IX

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Dicen que si le das suficiente tiempo al mar este terminará por erosionar la montaña.

Parecía que después del éxito de su plan para jubilarse todos los demás habían sido gafados por una mano negra excepcionalmente sádica y si lo pensaba detenidamente, en realidad nada en lo referente a la primera farsa había salido exactamente como estrictamente lo había planeado.

Sí, después de establecer el contrato con la Zarina mediante Signora había estado al tanto de la invasión de los fatui e incluso lo había orquestado todo para que el sello de Osial fuera renovado antes de retirarse del escenario principal, pero cuando se trataba de algo que él había organizado la teoría y la práctica eran a menudo más antagónicas que compañeras.

Su plan sin fisuras había demostrado estar lleno de grietas por todas partes una vez se puso en marcha. Así pues, el antiguo arconte no podía más que agradecer que Lumine hubiera encauzado las aguas de vuelta al mar antes de que la presa explotase y todo terminase antes de empezar.

Ahora, sin embargo, no podía volver a recurrir a su ayuda.

Débil, sin gnosis y con una enfermedad que cada día parecía ganarle más y más terreno Zhongli se sintió por primera vez en mucho tiempo completa y absolutamente perdido. Él era consciente de que esa debilidad le estaba haciendo tomar decisiones completamente irracionales.

¿Qué esperaba exactamente? ¿Qué averiguar la causa del incremento de la hanahaki y erradicarla hiciera que la enfermedad se fuera de sus pulmones sin tener que lidiar con lo que implicaba haberla contraído en primer lugar? El antiguo arconte sabía que estaba siendo delirantemente obtuso. Irrefrenablemente ingenuo.

Y, aun así, aun así se aferró a esa nimia esperanza como si fuera el creyente más devoto de la iglesia de Favonius.

Guizhong siempre había sido la de los planes brillantes.

Guizhong siempre había sido la que sabía lidiar con el absorbente entresijo que resultaban ser los sentimientos.

Finalmente, dos días después del incidente en el que estaba evitando pensar demasiado, con un sabor amargo y metálico deslizándose por su garganta salió de su casa para buscar a la única persona que podría darle más detalles sobre dónde debía empezar su investigación. Al menos, resolviendo esa clase de cosas siempre había sido el mejor.

Solo esperaba que su debilitado poder fuera suficiente para calmar la amenaza que parecía haberse despertado en las entrañas de la tierra.

Encontrar a Ganyu resultó fácil para él. Los inmortales no estaban exentos de tener hábitos reconocibles y después de permanecer tanto tiempo en Liyue había averiguado la mayoría de los pertenecientes a sus antiguos compañeros. Aunque en realidad, lo había hecho en primera instancia en un intento de evitarlos mientras llevaba a cabo su falso funeral. Hubiera sido un grave problema para él que alguno de ellos le hubiese localizado en su disfraz de Zhongli antes de tiempo.

No venía a hablar de nuevo sobre ese tema, sin embargo.

—Así que, ¿quieres invitarme a comer? —preguntó Ganyu. La había interceptado en su camino al quiosco Xinyue después del trabajo. La mirada casi condescendiente que ella le estaba dirigiendo removió el pecho de Zhongli con un sentimiento de incomodidad.

—¿Es algo tan raro? —preguntó finalmente.

—Bueno, Lumine me comentó que tenías cierta tendencia a olvidar tu cartera en los momentos más inoportunos —respondió la mujer con sinceridad. Vio como ella juntaba sus dos manos frente a su pecho, sus dedos apenas rozándose.

—¿Mi cartera? —Zhongli parpadeó. Se quedó profundamente callado e instintivamente llevó la mano al bolsillo trasero de su pantalón—. Oh —el sonido de su voz fue apenas un débil murmullo que aún así fue captado claramente por su acompañante. Efectivamente se había dejado la cartera en casa. Los ojos de Ganyu se entornaron mientras él le dirigía una sonrisa encantadoramente falsa.

Boca de dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora