tuesday ─ treasure

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Doyoung llevaba buscando su salón de baile desde hace quince minutos. Habían cambiado de aula, pero no dijeron exactamente a cual. Subía y bajaba escaleras, harto ya de andar deambulando por la escuela a esas horas.

En su camino se topó con el aula de música, un día normal pasaría de largo ignorándola y listo, pero esa vez hizo una excepción al escuchar una voz armoniosa provenir del interior de esta.

El castaño había escuchado voces hermosas a lo largo de su vida, desde cantantes hasta simples jóvenes partes del coro. Pero esta vez, era distinto. La voz se podía describir como angelical, con un tono suave pero potente, totalmente ajeno a todo lo que había escuchado antes.

Se asomó por la ventana del pasillo que daba al interior del salón, pudo ver a un chico de su misma edad o un poco más grande quizá, tocando con delicadeza las cuerdas de la guitarra mientras armonizaba con su voz.

Doyoung perdió la noción del tiempo al escucharlo cantar, simplemente estaba fascinado, además de tener talento, el muchacho era atractivo; su cabello castaño claro caía cautelosamente sobre su frente, sus ojos estaban cerrados sintiendo la música traspasarse en él.

A Kim ya no le importaba su clase al parecer, ya que había estado escuchando al muchacho alrededor de diez minutos cuando la lluvia se largó. El joven cantante alzó su mirada al escuchar las gotas caer, casi teniendo un infarto al ver a un chico en la ventana, observando en silencio, quien también se asustó por la repentina mirada del chico en él.

—¡Disculpa!—gritó Doyoung desde la ventana.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí?—preguntó, aún un poco exaltado.

—Unos... ¿Diez minutos?—indaga.—Lo siento, es que tienes una linda voz

El halagado sonrió.—Muchas gracias... Mh, ¿Cómo te llamas?

—Doyoung—contestó.—Estaba de paso para el club de baile, dime, ¿Tu nombre?

Antes de que pudiera contestar, se escuchó un grito desde el final del pasillo, rompiendo su pequeña burbuja.

—¡Kim Doyoung!—exclamó la profesora—¡La clase ya comenzó!

Sin darle tiempo de decir su nombre, Doyoung salió corriendo hacia su salón. Había quedado con el corazón roto al no saber el nombre del chico que había conocido este martes, esperando al siguiente para volver a encontrarlo.

Esta vez, llegó media hora antes de su clase de baile. Los días habían pasado desde que conoció al castaño. No salía de su mente, aun podía recordar con claridad su cálida voz y su sonrisa, no era alguien fácil de olvidar, era como llevarlo tatuado en la memoria siendo incapaz de sacarlo.

Se dirigió al salón de música, con la esperanza de que ya estuviera allí. Se sentó en una de las sillas del lado de la ventana esperando pacientemente, pero no llegaba. Quince minutos habían pasado, sin señal alguna del cantante. Doyoung empezaba a perder la fe, recogió su bolso del suelo y fue hasta la puerta. Una vez allí afuera, en el pasillo contrario, pudo ver a quien esperaba; caminando con cierta incertidumbre y quizás, un poco de alivio al verlo.

—Hola—saludó el menor, sin saber qué decir o hacer, su cuerpo estaba congelado ante el mayor. Había pensado mucho en su reencuentro los últimos días, y una vez allí, había quedado sin habla.

—Soy Yedam—respondió.—El martes pasado saliste corriendo y no te pude contestar, perdóname

—Un gusto, Yedam—el menor sentía sus mejillas calientes.—Así que, ¿Cuándo es tu próxima clase?

Un cruce inesperado, los llevó a conocerse a la perfección. Doyoung empezó a adorar al mayor, aun mas cuando este le ofreció cantar o tocar la guitarra, detalles que enamoraban a Kim. Y en cuanto menos lo esperaban, se encontraban en una reciente relación, con Yedam cantándole y Doyoung disfrutando su voz.

—Dobby, llegarás tarde a tu clase de baile—dijo aún con las yemas de sus dedos acariciando las finas cuerdas de su guitarra.

—No me importa—dijo el menor dándole un pequeño beso en la comisura de los labios.—Cántame otra vez.