperando respuestas, rápidamente una dulce mujer de unos setenta y tantos alegre, abrió la chirriante puerta.

Liz: Hola abuela, ¿Cómo es--

No había podido terminar su oración el abrazo de la mujer la tomó por sorpresa, pero no dudo mucho en corresponder

Ofelia: Eres una mala nieta, ¿no te has animado a venir a visitar a tus abuelos o qué?

Liz frunció el seño y se excusó.


Liz: No he tenido mucho tiempo por el colegio

Ofelia: El mentir de esa forma es un tanto cruel de tu parte, pero lo dejare pasar por ser el primer día con nosotros.

Con bastante felicidad la mujer agarró las maletas de la jovencita y caminando por el pasillo la llevó hasta la última habitación, era bonita, demostraba que hacía tiempo estaba preparada para recibirla, con algo de polvo, sin embargo le disgustaba la ventana, esta daba directo al pastizal.

Ofelia al notar como su querida niña observaba con algo de miedo y al mismo tiempo molestia la ventana le dijo

Ofelia: Lo bueno es que es invierno dormirás con la ventana cerrada

Eso había calmado un poco a la joven, que asintió en forma de respuesta a lo que había dicho su abuela.

Ambas empezaron a limpiar el polvo que había, el trabajo parecía ser interminable, sin embargo se quedaron algo distraidas al escuchar que la puerta del frente se abría.

La mujer se puso rápidamente feliz mientras que Liz estaba ciertamente desconcertada, no entendía la alegría repentina de la mujer, sin embargo procedió a seguirla al ver que se dirigía a la cocina.

Ofelia: ¿Cómo te fue hoy?

El hombre estaba parado en el marco de la puerta de la otra entrada de la cocina observando de pies y cabeza a Liz.

Oliver: ¿Y dónde está nuestra pequeña niña?

Liz soltó unas pequeñas risitas y se acercó al dulce anciano.

Liz: Aquí estoy

Oliver: No, no y no. Era mucho más pequeña (empezó a bromear)

Liz: No he crecido tanto

Olvier: ¿pero qué cosas dices?, antes eras tan pequeña que teníamos que fijarnos por donde caminábamos para no pisarte.

Liz empezó a reír para darle un cálido abrazo a su abuelo.

Ellos eran su familia de parte materna, su padre nunca se había hecho cargo de ella y su abuelo terminó por tomar el papel de padre que ella necesitaba.

Pasaron unos minutos entre bromas y bromas hasta que finalmente la abuela Ofelia les pidió que pongan adecuadamente la mesa, mientras ayudaba poniendo los cubiertos, observó por la ventana la casa de su "vecino", quedaba pasando la calle, se decidió a luego ir a ver.

Al terminar de colocar la mesa los tres se sentaron, la comida se veía realmente apetitosa sin embargo tras llevarse el primer bocado a la boca, Liz solo pudo ir al baño rápido.

El sabor era a podrido, como si llevara más de semanas así. Pero recordó que vio a su abuela cocinar lo cual la hizo cuestionarse de sus pensamientos.

Volvió a la mesa en donde veía que sus abuelos la esperaban, ya que se quedaron perplejos luego de ver como su amada nieta corría de la mesa.

Volvió a sentarse y les dijo que solo había tenido un "mareo" y que no creía que fuera buena idea comer por el momento.

Sus abuelos asintieron y siguieron comiendo mientras intentaban armar una plática amena y hogareña para que Liz se sintiera a gusto.

𝑻 𝑬 𝑵 𝑮 𝑶   𝑯 𝑨 𝑴 𝑩 𝑹 𝑬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora