La luz que se apagó

2.6K 309 387
                                    

La luz que se apagó.

Camila noceda estaba sentada en la sala de la que fuera su casa desde hacía ya casi 30 años.

En su cómodo sillón individual frente a la ventana, apreciaba el hermoso atardecer que le regalaba el final del día con una sonrisa llena de nostalgia y anhelo.

Los últimos rayos de sol decoraban el espacio con hermosos colores cambiantes de dorado, rosado, rojo y violeta conforme el astro rey se ocultaba tras el horizonte.

La calidez de los últimos días de verano aún la llenaba de serenidad.

Al lado de su sillón yacía una mesita de café donde ajustadamente se acomodaban una taza de café negro, un vaso decorado de fantasía con orejas de gato que contenía un frapuccino de cookies n'cream, y un pequeño pastel de chocolate triple, que ella misma había cocinado previamente, donde, junto a una pequeña vela en forma de "uwu", sobre el glaseado de chocolate, con betún de vainilla color morado se leía:

"FELIZ CUMPLEAÑOS LUZ."

La mujer suspiró.

Hoy su preciosa niña cumpliría 29 años.

Hoy era el quinceavo cumpleaños que no celebraba con su presencia.

Pero el espíritu de Luz seguía presente por siempre con ella.

Su Luz fue, era y seguiría siendo una constante en su vida hasta el día en que su propia alma se apagara.

Y como cada cumpleaños, navidad, aniversario o festividad cualquiera, Camila, a pesar de todo lo que había trabajado, no podía evitar esa mínima pero dolorosa punzada de culpa penetrar a través de su pecho.

Su niña.

Su pequeña.

Su Luz.

Se había ido, y jamás supo a donde.

Eso era lo que más dolía.

Camila había pasado la mitad de los años que Luz llevaba desaparecida buscándola.

Al principio fue cerca, vecinos, amigos, familiares con los que pudiera haber huido para evitar el campamento, lugar de donde habría enviado las cartas que recibió.

Cartas que, en realidad, no tenían ningún origen, que se manifestaron de la absoluta nada en algún momento, y que ningún servicio postal o agencia policial habían sido capaces de rastrear.

Y que, desde un inicio, por su extraño lenguaje, debió entender que, o no procedían en realidad de su hija, o había sido forzada a escribirlas.

Debió extrañarle que Luz encontrara encanto en semejantes tareas, especialmente considerando su neurodivergencia.

Los mensajes de texto eran los que la convencían, de que su hija había estado bien, al menos por un tiempo, después de no asistir realmente al campamento regulador.

Cuando no recibió textos o cartas de Luz por un día, llegó hasta a sentirse un poco alegre.

Pareciera ser que Luz estaba tan ocupada con sus amigos, que finalmente, por una ocasión, se había olvidado de enviar un mensaje a casa.

El segundo día fue extraño.

El tercero, a lo largo de si, fue preocupante, así que, al llegar a casa, Camila llamó ansiosamente al teléfono del Campamento.

Seguramente Luz había vuelto a romper su teléfono, o habría algún retraso en las entregas postales.

Pero quería hablar con su hija.

La luz que se apagóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora