Una palabra

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Discutimos como nunca, estabas furiosa, con la mirada tan rota como mi corazón.

Habías retenido la verdad por cinco largos años, y por fin, bajo un cielo obscuro, solo teniéndome a mí frente a tus agallas reprimidas por los sentimientos, soltaste palabras hirientes e inimaginables.

Lamento hacerte retenerlas por tanto tiempo, no caí en cuenta del daño que te provocaba hasta que pronunciaste tu discurso para cambiar la dirección de su daño.

Y ahora estoy destrozado, escuchando la última palabra que me dedicaste haciendo eco en mi asustado corazón.

Solo éramos tú y yo, ahora soy solo yo.

Y lo siento, sé que yo te herí primero, lo único que hiciste fue regresar lo que te debía.

Nunca voy a poder olvidar esa última palabra, amor. Pero al menos me hace feliz saber que tú ya no tienes motivos para volver a reprimirte.



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