|| Capítulo 1 ||

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Ni perdón ni misericordia.

Berlín/ Alemania.

Dos años después...




Kassia.

Alcé la mirada hacia las noticias que estaban transmitiendo y le di un trago a mi whisky desde el sofá en el que estaba. Me relamí los labios y vi el caos que había dejado en Manhattan. La casa presidencial estaba acechada por cientos de dementes periodistas y me causaba gracias el ver cómo incluso desde la distancia podía hacer de todos una miseria.

Hace seis meses tomé el cargo de Ministra en Manhattan, todo New York estaba a mí merced y algunos claramente no estaban de acuerdo con que una mujer estuviese en un alto mandato, por eso, decidí deshacerme de esos estorbos que trataban de quitarme el puesto simplemente porque no podían tolerar que una mujer les diera órdenes.

Solté el vaso sobre la mesita de centro y me puse de pie cuando Niko entró a la sala de la fortaleza en la que me encontraba en Alemania.

—Por supuesto están pidiendo por usted, señora —me informó y me tendió el iPad con una videollamada entrante desde Manhattan.

—¿Está puesto para que no me rastreen?

—Si, todo listo.

Me conecté en la llamada, hablando hacia la gran mesa de la casa presidencial.

Ministra, no sabemos nada de usted desde hace una semana —atacó el primero que era un Senador, lo miré.

—Su deber es calmar a la población y no estar pendiente de mí —le recordé —. No puedo creer siquiera que varios de los nuestros hayan resultado ser unos criminales —me hice la indignada y negué —. Que sepan que cada uno de ustedes será investigado.

—¿Investigados por qué motivo? —siseó una Diputada.

—La política es la red de mafia más grande de todo el mundo, y no voy a permitir que me quieran ver la cara —respondí —. Quien ose ser un traidor a nosotros seguramente acabara como sus compañeros.

—¿Qué insinúa? ¿Que nos matará acaso? —chilló la misma Diputada, casi asustada.

—No pongas palabras en mi boca que nunca dije. Es claro suponer que a los criminales para los que trabajaban no les agradó la idea de que sus aliados en la política hayan sido descubiertos —bufé —. Por eso, meterse en el bando enemigo supone muerte segura.

—¿Y qué pretende?

—Limpiar a los traidores —sentecié sin un ápice de duda. No pensaba volver a permitir nada de esto —. Sin más que decir, calmen a los ciudadanos.

—¿Cuándo planea regresar? —preguntó uno de los Diputados.

—El lunes.

Corté comunicación con ellos y arrojé el iPad lejos de mí. Entablar conversación con ellos por un rato era insoportable.

—¿No cree que algunos sospechen que usted los mató a todos? —preguntó Niko y lo miré.

Él y Bean fueron los único que se quedaron conmigo por estos dos años. Nunca lo creí de alguien tan solitario como Bean, pero me ha cuidado y ha sido una gran ayuda para mí al igual que Niko.

Él me encontró en Alemania a los meses que me desaparecí de Manhattan. Era bueno rastreando y dio fácilmente conmigo.

Ambos eran mis socios, Bean era el Viceministro de todo New York, pero Niko no quiso ningún cargo político porque según él siempre seré su jefa.
No había quien lo convenciera de que me tuteara.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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