☄ Excepto Tú ¦¦ Jakehoon [Adaptación]

Deux

— ¡Sunghoon no se merece ése papel! — anuncié.

— Él es un muy buen actor, además sólo mírale la cara, es guapísimo — dijo Rose, mi secretaria.

Bufé. Los otros jueces habían decidido que Sunghoon era perfecto para la ser la nueva estrella de todo Corea. No estaba de acuerdo. Sí, su audición había sido lo más parecido a la perfección, pero, había algo en él que me hace pensar que Sunghoon no es una buena decisión. Pero, no importa cuanto refunfuñe y bufe, Sunghoon tiene el papel.

— Deberías sólo aceptarlo — reprochó Rose.

— Debería solo morir, pero no todos tenemos lo que queremos.

Estaba enfadado, no entendía cómo y por qué Sunghoon se había quedado con el papel protagonista. Sí, tenía talento. Sí, era bastante guapo, pero... Él no era suficiente.

El día continuó como de costumbre, papeleo, papeleo y más papeleo. Pronto llegarían los libretos completos, vestuarios y utilería que serían necesarios para la próxima obra y todas esas cosas como recibos, pagos y más, tenían que ser apuestas en orden.

El día terminó, y al fin era hora de ir a casa, pero, está lloviendo. Mi organismo es demasiado débil como para soportar la humedad u otro tipo de bacterias que transporta el agua. Genial. Ahora debo elegir entre quedarme aquí o morir por un poco de agua. Y aunque la segunda opción no sonaba del todo mal, preferiría no ser recordado como el tipo que murió por la lluvia.

Me senté en la sala de espera de la oficina. Todo el mundo ya se había ido, o eso es lo que yo pensaba.

— ¿Sigue aquí, jefe?

Di un salto, vaya, eso no me lo esperaba.

—Uh, tú — le dije. Él me respondió con una sonrisa.

— Uh, yo sonrío de nuevo. Su sonrisa, su odiosa sonrisa — ¿Qué hace aquí?

— Está lloviendo, y no tengo automóvil. Ni sé conducir.

— Vaya que eres un niño rico.

Ignoré su comentario.

— Si quieres... Yo te puedo llevar.

— No gracias, esperaré a que la lluvia cese.

— No parece que eso vaya a suceder pronto — dijo — Pero si eso es lo que desea... Lo dejaré, aquí, solo, acompañado por la soledad, el frío y la melancolía.

Lo vi alejarse. Tal vez tenía razón. Tal vez nunca acabaría de llover y moriría de frío en este lugar.

— Llévame contigo — dije sin pensar.

Volteó a verme, son sus cálidos ojos. Sonrío y se acercó de nuevo.

— Sus deseos son órdenes.