Prologo

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Era una fría noche de Mayo, la misma luna parecía esconderse de la tristeza que emanaba de aquel hombre, vestido casi por completo de negro, había detenido su auto en medio del camino hace algunos minutos y esperaba paciente, algo muy extraño en él. Pero esta vez, más que estar molesto por la tardanza de la persona a quien esperaba, le suplicaba al tiempo que se detuviera.

Apoyo el moisés en el capó del coche y miró fijamente a los pequeños que dormían tranquilamente, inocentes, ajenos a los peligros que los acechaban. Klaus Mikaelson no era conocido por arrepentirse de sus actos, pero en ese justo momento, bajo el manto de estrellas que lo cubría y en complicidad con los sueños de aquellos pequeños, se lamentó en silencio. Acarició el rostro de la pequeña y sonrió con tristeza, luego dirigió su atención al bebé junto a ella. El pequeño de ojos azules había despertado y miraba fijamente a su padre quien le sonrío a medias y sujeto su pequeña mano.

Las luces de un auto deslumbraron al pequeño que en respuesta cerro los ojos con fuerza. Klaus miró por encima de su hombro encontrándose con un auto que se había detenido apenas a un par de metros de él. Escuchó la puerta del auto abrirse seguido del sonido que producía el tacón de las botas de su hermana contra el suelo.

Sujetó el moisés y se giró para mirar a la rubia, quien lucía claramente nerviosa, probablemente por lo mala que había sido su despedida cuando dejó la ciudad, pero aun así, un sonrisa se asomó en sus labios apenas vio a su hermano cargando a sus sobrino.

-Hermanita- dijo el mayor a modo de saludo.

La rubia lo miro directamente y todos los nervios desaparecieron, no importaban los problemas del pasado, solo estaban ahí, de pie, dejando los rencores, y la tristeza, siendo simplemente hermanos. Ambos sonrieron mirándose. Rebekah se detuvo al estar frente a él y miró a los pequeños que sostenía.

-Son iguales a su madre,- dijo ella - puede ser que Dios si exista.

Klaus soltó una suave risa ante el comentario de su hermana y miró de nuevo a sus hijos.

-Creo que tienen un toque de demonio en sus ojos, lo heredaron de mi- dijo Klaus mirando a los pequeños, Rebekah sonrió, ella misma había dudado de las intenciones de su hermano para con sus hijos, pero estando de pie frente a él, puedo ver todo el dolor que sentía ante la idea de apartarse de ellos, puedo ver el gran amor, que aquellos pequeños con apenas unas horas de nacidos inspiraban en su hermano. -Necesitarás una bruja en quien confiar, para que pueda ocultarlos con magia- dijo el hombre tornando su expresión seria y devolviendo su atención a su hermana.

-La encontrare- afirmó ella con seguridad

-Nadie debe encontrarlos- insistió

-Sé que hacer Nick.- Él asintió levemente con la cabeza y volvió a mirar a los pequeños, Rebekah lo imito y sonriendo agregó: -tal vez tenga una cerca blanca. Creo que sería hermoso.

Klaus no le respondió, mantenía la atención en los pequeños

-Esta ciudad, lo hubiera matado, pero la voy a convertir en su hogar y todo aquel que les desee algún mal, será derrotado, su voz, se quebró y las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos luchando por salir. -Tan seguro como que mi sangre corre por sus venas, ustedes regresan a mi.- se acercó con dificultad al moisés y deposito un suave beso en ambas cabecitas.

Le dio el moisés a su hermana quien lo sostuvo con cuidado mirando a sus sobrinos, Klaus llevó su mano al bolsillo de su chaqueta y sacó una pequeña figura de ajedrez tallada en madera, un caballero. Lo dejó con cuidado en medio de los mellizos . Rebekah reconoció la pieza de inmediato y miró a su hermano.

-A pesar de nuestras diferencias Rebekah, no le confiaría la vida de mis hijos a nadie más- la rubia sonrió ante las palabras de su hermano y sintió como algunas lágrimas se aglomeraban contra sus párpados. Klaus se acercó y le dio un suave beso en la mejilla -Se feliz, hermanita.

Ella le sonrió ampliamente y asintió con la cabeza, después miró de nuevo a sus sobrinos y agrego:

- Serán felices Nick, lo prometo.-él sonrió con tristeza y miró a sus hijos de nuevo -¿Cómo se llaman?

Klaus sintió como un nodo se formaba en su garganta, miró al cielo y soltó un suspiro, miró a su hermana de nuevo.

-Hope y Henrik, - decir sus nombre en alto lo quebró, sintió como una lágrima rebelde se escurría por su mejilla -sus nombres son Hope y Henrik.

Rebekah miró a su hermano, le partía el alma verlo así, quería decir algo que pudiera consolarlo, pero no se le ocurría palabra alguna. Así que no dijo nada, se dio la vuelta y caminó hasta su auto, deteniéndose en la puerta para mirar a su hermano una vez más, él había retrocedido, pero continuaba mirando fijamente el moisés, cuando Rebekah se detuvo, él quiso volver a avanzar, abrió la boca para decir algo más, pero las palabras no salieron de entre sus labios, extendió su mano hacia su hermana, pero se forzó a sí mismo a regresar, apretó sus labios y mentalmente se repitió la promesa que había hecho a sus hijos:

"Tan seguro como que mi sangre corre por sus venas, regresarán a mi"

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