Eres lo más mareante y reconfortable para una tranquila noche de sábado. Me encantas, pero, acompañado de tus enemigos, el jugo de naranja y energética. Pero esta carta no es para tirarte flores.
Más bien, esta misiva va dirigida a tus componentes principales, que ahora, destruyen mi organismo, no como antes. De verdad no lo entiendo.
Antes, podía pasar todo el día y noche junto a tí, pero ahora, eres cargante y pesado. Con un poco de tí, mi mente se va y aparezco en la cama de alguien más.
No sé lo que signifique eso. Una vez alguien me dijo que los alcoholicos, después de tomar mucho, con tan solo un vaso, caen rendidos a ti nuevamente. Me convertiste en algo que conscientemente quise ser y no me arrepiento, pero me gustaría que dejaras de invadir mi organismo, destruyéndolo como un tifón a una isla.
Sé que responderás a esto con las típicas palabras de que yo soy la culpable, porque soy yo la que te elegí para reemplazar algo. Pero déjame decirte, que el contrato entre nosotros dos, que nunca se escribió, no tenía estos términos por ignorancia mía.
Me gustaría poder decir que el alcohol es malo, como lo son las drogas, pero no es así. No se trata de que sean malos o no, se trata de qué tan mal te hacen a ti y de tus razones para que le dejes que te haga daño. Son elecciones personales.
En fin, me gustaría pedirte que reflexionaras acerca de tus acciones, porque yo lo haré con las mías.
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Cartas a la vida.
SpiritualPalabras que siempre hay que decir. Una niña que quiere decir mucho pero tiene tan poco.