Fantasmas Familiares

Parte 1

FANTASMAS FAMILIARES

"El amor es tan apasionadamente terrible que sufriríamos sino sufriésemos por el"

"Apreciado señor Hugo

Permítame saludarle.

Anticipo su sorpresa al recibir la presente carta; la misma es para hacer de su conocimiento del repentino fallecimiento de su abuelo Don Baltasar Gidea. Me es lamentable ser el portador de tan mala noticia, mas no he tenido otra opción. Le doy mi más sentido pésame, recordándole que cuenta con mi apoyo absoluto para que pueda superar dicha perdida. Me es también obligatorio informarle que fui un gran amigo de su abuelo, quien antes de morir me encomendó su última voluntad; dejando además, bajo mi cargo, su testamento, el cual consta de considerables bienes territoriales y capital efectivo.

La última voluntad de su abuelo es que se lea el testamento en el castillo donde pasó sus últimos días de vida postrado en una cama, dicho testamento pidió ser leído en presencia de toda la familia, por tal razón le pido que asista a finales de este mes al puerto de Veracruz, tendrá una reservación en la posada El Ducado; allí se dará una mayor información sobre cómo se hará la lectura del testamento.

Participé personalmente tan funesta noticia a sus demás familiares, por lo cual no tendrá que preocuparse en informarles. Ya todos han confirmado su asistencia, sería muy placentero que hiciera lo mismo.

Sin más sobre qué referirme se despide de usted Don Gustav, abogado y amigo de la familia.

Reciba nuevamente mí más sentido pésame"

Se encontraba Hugo cursando sus estudios de medicina cuando llegó a sus manos la breve carta arriba mencionada, que le resultó tan extraña como imprevista; le causó mayor asombro no tanto la muerte de su abuelo, sino el hecho que le recordaran por medio de la carta que tenía parientes; ¡Parientes a los cuales desde hace muchos años no había vuelto a ver! Sólo mantenía algo de comunicación con un tío, Francisco era su nombre. De su demás familia desde hace años que no sabía nada. Las cosas sucedieron de esta forma a consecuencia, según le explicó su padre antes de perecer, por culpa de su abuelo, el fallecido Don Baltasar Gidea, hombre amargado y obstinado que siempre quiso hacer cumplir su santa voluntad. Tanta fue la presión que causó en su familia que poco a poco la fue desuniendo al punto de quedar completamente solo. Expatrió a todos sus hijos obligándolos a pasar necesidades, y nunca dio su brazo a torcer. El primero en librarse de la atadura de su verdugo fue Francisco; era muy joven para entonces y no quería obedecer a su progenitor con la idea de entregarse a la vida militar; él en cambio, teniendo inclinación por la pintura y la literatura, y sintiéndose apabullado bajo el techo de su verdugo, abandonó el hogar paterno sin gran fortuna y con poca experiencia, no yéndole muy bien en sus primeros años.

De igual forma, y siguiendo el ejemplo de Francisco, lo hizo Baltazar (padre de Hugo), Víctor, Betzabeth y Agustín; éste último, el más joven de los cinco hermanos, quedó huérfano de madre de nacimiento, pues la misma falleció trayéndolo al mundo, por tal razón Don Baltazar Gidea siempre sintió gran resentimiento hacia él; fue uno de los que más maltratos recibió, no tanto físicos sino psicológicos, por parte de su padre.

Hugo se preguntaba sobre la vida de todos sus familiares; qué habían hecho después de tanto tiempo sin saber de ellos. Tenía sus dudas en cuanto a sí confirmar o no su asistencia en el puerto de Veracruz como se le pedía en la carta; a caballo, el puerto no le quedaba a más de dos días de viaje, pero, teniendo sus energías concentradas en prepararse para sus exámenes, tal viaje lo creía como una rémora a su futuro profesional. Mas, motivado en el fondo, no tanto por la herencia, sino por la curiosidad de ver a sus parientes, decidió escribirle a su tío Francisco para ver si realmente era uno de los que había confirmado su asistencia; pensó que si él no iba, lo mismo haría. Se sentiría muy extraño en medio de personas totalmente desconocidas para él; estando su tío Francisco, creía, sería un alivio; tendría con quién hablar plácidamente mientras lograba encajar con los demás, por si decidía realmente ir.