El camino hacia mi pesadilla

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Me encuentro tirada en una esquina, al lado de la cama, el suelo es frío, puedo sentir que las lágrimas que me salen se están congelando y todo en mi cabeza da vueltas.

No sé qué hacer, ya he luchado demasiado y nada de lo que hice ha funcionado, lo único que puedo hacer es mirar la ventana, se encuentra abierta y escucho que el aire entra mientras mueve las cortinas, esto para mí se convirtió en un malestar invernal que nunca olvidaré.

(...)

El día era tranquilo, cada vez me enamoraba más de todo a mi al rededor, era perfecto, no necesitaba nada además de que todos los días fuesen como ese.

Me sentía tranquila; un balance entre un brisa ligera y un sol radiante que no te llegaba a quemar, mientras me comía un helado, niños jugando y unas palomas que volaban cerca de donde yo estaba.

¿Quién diría que esa perfección acabaría convirtiéndose en mi pesadilla?

Aunque pensaba que estaba observando todo con atención, algunos detalles que determinaron mi final se me escapaban.

Yo no me daba cuenta de que había sido observada durante algunos días por un chico obsesionado con las mujeres altas y de ojos café.

Cuando estaba por acabar mi helado, me encontré con uno de mis amigos, su nombre era Carlos, no era muy cercana a él, pero sí lo suficiente como para hablarle cada vez que me lo encontraba, estuvimos hablando de cosas que sueles hablar con alguien, preguntas por su familia y el estado en que se encuentra.

En medio de la conversación él me dijo que se encontraba ahí porque había comprado algunas herramientas para arreglar una puerta en su casa, me mostró la bolsa donde las llevaba, también me comentó que aún debía ir a la casa de sus padres, porque allá tenía una de las cosas que le faltaba.

Como ya estábamos hablando de eso, me pidió el favor de acompañarlo, dijo que no se demoraría demasiado, solo era buscar si lo que necesitaba estaba donde recordaba, sino lo encontraba debía volver y comprarlo, pero al ser algo tan caro, según él, iba a buscarlo bien. No tenía nada por hacer, así que acepté.

En todo el camino estuvimos hablando y riéndonos de sus chistes, fue un momento agradable, él era bastante simpático y la amabilidad que tenía hacía que su belleza aumentara.

La casa de sus padres quedaba en una clase de bosque, estaba apartado de la ciudad, si se iba caminando se tomaba media hora llegar hasta ahí, pero estando con mi amigo el tiempo se fue volando.

Sin darme cuenta ya estábamos al frente de esa casa, al mirarla me di cuenta de que parecía una casa abandonada, entramos y la verdad es que por dentro era un lugar bastante limpio, no había ningún olor extraño y se notaba que habían personas viviendo en aquel lugar.

Pasamos media hora buscando lo que sea que quería y me salí, le dije que desconfiaba de que yo pudiera encontrar algo, no conocía los lugares de la casa y no sabía qué estaba buscando, me dijo el nombre de aquel aparato pero yo no sabía lo que era.

Él terminó aceptando, antes de que saliera me hizo una limonada, era deliciosa, su sabor era dulce y me gustó bastante, salí y me senté en una gran piedra que había cerca, esperé ahí hasta que saliera, Carlos cada cierto tiempo salía por la ventana y miraba si yo estaba ahí, tenía miedo de que estuviera sola en la calle.

Me reía cada vez que miraba su cara en una ventana distinta. Mientras esperaba quise tomarle fotos al cielo, estaba bellísimo y no podía perderme de ese espectáculo, la hojas de los árboles bailaban con el viento y yo bailaba con ellas.

En ese momento un chico se acercó a preguntarme la hora, yo saqué el celular para poder dársela y en cuestión de segundos ya no se encontraba en mis manos.

Yo lo único que hice fue gritar mientras lo perseguía para que Carlos escuchara y pudiera salir, pero ya era tarde, el ladrón corría demasiado rápido y no pudimos atraparlo, terminé aceptando que debía comprar un celular nuevo.

Carlos empezó a disculparse conmigo y yo a decirle que no lo hiciera, no era su culpa que algo así sucediera, era mía por no tener en cuenta que algo así podía pasar y que más bien empezara a buscar lo que necesitaba o se nos haría de noche.

