Capítulo 1: Chloe

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Las cartas ya lo han dicho

3 años después

Chloe

La casa de mi abuela siempre me recibe con un aroma muy peculiar, que curiosamente cada vez que vengo es distinto. Hoy huele a hierbas destacando la manzanilla y menta.

—Mi pequeña —me sonríe en cuanto me ve—, que agradable sorpresa. Pasa.

Ir a comprar frutas y verduras frescas y traérselas antes del mediodía cada semana se ha convertido en una rutina que he adoptado por voluntad propia. Ella suele esperarme con té y galletas, sino algún panecillo que me gusta comer con mermelada de mora.

—Adivina qué —digo yendo a la cocina y dejando las bolsas a un costado.

—Dime.

—Encontré trufas.

Veo su expresión de felicidad y me llena de alegría el corazón.

—¿Ya te dije cuánto te quiero, pequeña?

La ayudo a dejar todas las cosas en sus respectivos sitios. Manzana, durazno, mango, uvas y demás. Suelo comprarle mucha variedad en pocas cantidades porque al vivir sola no suele comer demasiado y no es ninguna gracia que la fruta se eche a perder.

—¿Dónde está Kiwi?

—Nadando en la bañera.

Suelto una risa.

Mi abuela ha tenido una cantidad infinita de mascotas, desde las más comunes a las más extravagantes. Actualmente solo tiene una: Kiwi, un pato blanco. Suele cuidarlo como si fuese su propio hijo y él la acompaña a todos lados.

—Siéntate, ya están listas las galletas y el té.

Le hago caso y veo como sirve las galletas recién horneadas en un plato de cerámica. Mi abuela tiene una agilidad envidiable considerando su edad. Creo que su filosofía de vida la ha ayudado mucho a mantenerse así. Es un alma libre con todas sus letras, de la clase de personas que fuma hierba y te ofrece como si fuese lo más normal del mundo, ama los inciensos, las velas aromáticas, las hierbas con propiedades sanadoras y las cosas esotéricas. Es ella quien me ha enseñado todo lo que sé respecto al tema. La astrología también es algo que la apasiona.

—¿De qué son?

—Canela, tus favoritas.

—Te amo, Abu —murmuro llevándome una a la boca. Y sí, como siempre, está deliciosa.

Sirve té tibio en tazas de porcelana y las lleva a la mesa.

—Cuéntame qué hiciste esta semana —me dice.

—Lo de siempre, trabajé y salí con mis amigos.

—Lo que te hace falta a ti es un chico... o chica —se alza de hombros—, pero alguien con quien puedas divertirte.

—No, lo que me hace falta son unas vacaciones. Mi jefe me tiene siempre en reuniones eternas con diferentes inversionistas que nunca llegan a un acuerdo y siempre hay que posponer las reuniones por lo mismo. Es agotador.

Abu me observa con atención y toma mis manos por sobre la mesa.

—¿Quieres ver qué dicen las cartas?

Suelto un ligero suspiro.

—Está bien.

Se incorpora de inmediato y va a buscar sus cartas especiales. Llega en menos de un minuto revolviéndolas y las deja sobre la mesa, apartando el plato con galletas y las tazas de té a un lado.

El día que te despierten las estrellas (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora