Jale
Miércoles. Al fin miércoles.
Dio inicio al invierno cuando pongo un pie fuera de casa y los copos de nieve caen delicadamente y hasta de forma inocente sobre mi rostro como si me estuviera diciendo arranque así que prepárate, una briza helada choca contra mis manos para que sepa que no puse mis guantes. Acomodo bien la bufanda de mamá que le tome prestado sin avisar y salgo rumbo al café de mi familia.
Una familia muy pequeña pero suficiente para mí. Mi madre, una mujer un poco loca, ocurrente, metiche y con lengua larga que más de una vez logró meterme en problemas, y luego tenemos a mi abuela, su madre, una bruja de las de aquellas. Yo no digo que tenga un tercer ojo, tiene cinco, es la persona más sabia e intuitiva que conozco aunque si nos podemos a hablar específicamente no es como si conociera a mucha gente. Y mi padre, mi padre, es un héroe de guerra que me acompaña desde donde sea que esté. Lo se. Lo siento. O eso quiero creer.
Miro al cielo por un momento mientras acaricio el dije que cuelga por mi cuello, pensar en él a veces me pone demasiado nostálgica, viendo todas las nubes dándome un cachetazo de realidad. Se avecinan meses de mucho frío y mucho café, lo que significa época alta con mucho trabajo.
Ya venía nevando poco estos últimos días pero precisamente hoy, hoy se siente realmente el frío queriéndose abrir paso por tu cuerpo. Amo el invierno, principalmente en Vyborg.
Un pueblo muy pequeño situado en Rusia, desde que tengo uso de razón vivo aquí junto con mi madre y mi abuela. Mi padre falleció cuando yo apenas era un bebe. El ambiente es tan cálido en este lugar que a veces logro olvidar las bajas temperaturas a las que estamos acostumbrados. En realidad, mi familia no es solo esa que nombre, es todo este pueblo. Mis amigos, vecinos, maestros, todos nos conocemos desde siempre y diría que nací en mi lugar en el mundo.
Por el camino, a través de la ventana del conductor, puedo ver como un zorrito bebe me saluda mirándome con esa carita tan tierna particular del animal. Son mis favoritos, amo como achinan sus ojos mientras los acaricias, porque particularmente acá, en Vyborg, los zorritos son casi ciudadanos regulares que se pasean y se dejan mimar por todos. Casi podría decir que están domesticados, por ellos mismos.
Al entrar al café luego de unos minutos manejando, ya que no hay mucha distancia de casa a la cafetería, suena la campanita que está sobre la puerta para anunciar mi entrada. Maldigo. Aquí viene.
- ¿Pero qué haces acá, Jale? Definitivamente tuve a una niña loca. Estas enferma hija. - Mi madre, Samantha, aparece como un tornado en la entrada. Suspiro mientras me voy sacando poco a poco los abrigos, empezando por su bufanda, sacudiendo mis botas. - Eso es mío, ladrona. -
- Mamá, ya me siento mejor. Solo necesito un café y trabajar. - Me meto en la cocina con ella pisándome los talones, la escucho bufar. - Y no seas tacaña, soy tu hija. Todo lo tuyo es mío también. -
- Serás terca, igualita a tu abuela. - La busco con la mirada mientras dejo mi mochila con mi laptop en la mesa y cuelgo mi abrigo, la cafetería está bien calentita. - Prométeme que si te sientes mal, si te sube aunque sea un poco de fiebre, me avisas. - Ruedo mis ojos. Me pega en la nuca un poco fuerte. Que locura carga. - Más respeto y deja de hacer eso con tus preciosos ojos, niña insolente. -
- Cálmate mujer. - Río mientras ahora coloco mi delantal color marrón con detalles en negro. - Solo necesito un café y que no me aturdas desde tan temprano. ¿Es mucho pedir? -
Coloca sus brazos en jarra mientras me observa con los ojos idénticos a los míos.