Yo entendía que al ser una casa tan grande, era probable que no encontrara tan rápido lo que buscaba, así que seguí esperando, ya no tenían nada por robarme y no quería salir de ahí sola.

El rostro de Carlos asomó en la ventana de nuevo, lo saludé y cuando volteé para ver los árboles otra vez, porque eran hermosos, vi a otro chico, estaba vestido con un traje elegante y me sonrió mientras se acercaba, hablamos un poco, en su forma de hablar se notaba que era bastante inteligente, hablaba con fluidez, y también era algo gracioso.

Mientras lo hacíamos, alguien venía por detrás, no pude darme cuenta, solo reconocí que era el mismo chico que me robó el celular cuando me metió un trapo en la boca, miré al hombre con traje, él se encontraba tranquilo, entendí que era un complice y empecé a gritar de nuevo, pero me era imposible, sentía ganas de vomitar cuando lo hacía, me moví lo más que pude pero entre los dos me cargaron y yo no era muy fuerte que digamos.

Un tercer joven llegó en un carro y se acercó, creí que iba a ser mi salvación; me equivoqué demasiado, en ese carro me llevarían.

El tercer chico se bajó de la camioneta en la que había llegado y llevaba un arma en su mano, se dirigió hasta la casa de los padres de Carlos, ahí me empecé a desesperar y a tratar de soltarme.

Traté y luché con mis pocas fuerzas, pero no podía enfrentarme a dos hombres que eran más fuertes que yo. Escuché cuatro disparos y un grito, lo mataron, mataron a Carlos y fue mi culpa, odio ser tan débil.

Si no hubiera salido ese día, si no hubiera ido con Carlos, si me hubiera dado cuenta de que Gonzalo, el jóven de traje elegante, llevaba días observándome, analizando mi vida, una chica sin familia por esos lugares, con sus padres en otro país, si fuera fuerte, Carlos estuviera vivo, mostrando esa sonrisa tan bella y dulce que tenía, no merecía morir.

Ahora me encuentro encerrada en un cuarto, no sé cómo llegué hasta aquí, no recuerdo lo que pasó en el camino, solo tenía los golpes y heridas en todo mi cuerpo por tratar de salir, los cortes que tengo me arden y hasta ayer que pude comer algo.

Es todo un psicópata, sabía qué hacer y cómo hacerlo, sabe que nadie vendrá a defenderme en poco tiempo, ha de pasar mucho para que sepan que me encuentro secuestrada; Gonzalo me contó que investigó a las personas con las que me juntaba y que sabía de todos mis amigos. Los papás de Carlos habían muerto semanas antes de lo que sucedió, por lo que tampoco sabrán de su muerte.

Y me dijo que no estoy muerta aún solo porque no sabe cómo disfrutar mejor el proceso de mi muerte.

Cinco días de sufrimiento en los que solo he deseado morir, no importa cómo sea, si voy a dejar de sentir culpa y dolor, prefiero estar debajo de la tierra siendo comida por gusanos.

¿Habrá alguien afuera que pueda ayudarme? Aunque será inútil, no puedo gritar, mi aliento se ha ido, y aunque pudiera hacerlo si una persona intenta entrar terminaría muerta a mi lado.

¡Dios, por favor! ¡Escúchame! ¡Mira el estado en que me encuentro, que me saquen de aquí o que muera hoy! ¡Mírame, estoy llorando! ¡Por favor, no quiero seguir sufriendo!

Dos días más en los que lo único que tengo es hambre y frío, también sueño, porque no he podido ni dormir, basta de este dolor. Ahora ni siquiera sé si es de día o de noche, cerraron la ventana con la que podía ver el cielo que tanto disfruto.

Un momento, escucho algo, están caminando hasta aquí, es él, voy a morir, tengo una mezcla entre miedo y felicidad, tal vez sea esperanza, quizá me van a rescatar, no importa cuál sea la opción, será mejor que seguir aquí.

Unas botas militares, un uniforme policial y un brillo esperanzador... Por fin saldré de aquí.

Dios, gracias, gracias, gracias.

El Camino Hacia Mi Pesadilla (Un Capítulo-completo) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora