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—Papá, ¿te acuerdas de Kunpimook Buwakhul?— preguntó Yugyeom a modo de introducción —Fuimos juntos a la secundaria.

El nombre sí, pero no se veía nada a como lo recordaba. Había desaparecido el desgarbado, torpe adolescente, reemplazado ahora por un hombre joven en plena forma. Tenía el cabello color castaño completamente desordenado, una amplia sonrisa y picardía en sus ojos color negro.

—Sí, me acuerdo— le dije, extendiendo mi mano para que la estrechara —Solo que creciste.

Yugyeom puso los ojos en blanco.

—Eso es lo que pasa cuando no ves a alguien por cinco años, papá.

Kunpimook sacudió firmemente mi mano.

—Encantado de verle, señor.

—Entonces, chicos ¿puedo traerles un trago?— les pregunté de nuevo —La cena estará aquí dentro de media hora.

Tomé mi vino mientras que ellos optaron por una cerveza. Yugyeom me dijo cómo la familia de Kunpimook se había mudado a Jeju y cómo había perdido el contacto con él a través de la universidad.

Pero Kunpimook había llegado a Seúl para pasar el verano. Literalmente se acababa de instalar en su apartamento y fue en busca de algo para comer cuando se encontró con Yugyeom en la calle quien sacó su celular y me llamó para ver si podía acompañarlo a cenar.

—Espero que no le importe— dijo Kunpimook con una sonrisa —Yo solo iba a tomar algo aceptable como alimento de una tienda de conveniencia o algo así.

Mi nariz se arrugó ante la idea y Kunpimook se empezó a reír.

—Esa es la misma reacción que tuvo Yugyeom.

La cena llegó y mientras comíamos, los dos muchachos hablaron de personas que ambos conocían. Aunque la conversación casi me excluyó, no me importaba. Era bueno ver a Yugyeom reír, además sus historias de la universidad eran bastante divertidas. Muy diferente a mí cuando tenía su edad, eso era seguro.

Yugyeom me miró.

—Estás muy callado esta noche, papá— tiró de la etiqueta de su cerveza —¿Cómo van las cosas?

Creo que quería saber cómo iban las cosas con Youngjae, pero no quería preguntar abiertamente delante de compañía.

—Bien— le dije, traté de no decir que estaba solo de nuevo, después de decirle a Jae que no estaba interesado —El trabajo ha estado ocupado.

Él entendió el mensaje, porque asintió y volvió a recoger la etiqueta de su cerveza. Cambiando de tema, miré a Kunpimook.

—Así que, ¿qué te trae de vuelta a Seúl?

—Tengo una pasantía de verano— dijo.

Estaba a punto de volver a hablar cuando el celular de Yugyeom interrumpió.

—Hey— contestó Yugyeom en voz alta —Diablos, sí, voy para allá. Llevaré a un viejo amigo mío que acaba de llegar a la ciudad... Está bien, nos vemos pronto— Gyeom colgó y miró a su amigo —Tenemos entradas para el nuevo club más famoso.

Kunpimook se encogió de hombros y sonrió.

—Uhm, claro.

Yugyeom me miró con un tono de disculpa.

—Lo siento, no podremos estar mucho tiempo esta noche. Espero que no te importe.

—No, no me importa en absoluto— le dije.

Y no me importaba. Demonios, a los veintidós años yo ya estaba casado, con un bebé en camino y una casa en los suburbios.

No fue hasta que estaban por golpearme los cuarenta cuando me di cuenta de todo lo que me perdí, prácticamente había pasado veinticinco años de mi vida escondiéndome...

—Vayan a pasar un buen rato— les dije —Tengan cuidado. Y si necesitan donde dormir en la ciudad, sepan que siempre habrá un lugar disponible aquí.

—Gracias— dijo Yugyeom con una genuina sonrisa de agradecimiento. Pero luego su frente se arrugó —¿Estás seguro que no te importa?

—¿Importar?— me burlé —Estoy celoso.

Se empezó a reír, aunque dudé que él supiera la verdad subyacente a mis palabras. Tenía celos de que él sí tuviera una vida social, celos de que aún tuviera su juventud sin el peso de los errores y la vida desgastada.

Después de despedirse, se fueron a pasar su noche de viernes fuera, haciendo Dios sabe qué mientras yo ordenaba las cosas de la cena, después me senté en uno de mis sillones preferidos con una copa de vino y abrí mi portátil pasando mi noche de viernes trabajando.


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El lunes por la mañana llegué temprano a la oficina, como siempre, y me había olvidado por completo del ingreso de los internos, o por lo menos así fue hasta que NaRa me llamó por el intercomunicador. Levanté la vista de las especificaciones del trabajo.

—Sí, NaRa.

—Perdón por la interrupción, Señor Im— dijo —Si pudiera molestarle en mi escritorio por un momento.

La única vez que NaRa pedía que fuera a su escritorio era cuando quería que yo tuviera una imagen visual de un cliente, o de la competencia, antes de conocerlos.

—Claro— le dije.

El escritorio de NaRa se encontraba a lo largo del lado izquierdo de mis puertas dobles, eso aseguraba que nadie llegase a verme sin consultar previamente con ella. Abrí la puerta y ella me entregó un archivo que abrí inmediatamente.

—Pasantes— dijo en voz baja —Hay tres para elegir, son ellos, por allá.

Miró fijamente hacia la sala de espera, sin mover la cabeza. Miré a dos hombres jóvenes y una mujer, todos deseosos de impresionar e impecablemente vestidos.

Por lo general, a los cuatro socios ejecutivos principales les daban a elegir entre los cuatro principales candidatos. Leí a través de las listas de credenciales de cada uno muy brevemente en primer lugar, ni siquiera miré los nombres o género. Yo solo quería talento.

Sin embargo, académicamente todos estaban relativamente parejos, pero luego, un nombre destacó. Arriesgué una mirada hacia el hombre en cuestión, que ni siquiera había reconocido como el chico que fue a cenar en mi apartamento hace tres noches. Se veía tan diferente.

Sin duda había desaparecido ese aspecto de mochilero que tenía aquella noche, pasando del chico que bebía cerveza y hablaba sobre las travesuras de borrachera con mi hijo. En su lugar estaba un profesional, serio, vestido con un traje de buen corte.

Sin pensarlo más, miré a NaRa, le entregué el archivo y le dije dos palabras que cambiarían mi vida.

—Kunpimook Buwakhul.


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