Mediados de marzo y la ciudad que nunca duerme fue abarrotada por una semana de frío intenso, ella estaba por Brooklyn, paseando por esa ciudad que la vió desarrollarse y convertirse en lo que ahora es, a pesar de no ser estadounidense, se sentía como en casa a veces gracias a ese país que la recibió con los brazos abiertos. Cuando por fin, después de unos largos minutos de caminata dió con el bar en donde ella pasaba alguna de sus tardes luego de la universidad, celebrando una materia aprobada o llorando por una desaprobada, esa última la hizo reír con melancolía. Ahora ya era toda una arquitecta, pero seguía ahogando sus penas en una botella.
Se paró frente a la entrada y subió la mirada, el bar ya tenía otro dueño y por lo tanto, otro nombre. Le habían contado hace unos meses que un inversionista o alguien por el estilo lo compró. Dió unos pasos y se sumergió dentro del lugar, que para su sorpresa seguía estando bastante igual a como lo recordaba, las pocas diferencias capaz sean las sillas y mesas, pero luego todo sigue perfectamente igual a como lo recordaba.
Fue hasta la barra y se deshizo de su gabardina, la colocó sobre su regazo y pidió una copa de vino blanco. Dió el primer sorbo y sintió como el liquido le calo la garganta, sinceramente el clima no daba para estar en un bar, por lo que entendió la poca cantidad de gente, solo había un grupo de muchachos jugando billar y alguna que otra pareja en una mesa. La barra estaba con seis personas y cada una en lo suyo.
Volteó la mirada hacia una de las mesas que se encontraban hacia una ventana y observó como una linda parejita de adolescentes estaban acaramelados y riendo de lo que el otro decía. Suspiró, ahí mismo fue donde el primer novio que tuvo cuando llegó a este país la terminó, y para colmo fue él quien invitó y no pagó.
Quien diría que vendría al mismo bar y por un motivo casi igual de tonto, como lo era el amor. Escuchó el timbre de su celular y vió quien la marcaba, lo volvió a bloquear.
—¿Por qué esa cara?— oyó una voz masculina a su derecha.
— No te importa— exclamó la rubia y bebió de su copa, ahora que lo notaba, el vino estaba bastante bueno.
Él la recorrió con la mirada y pudo notar como sus ojos estaban un poco enrojecidos, al igual que sus pómulos. En ese momento pensó en dos variables: estuvo llorando o el frío insufrible que hacía afuera la tenía así, y a quien iba a engañar, iba más a por la primera. Así que, pensó en tratar de distraerla un poco de lo que le estaba pasando y de quien o que seria el culpable de tenerla así.
—¿No te gusta el vino?— volvió a hablar el susodicho y ella volteó a observarlo.
Resopló y volvió su vista a la copa.
— Algo— fue lo único que pronunció la ojiverde, escuchó un chasquido y en unos segundos tuvo como siete botellas de vino delante suyo.
El barman colocó las botellas tanto de vino blanco como el rojo a merced total de la rubia que no entendía que diablos estaba pasando.
— Perdón, señor— el muchacho se disculpó con nada más ni nada menos que con el hombre que estaba intentando sacarle conversación.
El hombre le resto importancia con sus manos y se levantó de su asiento.
— Tranquilo, Kevin— fue hasta el otro lado de la barra y se acercó a susurrarle algo al tal Kevin.
La rubia estaba presenciando todo y no entendía nada.
La ojiverde analizó las facciones de ese extraño hombre y no pudo evitar pasear su mirada. Él era bastante alto, con cabello castaño y una espesa, pero extremadamente cuidada barba que cubría su mandíbula, ojos claros y unos brazos para morirse y volver a revivir.
El barman asintió, luego de que el hombre haya finalizado sus palabras y se retiró hacia la otra punta de la barra. Ahora el castaño tenia toda su atención puesta en la rubia.
— Elige uno— él puso sus brazos sobre la barra y se apoyó contra ésta— o todos...
La ojiverde enarcó una de sus cejas.
—¿A qué vino todo esto?— inquirió ella, entrelazando sus dos manos y poniéndolas sobre la barra.
— Te estoy dando a elegir los vinos que quieras tomar, la casa invita— él alcanzó su vaso de whisky que estuvo bebiendo hace un rato.
— ¿Y qué rayos te crees? ¿El dueño?— se mofó la rubia.
— No me creo el dueño, lo soy.
El castaño le guiñó un ojo a la rubia y disfrutó ver el rostro de impacto, con un toque de vergüenza implantandose en ella.
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N/A:
No aguanté y ya les quise mostrar esto 🙈 jajaj
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¡¡Espero y les guste!! <3
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STRANGERS BY NATURE
FanfictionNunca antes había visto el cielo de este color. Es como si estuviera notando todo un poquito más. Ahora que todo el polvo se ha asentado. Refuto todas mis refutaciones. Nadie sabe lo que es ser nosotros, dos extraños por naturaleza.