Amnesia Capitulo 2

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Tenía posibilidades.

En cuanto se había bajado del taxi que la había llevado hasta allí desde el aeropuerto, Sakura había caminado lentamente hacia el hostal. No tenía ningún estilo definido. Las fotografías que aparecían en el folleto mostraban su mejor cara. Aun así, era un edificio rústico y, a su manera, con cierto encanto. Pero tenía aspecto de abandono.

Sin embargo, haciendo un sólido esfuerzo y contratando a un buen contratista, capaz de comprender lo que tenía en mente, aquel hostal podría ser transformado en un lugar muy rentable.

Sería el primero de otros muchos hostales.
Sakura había comenzado a desarrollar aquella idea nada más ocurrírsele. Su mente corría a toda velocidad, haciendo planes y empezando a construir la casa por el tejado cuando todavía no tenía un terreno estable en el que edificar.

Pero el terreno tendría que conseguirlo, había pensado con una sonrisa mientras subía las escaleras del porche.

Sí, le gustaba la idea. ¿Por qué conformarse con un solo establecimiento? ¿Por qué no una cadena? Una cadena que ofreciera lugares románticos para todo el mundo. Si conseguía hacer rentable aquel hostal, podría continuar comprando pequeños hostales como aquel en todo el país y transformarlos en los lugares ideales para una luna de miel.

Su humor se había transformado bruscamente al tropezar. El tacón del zapato había quedado atrapado en uno de los tablones del suelo. Sakura había fruncido el ceño mientras liberaba el tacón. Alguien debería encargarse de arreglarlo.

Arreglar era la palabra clave, volvió a decirse mientras regresaba a recepción después de haber examinado el resto del hostal. La mujer que se había presentado a sí misma como Shizune había permanecido a su lado prácticamente todo el tiempo, intentando señalar los encantos del lugar. Y al parecer, en aquel hostal, la palabra negligencia era sinónimo de encanto.

Posó sus ojos en la enorme chimenea de ladrillo. En aquel momento estaba apagada, pero podía imaginársela perfectamente con un fuego ardiendo en su interior.

—Chimeneas.

— ¿Perdón? —le preguntó Shizune vacilante.

Sakura se volvió entonces hacia ella.

—Chimeneas —repitió—. Todas las habitaciones tendrán chimeneas. Voy a convertir este hostal en un lugar en el que los recién casados puedan pasar los primeros y más románticos días de su vida en común.

Ignoró la mirada dubitativa de su interlocutora, tomó nota mentalmente de aquella idea y continuó escrutando la habitación con la mirada.

Pero Shizune señaló algo evidente.

—Pero en las habitaciones no hay espacio suficiente para poner chimeneas.

—Lo habrá en cuanto tiremos algunos tabiques —respondió Sakura y miró hacia la mujer que había detrás del mostrador.

Antes de salir de viaje, le había pedido a una de sus ayudantes información sobre el personal del hostal. Sabía, por tanto, que Shizune llevaba veinte años trabajando en aquel lugar. Y parecía muy cómoda en su puesto. Demasiado cómoda. Por lo que había manifestado hasta entonces, seguramente Shizune se resistiría al cambio, y eso significaba que tendría que marcharse. Sería preferible tener a personas jóvenes y enérgicas trabajando en el hostal. Jóvenes, como la idea del amor eterno.

El éxito que comenzaba a vislumbrar consiguió emocionarla.

—Necesito una guía de teléfono —dijo de repente. Shizune ya había comenzado a recelar con todo aquello. Sakura Haruno había anunciado su presencia con la sutilidad de un huracán. Y cada una de las preguntas que había hecho hasta entonces indicaba que el hostal corría un serio peligro de desaparecer, ladrillo a ladrillo, empleado tras empleado. A Shizune le gustaba su trabajo, y también la gente que trabajaba con ella, personas que habían llegado a ser como una enorme familia, igual que Sasuke.

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