- Ayer estabas con fiebre alta y ahora te encuentro acá, queriendo trabajar como si estuvieras en perfectas condiciones. ¿Te parece poco? - Se da media vuelta mientras la escucho como sigue refunfuñando sola. Río mientras entro de lleno a la cocina donde escucho ruido.
- Abuelita. - Sus ojos marrones me observan con sorpresa pero pronto me regala una sonrisa.
- Niña, no voy a decir que me sorprende verte aquí, por que no lo hace. Después de todo hoy es miércoles y ya te perdiste del martes. Cierto? -
- Eres una mala y loca abuela, lo sabías? - Digo mientras me acerco y le planto un beso en su mejilla muy ruidoso. - Dime para qué soy buena. -
Hacer pastelería con mi abuela es algo tan relajante y desestresante que lo hago siempre que a ella no le molesta, ya que suele trabajar sola la mayoría del tiempo. Si, es mi abuela y no deja que mucha gente además de mi madre, de Chloe, mi mejor amiga, y de mí, toquen su cocina. Está en muy buen estado y la verdad, que por el momento no quiere ayuda de nadie. Según ella está bien así y si en algún momento se da cuenta que no puede más, nos lo hará saber. Es muy testaruda, tuve a quien salir.
- Niña insolente. Te necesito adelante conmigo. - Mi madre se asoma para hacerme saber que la gente se comienza a acumular en el lugar. La sigo pero antes me doy la vuelta hacia la bruja.
- Deje el pan en el horno, no los quemes. - La molesto.
- Cuando queme algo, pequeña? Me ofendes. Anda, anda, no lo hagas esperar. - Respiro hondo mientras miro el reloj que cuelga en la pared en la cocina. Las 10:30. Ya debe estar por llegar, si es que todavía no llegó.
- Él no espera por mí abuela. -
- Claro que no lo hace, por supuesto que no. - Dice para sí misma pero la escucho. Voy con mi mamá y comienzo a atender las mesas de forma ágil y rápidamente.
Cuando siento que todo vuelve a estar en orden, con los clientes atendidos, no puedo resistirme a hacer un paneo general por toda la cafetería más detalladamente para darme cuenta que está ahí. Sentado en la misma mesa de siempre, con la compañía de siempre. Lugh. Mi rayo de sol, como me gusta llamarlo en mi mundo secreto de escritora.
Lleva puesto un gorro de lana color blanco donde se le asoman pocos mechones de su pelo rojizo, lleva un buzo azul demasiado grande que se ve muy abrigado que combina con su bufanda también del mismo color y unos pantalones negros. Suelto un leve suspiro mientras observo como lleva la taza de café a sus labios. Unos lindos y pecadores labios. Suspiro queriendo ser esa maldita taza desde hace años. Es una locura sentir envidia por una taza? Porque lo hago. Malditamente lo hago.
Lugh llegó hace más de tres años al pueblo para vivir junto a su abuelo Simon, luego de sucesos terribles y se hizo querer por todo el pueblo en poco tiempo. Un irlandés respetuoso, carismático y amable con todos, recién graduado de la universidad de derecho ocasionó furor en el pueblo hasta que la gente fue calmándose. Típico de pueblo. Pero yo, soy otra historia, no pude calmarme ni luego de tres años. Lugh logra enloquecer cada parte de mi cuerpo sin siquiera querer hacerlo, sin muchas palabras, solo siendo él...
Necesito hacer algunos cambios. Necesito algo más que simples miradas, cortas conversaciones. Lo necesito. Realmente. Quiero probar si es tan bueno como lo es en mi mente. Hacer algo diferente. Tal vez tomar la iniciativa. Tomar impulso y arrancar. Capaz me de la cabeza contra la pared, pero no puedo darme por vencida sin antes intentarlo. No?
A quién quiero engañar.
Esto va a salir muy mal.
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VYBORG
RomanceUna pequeña prodigio rusa. Un instructor de snowboard irlandés. Nieve, café y letras. Jale & Lugh