― En Saturno~ Viven los hijos que nunca tuvimos~ ― Tomó aire, mientras seguía cantando― En Plutón~ Aun se oyen gritos de amor~...― Sin importar su desafinada voz―En la Luna~ Gritan a solas tu voz y mi voz~
― Yaabil ¿Qué te paso mientras no estaba?―Interrogó María divertida, mirando de reojo al gato gris que estaba en su hombro, mientras cargaba las bolsas de tela con lo recién comprado.
― Nada.― Masticó un trozo de chocolate.― ¿Por qué?
― Esa canción me hace llorar cada vez que la escucho. Me recuerda las historias de amor que nunca fueron posibles en los libros o en el anime.― Acomodó las bolsas.
― Lo sé, esa canción me llego a la mente y hasta no escucharla no pararé de cantarla.―Ronroneo con gusto al sabor dulce del chocolate, que justamente ya había terminado.
― Cantas horrible.
― Igual que tú, así que no te quejes.― Devolvió el golpe.
La niña detuvo su caminata para observar las escaleras que tenía frente a ella. Para ir a la finca de don Pedro en la montaña, tenía que subir unas escaleras de piedra que estaban junto a la montaña. Odia subir esas escaleras, pero según su abuela, es un buen ejercicio, además, después de bastante tiempo haciendo esos recados, subiendo y bajando escaleras, ya su cuerpo esta medio acostumbrado a subir con tanto peso sobre ella.
― ¿Quieres que me baje? Así podría alivianar el peso.― Ofreció el gato de pelaje gris, observando el cansancio en los ojos de la niña.
― Sí, creo que es buena idea.
Yaabil se bajó de los hombros de María, quien suspiró y acomodó mejor las bolsas de tela en su espalda, el gato la miraba sentado en el suelo, intentando buscar alguna ayuda para que su dueña no tuviera dolores de espalda después.
― ¿Hay algo que yo pueda llevar? La última vez que cargaste todo sola, no pudiste acompañar a tu tío a arrear el ganado a caballo. María, estuviste adolorida casi una semana, tuvieron que llevarte al médico.― Expresó preocupado el gato.
― Gato, estaré bien. Ya me estoy acostumbrando a moverme más desde que vivimos en el campo, subir la montaña hasta la finca de don Pedro no es nada.― Atercó la niña de gafas, miró girando su cabeza en dirección al gato, quien había gruñido muy enojado.
Con las orejas para atrás, las pupilas contraídas y el lomo erizo, negó con la cabeza.― Niña, deja de hacerte la fuerte por Dios, te puedes lastimas.
María rodó los ojos, dejo las bolsas de tela en el suelo, y sacó las más pequeñas, sin importar que pesarán, y se las mostró al gato.― Aquí están los granos, que son frijoles, arroz, lenteja y demás, y aquí.― Señaló otra bolsa.― Está la carne.
― Puedo con eso.― Aseguró orgulloso, mientras peinaba su pelo antes erizo del enojo.
María no levantaba una ceja por que no podía, así que levantó ambas mostrando su credulidad ante las palabras del gato gris.― ¿Seguro? La carne pesa bastante.
― Claro que puedo, soporte tus muñecas y las cosas que me colocabas encima cuando eras pequeña ¿Crees que no podre con granos y carne? Niña, me tienes poca fe.
Suspirando de nueva cuenta, María acomodó las bolsas en la espalda de Gato. Las frutas, verduras, lácteos y condimentos los acomodo mejor en las bolsas de tela para llevarlas en su propia espalda como si fuera una maleta, sintió alivio ante el cambio de peso en su cuerpo, bajo la mirada observando al gato que la esperaba junto a su pierna.
― ¿Lista?― María le dio una última ojeada al gato, asegurándose que el cuerpo del felino estuviera bien a pesar del peso en su lomo.― Ah, María, estoy bien.

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𝑳𝒂 𝑵𝒊𝒏̃𝒂 𝒅𝒆 𝑮𝒂𝒇𝒂𝒔 𝒚 𝒆𝒍 𝑮𝒂𝒕𝒐 𝑮𝒓𝒊𝒔
RandomAntes era una niña y un gato en la ciudad. Ahora es una niña y un gato en el campo. El gato siempre esta con la niña, la niña siempre esta con el gato, todos conocen al gato por estar con la niña, y si no ven al gato junto a ella, le preguntan: "Niñ...