Bucky frunció el entrecejo antes de abrir sus ojos. Se encontró en un lugar poco iluminado de techo muy elevado y paredes de concreto.―Ya era hora ―comentó la mujer de brazos cruzados que estaba recostada contra la pared.
Barnes se percató que estaba en una silla metálica, con los brazos sujetos a las reposeras.
―¿Qué quieres? ―preguntó después de varios intentos por liberarse.
La mujer se paró frente a él. Se había cambiado de ropa y tenía el cabello recogido.
―¿Te suena conocido el alias del Mediador de Poder? Fui contratada por el hombre que estuvo en su puesto durante el blip. Quiere recuperar su estatus y necesita conocer a sus enemigos.
―Eso no me dice nada, Mary.
―En realidad, mi nombre es Yelena. Te traje aquí para saber si debo considerarte como un aliado del Mediador de Poder o no.
―No lo conozco en persona. Solamente he escuchado hablar de él. Dirige todo en Madripoor.
Yelena extrajo su celular de su chaqueta y buscó las fotografías que había tomado días atrás.
―¿Qué me dices de esto? ―Le enseñó las fotos donde aparecía él, junto con Sam y Sharon.
―¿Me has estado siguiendo?
―Por supuesto. Ahora, no alarguemos esto… ¿Eres el aliado del Mediador de Poder?
―No lo conozco.
La rubia lo observó en silencio, pensando en si debía creerle o no.
―¿Tengo que creer que no sabes que así es como se conoce a tu amiga de la foto en Madripoor?
―¿De qué estás hablando?
―De Sharon Carter. Tengo información suficiente para demostrar que no ha dejado su puesto en Madripoor y ha estado vendiendo secretos del gobierno y la milicia.
Barnes se hartó de no hacer nada. Utilizó toda su fuerza en su brazo izquierdo para liberarse. Yelena tomó su arma y le apuntó cuando él lanzó la silla lejos suyo.
―Baja eso. No voy a atacarte ―aclaró―. Ahora, ¿tienes pruebas de lo que dijiste?
―Por supuesto que sí, pero no trabajo para ti. No te debo nada.
―Sabes que no puedo dejar que te vayas sin que me muestres esas pruebas. Estamos hablando de alguien que vende información clasificada a posibles enemigos de la nación.
Yelena lo pensó un poco.
―Supongo que si tú te encargas de ella, mi jefe tendrá un trabajo menos. Hagamos una tregua hasta que te muestre lo que necesitas.
―Llamaré a Sam. ¿Dónde estamos?
La rubia le pidió el celular y escribió en el chat que el hombre había abierto.
―Le pasé la dirección de mi departamento. Allá tengo la información. Llegaremos en veinte minutos ―abrió la puerta y lo instó a salir.
Cerró la entrada de la bodega y caminaron hasta tomar un taxi. Barnes vio que estaban cerca de las doce de la noche.
―Estuve mucho tiempo inconsciente ―comentó.
―Tuve que utilizar un anestésico experimental creado como un arma contra supersoldados ―explicó.
Yelena le pagó al conductor antes de bajar del vehículo. Subieron las escaleras en silencio. Melina les abrió la puerta, estando alerta de cualquier movimiento por parte del supersoldado.