No voy a mentir, no en este momento donde las evidencias me delatan a mil kilómetros. Aunque soy de largar muchas veces mentiras piadosas y que no lastiman a nadie, en este caso no puedo ocultar la verdad.
Estoy borracha, completamente borracha. Ya llegué a ese punto donde todo está más que borroso y lo que sucede a mi alrededor se vuelve más lento, dónde sientes adrenalina de hacer cosas estúpidas sabiendo que mañana podrás arrepentirte pero que en este momento no te importa para nada y dónde por supuesto no puedes siquiera moverte porque tu cuerpo se pone más pesado.
Y preguntarán, ¿Qué paso con el chico sexy... digo, el chico de ojos negros? Pues paso a informar que el está en perfecto estado. La verdad no puedo creerlo, ha bebido más de lo que bebí yo y su resistencia con los efectos que el alcohol provoca es increíble. Ni siquiera parece que haya estado bebiendo, sigue muy consciente e igual de bueno...
Basta, ¿ven que decir cosas sin sentidos que se me podrían escapar fácilmente de la boca es otro efecto secundario del alcoholismo? Prometo no beber más...
Sí claro, como si me creyese a mí misma.
—Ay... mi... cabeza... —hablo arrastrando las palabras y chocando mi frente con la mesa de tragos, está fría.
Todo me da vueltas y me marea, las luces que apenas iluminan el bar ya hasta me encandilan, sólo quiero un lugar completamente oscuro donde respaldar mi cuerpo y dormir como un pequeño bebé sin preocupaciones. Sería lindo ser un bebé, sólo comen, hacen sus necesidades y duermen. No les rompen el corazón porque aun no han desarrollado ciertas emociones simbólicas.
—Amigo, está jodidamente mal —habla Uriel, ya está secando todos los vasos que utilizamos. ¿En qué momento nos terminamos todo? No lo sé.
—Lo sé —contesta él alzando sus hombros, toma un trago de su cerveza.
¡Encima mezcla alcohol y aún está fresco como una lechuga! Dios mío, necesito ese aguante. Obviamente que perdí, no creí que lo haría pero siempre me meto dónde no sé jugar. ¿Cuando tomaré buenas decisiones que no dejen mi dignidad por el subsuelo? ¿Cuándo?
—¿Qué...? —me incorporo al saber que hablan de mí. —Us... tedes están... mal —cierro mis ojos con fuerza, me sigue doliendo la cabeza y siento palpitar a mis costados.
Ambos se miran entre ellos y vuelven sus miradas a mí con cierta preocupación. Estúpidos hombres, te hacen beber como si no hubiese un maldito mañana y luego se preocupan como si nada. ¿Si ya saben cómo soy, para que me hacen tomar?
Aunque ellos no sabían cómo me pongo con unos simples tragos, eso solamente lo sabe mi mejor amiga Lisa quién se encarga de mí en las fiestas cuando ya no doy más y parece que voy a resucitar recién al tercer día como Jesús. Ella es mi ángel guardián, aunque ahora mi ángel guardián anda de fiesta en fiesta, los sábados son sus puntos débiles.
—Voy a llamarte un taxi, Eleanor —sentencia Uriel y agarra el teléfono colgando en la pared, comienza a marcar pero lo detengo.
—¡¿Quién te dijo mi nombre?! —exclamo acusándolo con el dedo.
Lo sé, tengo algo con señalar y apuntar a las personas.
Me devuelve una seña con el dedo en su boca para que haga silencio y baje la voz, las personas en el bar voltean a verme con miradas extrañas. ¡Ahora soy la única que se emborracha, por favor!
Ya avisé que iba a ser la borracha llorona y al parecer loca también.
Hago el mismo gesto que él y lanzo una risita divertida. Me gusta beber alcohol, es divertido y todo es más gracioso y sin sentido, además de que los problemas parecen desaparecer.
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Algo de una noche.
RomantikEn esta historia los protagonistas son Eleanor y Alec. Jamás habían cruzado palabras en sus vidas y creían que todo iba momentáneamente bien. Pero una noche, Eleanor con el corazón roto decide consolarse en los brazos del sexy y desconocido Alec. ...