Suspiro único

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Esta es una historia escrita como premio al pequeño concurso que organicé en mi fanfic "De sangre", después de tanto tiempo (perdón por eso), finalmente la he terminado. Mi querida KagometaishoH, me alegra haber cumplido con tus especificaciones para esta historia. Ah, y te enviaré en seguida tu versión en PDF :3. Sip, he decidido subir esto ahora mismo, pero ya no tengo mucho tiempo para agradecerte de nuevo por tu participación como es debido, así que lo dejaré aquí. 

¡Muchas gracias!

Y a ti mi cariño, también muchas gracias por haber dado clic a esta historia, que por ahora es fácilmente uno de los One Shots más largos que he escrito, ¡y el primer smut desvergonzado que hago de Sherlock BBC, que además es Omegaverse! Estoy realmente emocionada de que leas esto >w<...

* * *

Si John se pusiera en la labor de comenzar a lanzar acusaciones, él sabía a la perfección que quedaría primero en la lista del ataque. Sin embargo, incluso de querer hacerlo realidad, el tiempo corriendo hacia atrás demasiado rápidamente lo obligaba a posponer toda acción que pudiera interrumpirlo. Además, pese a que debería empezar consigo mismo, Sherlock a su vez tenía una considerable parte de la culpa, de nuevo, vaya inconveniente, se quedaba sin tiempo para eso.

Corrió a través de la sala cargando todas las mantas, cobertores y sábanas de la gran cama en donde llevaba casi dos años compartiendo espacio con su Alfa, esposo desde hacía tres semanas. Su corazón latía acelerado, a un paso del dolor, sus manos temblaban y sus brazos parecían haber perdido una buena parte de su energía, tanto como sus piernas. Nada de ello, aunque quisiera ceder, lo forzaría a detenerse en su tarea, menos aún la ignorancia de Sherlock a ese nuevo problema.

Sinceramente ya estaba acostumbrado, el asunto quedó cerrado una vez arrojaron entre ellos sus corazones y las conclusiones inevitables acerca de corresponderse también se concretó; el detective no podía colocar en la facilidad común a su mente en 'modo deducción' con el aroma del doctor irradiando por todos lados. Lejos de que tras esa declaración John se limitó a incrementar su perfume o que hayan terminado teniendo sexo por primera vez, el Omega no se ofendió mucho el día en que, al ser de verdad necesario Sherlock lo tuviera a su lado sin hacerle falta la distracción de su aroma, el Alfa bloqueara su nariz usando un poco de algodón.

Entonces, por supuesto, John no se molestó al ver a su esposo sentado en su sofá de cuero, en su posición de pensar —piernas cruzadas, palmas juntas y párpados cerrados— tratando de darle una terminante conclusión al reciente acertijo, apartando a la vez cualquier situación ajena a ello, portando dos pequeños tapones que sobresalían de sus fosas nasales. La razón por la que de tener un segundo libre John no mostraría enseguida su enojo a Sherlock, era que principalmente la mitad de la culpa le pertenecía a él, siendo su propio cuerpo, nadie sino él debió haberlo advertido primero.

No lo hizo. Corrió de vuelta a la habitación compartida secuestrando el resto de mantas y sábanas, para llevarlo a su antiguo dormitorio en el piso de arriba. Sin ayuda. Con el cuerpo debilitándose segundo a segundo. Un suave cosquilleo en el vientre se acercaba a hacer competencia de su atención contra los pensamientos mezclándose entre calientes y asesinos. Solo quería saber si en algún momento de su vida llegó a ser así de irresponsable con sus celos, aunque ya conocía la respuesta.

Nunca.

Un Omega que se precie de su orgullo, en la medida en que él lo hacía, no expondría en la vida tal nivel de descuido.

Ir a la guerra significó aumentar el control. En su convivencia con Sherlock alcanzar este punto quizá tampoco debería sorprenderlo, los casos fascinantes manejados por un hombre que sobrepasaba esos niveles de fascinación, la acción, el peligro, esos hermosos labios y ese impresionante... lo demás, le daba a John muy buenas razones que lo salvaran de su monumental olvido. Pasar de largo su celo, recordándolo al experimentar los primeros síntomas, no obstante, carecía de justificación alguna, nada iba a redimirlo. Y que su madre lo perdone.

Redención complacienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora