III: Jeongin.

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Cuando Minho despertó, salió de casa lo más rápido que pudo, Dios sabía cuánto odiaba correr pero ahora lo hacía como si la vida se le fuera en ello. No sabía qué diablos hacer porque... ¿quién iba a creerle? Estaba seguro que sus amigos pensarían que solo les estaba gastado una broma, que nada de aquello era real y que solo se había convertido en un paranoico por creer que algo así.

¿Cómo podría explicar toda la situación sin lucir como un psicótico?

Cuándo bajaba las escaleras del edificio a toda velocidad se golpeó de frente con alguien que no vio, quiso seguir su camino sin siquiera ver quién era u ofrecer una disculpa por el golpe que se habían dado por su causa, pero un jadeo un tanto ahogado salió de su garganta cuando fue tomado por los hombros y pegado a la pared del pasillo.

Miró hacia el frente para encontrarse con los preocupados ojos de Jeongin, no lo aguantó más y las lágrimas corrieron por sus mejillas, pegó su rostro al pecho del menor, abrazándolo con fuerza.

Jeongin estando atónito, trató de recordar la última vez que Minho le abrazó.

—Todo es real, maldita sea —habló con un tono desesperado, apretando con fuerza la tela gruesa del suéter de Jeongin, clavando sus blancuzcos dedos en ella—. Y-yo... Conté mal y todo se puso feo, él dice que debo estar con él porque... Porque así se lo prometí, en algo así como una vida pasada ¡Seguro está mintiendo! Lo único que quiere es volverme loco.

Jeongin veía perplejo el comportamiento de Minho, antes había llegado a pensar que era solo una mala broma de su parte, pero al ver el estado alarmado en que se hallaba, aceptó que decía la verdad.

Le recorrió una oleada de temor, pues después de todo aquél ente quienquiera que fuese venía de un plano diferente y desconocido al suyo. Por otro lado, no pudo evitar que cierta emoción le recorriera casi por completo, desde que era un niño siempre le atrajeron el tipo de historias y sucesos paranormales.

Al muy masoquista no le importaba que al caer la noche terminaba durmiendo con una luz en su habitación y sin ser capaz de salir de la cama hasta que el sol se colase por la ventana, además de los incontables credos que murmuraba cuando se asustaba demasiado.

—Vamos a ver —tomó de la muñeca a Minho para hacerlo caminar escaleras arriba hacia su departamento.

No podía ir tan rápido como quería, las piernas de Minho temblaban y sus pasos eran lentos porque no quería volver, mientas subía pensaba en que no era una muy buena idea.

Cuándo se hallaron frente a la puerta de madera, Jeongin reparó que estaba fría. Gélida. Como si en lugar de estar en los meses cálidos del año se encontraran en uno muy frío o como si la noche anterior hubiese llovido a lo largo de toda su duración.

Tragó saliva y empujó la puerta con una corriente eléctrica recorriendo su brazo. Las luces estaban apagadas, al encenderlas todo estaba en su lugar. El departamento parecía recién aseado pero sí advirtió un inusual aroma impregnando en el ambiente.

—Que asco, parece que algo murió aquí —comentó Jeongin adentrándose en la habitación con un Minho temeroso caminando detrás de él, sujeto de su suéter, luciendo como un pequeño niño temeroso.

Al entrar, Minho cerró la puerta detrás de él, separándose de Jeongin sin saber muy bien qué hacer. Tenía miedo de que él apareciera de un momento a otro por allí ¿sería que solo él podía verlo?

—¿Dónde están las cosas con las que hiciste el ritual? —preguntó Jeongin mirando de un lado a otro.

No veía nada inusual pero desde que entró al departamento se sentía extraño, con pesadez, leves náuseas. Lo curioso es qué Minho no percibía nada en particular, solo sentía temor, no más.

. ☁︎ ࣪ . 𝗲𝗹 𝗮𝗺𝗮𝗻𝘁𝗲 𝗱𝗲𝗹 𝗱𝗶𝗮𝗯𝗹𝗼 ⋆ minsung ‹3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora