Era enero, el viento golpeaba con fuerza los cristales del gran castillo, la joven Maddison se encontraba en su alcoba repasando lo que debía de decir cuando estuviera frente a todos los príncipes de los reinos vecinos para pedir su mano. Debía ser educada y así conseguir sorprender a su madre, según ella, los hombres se fijaban en la delicadeza de una mujer así que si quería conquistar a los príncipes debía ser una princesa hecha y derecha.
Aunque le resultará demasiado difícil, su padre se lo pidió y así lo haría, se casaría con un príncipe para así en un tiempo poder tener un heredero para gobernar el reino, si así lo querían sus padres entonces así sería.
A la chica siempre le había resultado ser como su madre, aunque lo intentase una y otra vez, seguía siendo la chica imprudente y maleducada de siempre. Ser una princesa lo llevaba en la sangre pero no era fácil, debías seguir las órdenes de los demás y no podías hacer lo que de verdad querías, no era justo, no era lo que ella quería para su futuro, ella no deseaba casarse con un hombre y estar juntos el resto de su vida para luego tener hijos a los que heredar el castillo y así seguir con toda la generación. Primero se necesitaba aventuras que vivir, sueños que realizar, no todo se basaba en agrandar las ganancias y unir reinos vecinos para hacer el reino más grande.
Ya estaba cansada de sentirse una marioneta a la que todos podían utilizar a su antojo, pero cuando estaba preparada para reclamarle a su madre por todo y miraba a los ojos a esa mujer fría y calculadora, su cuerpo reclamaba echarse hacia atrás y renunciar a todo, ella siempre iba a ganar, su madre tenía el poder no ella, ¿y su padre? El no tenía voto en esto, su esposa lo manejaba a su antojo, lo que no se sabía todavía era a quien obedecería, a su hija o a su esposa. Aunque eligiera a su hija, nada podía hacer con lo de casarse, si o si Maddison debía casarse con un principe del reino vecino para así tener más armas y aliados.
Era por el bien común, se intentaba decir todas las noches antes de dormir. No es que no le importase su reino y sus querido pueblo, pero prefería pensar en ella, en su felicidad, ¿esque nadie pensaba en ella o que? Si ella no pensaba en si misma, ¿quién lo haría? Nadie, estaba claro que si su propia madre prefería a su pueblo antes que a su propia hija, a la que crió desde que nació, nadie se preocuparía por ella.
Ya cansada, comenzó a centrarse en estudiar lo que debía de decir dentro de dos semanas. Dando vueltas por toda la habitación, comenzó a recitar en voz alta con palabras claras, o eso intentaba, lo que le diría a los 'apuestos' príncipes.
"Es un honor tenerlos en mi reino"
Hablo en voz alta pero al momento nego con la cabeza frunciendo el ceño.
"Señores y señoras.."
Devuelta nego con la cabeza cansada, ¿cómo que señores y señoras?, ahí solo se encontrarían los príncipes para pedir su mano y nada más. Volvió a dar un largo suspiro cansada ya de tanto estudiar, se sentó en una silla cerca del escritorio y echo la cabeza hacia atrás mientras cerraba los ojos, respiro profundamente intentado relajarse un poco, si seguía así, le daría un ataque de estrés dentro de poco.
Giro su vista hacia la cama y vio a su pequeño gato dormido encima de una gran manta de color rosa, una pequeña sonrisa se formó en su rostro. Su gato llamado Sr. Peluche, era el único al que podía contarle siempre como se sentía, era alguien de confianza por así decirlo ya que aunque quisiera, era imposible que le contara a alguien sus secretos y eso era un gran alivio, su gato había estado en la familia desde que la pequeña Maddison tenía 7 años, se lo regaló Robert, su tío por parte de padre.
El gato era de color blanco con bastante pelo, así es como a la princesa se le ocurrió el nombre del gato, sus ojos eran de un color azul claro y era igual de elegante que su madre, siempre llevaba un collar con un lazo de color violeta. Siempre dormía con la chica pues el gato le acabo cogiendo cariño a la princesa y no se podía separar de ella, no dejaba que nadie entrase a la habitación, ni a sus padres le dejaban. Solo había alguien que podía convencer a Sr. Peluche para entrar, y ese era el mejor amigo de la princesa, Eric.
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A sus ordenes
RomanceLa princesa Maddisonpronto tendrá que elegir a uno de los pretendientes para casarse pero un pequeño inconveniente cambiará todos los planes ¿List@ para leer la historia?