Noche del 25 de Febrero. Miércoles.

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No sé cómo explicarlo.

Es algún tipo de campo, bueno, una planicie vacía. No puedo ver el final ni tampoco el comienzo. La tierra es dura y de un color marrón algo feo. No hay ni un solo árbol, ni una sola flor u raíz. Algunas pequeñas rocas y nada más. El cielo marca el atardecer, con los colores anaranjados y rojos fluyendo en armonía. De repente empiezan a aparecer sombras. Son formas humanas.

Una persona. Dos. El lugar empieza a llenarse de personas intercaladas en el lugar, nadie esta a menos de tres metros del otro. Todos esparcidos en el vasto terreno como si de estacas se tratara.

Entonces, un pequeño grupo aparece. Van uniformados de un traje caquí y boinas rojas. Excepto uno. Algún superior, supongo. Este último lleva un abrigo rojo colgado a los hombros y un parche que cubre una de las varias cicatrices que tiene en la cara. Tiene una mirada severa, pero los labios se curvan en algún tipo de sonrisa.

-Dirigiéndose al objetivo número 12,567. Sin orden de restricción.

El grupo de diez que va con el Superior empieza a moverse. Realmente rápido a decir verdad. ¿De dónde sacaron palas? Están cavando a una velocidad increíble alrededor de un hombre con las ropas sucias y los cabellos realmente largos. Tiene un aspecto terrible. Pero no se mueve para nada. Ni si quiera parece estar respirando. Va descalzo y con los pies enlodados igual que los brazos y el cuello. El grupo se ha deshecho de las palas. Ahora estan enterrando algo.

Ay no.

Minas. Minas explosivas.

Vuelven a poner la tierra en su lugar. Increíble, el tiempo que me llevo exáminando al hombre es más que suficiente para que cumplan las órdenes.

Vuelven detrás del Superior, que está lo suficientemente lejos. Soy de nuevo un fantasma, así que no vale la pena esconderme, pero el instinto me lleva a alejarme junto a ellos.

El Superior chasquea los dedos.

Aquel hombre barbudo cierra y abre los ojos. Como si hubiera revivido de alguna manera. ¿Me parece a mí o sus movimientos son automáticos? Comienza a dar unos pasos, un pequeño estruendo con cada golpe por parte del talón.

Ahora comprendo.

Pero no puedo detenerlo. No puedo hacer nada. Un paso más y la luz incandescente, el humo y una llamarada aparece. El impacto es tremendo. Brutal. Creo que ví alguna extremidad volando. Otra mina explota. Otra. Una más. Varias más.

No lo entiendo del todo, en realidad.

En el momento en el que el humo se disipa, siento algo así como la boca seca. El Superior aún tiene esa sonrisa en el rostro. Vuelve a dar un orden nada diferente de la primera, exceptuando el número. El grupo vuelve a hacer lo mismo: cavar, enterrar, cubrir, alejarse.

Y los hombres que aún estan en el terreno siguen también el mismo libreto: Despertar, caminar, explotar, morir.

La velocidad con la que colocan las bombas y las vidas se desvanecen. No me parece sádico en el momento. No parece nada en absoluto. Me quedo absorta viendo partes despedazadas volando por los aires hasta que parece que estoy cayendo en un abismo.

Abro los ojos.

Ha terminado.

Bitácora de los sueños inconclusos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora