Jaken

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—Amo Sesshōmaru...

No hubo respuesta.

Con los años, había aprendido a entender los silencios del daiyōkai, pero algunos accionares seguían siendo un misterio para el pequeño sirviente. Por ejemplo, nunca hubiese imaginado que su amo usaría al Colmillo Sagrado en un ser humano; después de todo, había tenido muchas oportunidades para probar los poderes con otro tipo de criaturas.

El haberla devuelto a la vida con los recientemente comprobados poderes de la espada sanadora no lo hacía a su amo responsable de la chiquilla que se habían encontrado; aquel razonamiento le hizo recordar por qué se había dirigido a él en primer lugar, por lo que intentó reanudar su plática.

—Discúlpeme, amo, pero esa humana aún nos está siguiendo.

Nuevamente, el silencio fue lo único que obtuvo Jaken.

«El amo Sesshōmaru la revivió y ahora no lo deja en paz. Debería estar de rodillas agradeciendo que no la ha vuelto a matar, pero ni "mu" ha dicho. ¿Qué le sucede a esta mocosa, acaso no entiende que no sobrevivirá si continúa con nosotros?»

—Deje que me encargue de esta insignificante molestia con mi báculo. Hágase a un lado, puede que apeste a carnita asada—anunció posicionándose con la cabeza del viejo apuntando a su objetivo.

—Sigue caminando, Jaken.

Los humanos no tenían mucha resistencia, como bien era sabido. No hubiese dado ni un cobre por la niña, no obstante, no se había detenido un segundo. Era evidente que la energía renovada con la que había regresado de entre los muertos le había permitido avanzar hasta aquel punto, pero pronto llegaría a su límite. Su amo tenía razón: no podría seguir así mucho más; si continuaban a ese paso, la mocosa sucumbiría y moriría de cansancio.

Hacía hora y media que habían dejado el bosque atrás, momento para el cual el horizonte se teñía de rojo y la luz del día transicionaba hacia un cielo que descubría las primeras estrellas. En la lejanía, el contraste permitía vislumbrar algunas construcciones de un asentamiento humano y los campos de cultivo que lo rodeaban.

La indeseada acompañante no dio indicios de dejarlos y dirigirse a la aldea, sino que se esforzaba por mantenerse lo más próximo a los demonios que sus pequeños pasos le permitían, haciéndose notablemente más atolondrados a medida que la penumbra entorpecía su visión. Tropezó varias veces con raíces y pozos hasta dar de bruces con un Jaken que se había detenido de sopetón. Obediente a la palabra de su señor, el demonio anfibio la ignoró.

—Amo bonito —interrumpió nuevamente, sudando la gota gorda por miedo a molestarlo al hablar sin permiso. Consideró prudente seguir al no recibir una orden directa de cerrar la boca—. Amo, su sirviente lo ha buscado incansablemente día y noche hasta dar con usted. No ha dormido ni comido velando por su bienestar y... bueno, es que se me olvidó que vino un mensajero del palacio. Ha insistido en verlo personalmente, a pesar de haber dejado bien en claro que usted estaba muy ocupad...

Un fuerte impacto en la coronilla lo cayó de pronto.

—Haz tu trabajo.

—... De inmediato Señor, ni notará que me fui—dijo con ojos llorosos, sobándose el chichón que acababa de emerger por el golpe que había recibido.

Jaken se apresuró a desviarse del sendero por el que transitaban, en donde criaturas más tímidas se escondían de los viajeros que lo utilizaban. El sonido de la corriente lo guió hasta un arroyo, a la orilla del cual preparó el nintōjō con el cabello de la vieja tocando las aguas. Con ella sacó tres pescados, de los cuales solo extrajo los ojos.

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⏰ Última actualización: May 03, 2021 ⏰

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