CAPÍTULO I

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El dolor en mis piernas comenzaba a ser constante, consecuente al cansancio, producido por correr en exceso. Algo que en absoluto estaba acostumbrado a hacer. El aliento se me atascó en la garganta, mientras que mis resecados labios imploraban por una gota de agua pero me era imposible premiarlas de tal manera en ese preciso momento.
Mi respiración estaba absurdamente acelerada, produciendo incesantes jadeos que eran audibles en todo el lugar, me preocuparía por ello si no tuviese la certeza de que yo era la única persona deambulando por ese sitio.
La fría madrugada de diciembre dejaba desiertas las calles de Queens, algo que me parecía oportuno en ese momento. Levanté la vista y observé a mi alrededor, únicamente para asegurarme de que no hubiera alguien más rondando por allí y con las pocas fuerzas que me restaban, di unos cuantos pasos a mi derecha, adentrándome así a un callejón oscuro. Agotado por el dolor y debilitado a consecuencia de las muchas fatigas soportadas, pegué mi espalda a la pared helada y deslicé mi cuerpo hasta el suelo, las personas suelen temerle a lugares como ese; incluyéndome pero irónicamente, logré sentirme a salvo una vez que estuve allí, como si toda esa oscuridad pudiera protegerme de algún modo.

Mi cabeza comenzaba a dar vueltas de tanto repetir la escena que acababa de ocurrir, no quería pensar en ello y sin embargo, al pegar los párpados, las imágenes de aquel espeluznante suceso invadían mi mente con la intensidad de olas furiosas cercanas a convertirse en un tsunami.
Traté con todas mis fuerzas conseguir algo de tranquilidad, pero fue un acto en vano, ya que no podía quitar de mi mente la imagen de aquel Alfa de mirada oscura y manos ensangrentadas, que acababa de despojarle la vida a otra persona. Sentía como si su mirada me persiguiera y que si llegara a alcanzarme, yo terminaría igual o peor que esa persona que yacía en un charco de sangre en medio de una calle solitaria, que sólo estaba siendo iluminada por la tenue luz de la luna. ¿Exagerado? No, esa escena parecía haber salido de alguna película de terror y lo más terrorífico fue que sucedió justo ante mis ojos.

Mentiría si dijera que sentía miedo, era algo más fuerte que eso, el horrible acto que acababa de presenciar, despertó en mi recuerdos que juraba haber borrado de mi mente hace mucho tiempo. La ansiedad que ingenuamente creí superar, se apoderó de mi de nueva cuenta, trayendo consigo sensaciones absurdamente escalofriantes. Nunca antes me había sentido tan abrumado como lo estaba en ese momento.

—Esto no se puede poner peor… —susurré para mi mismo, sintiendo como pequeños copos de nieve comenzaban a caer sobre mi rostro, dejando una sensación helada sobre mi piel. Fue entonces que abracé mis piernas en busca de algo de calidez y escondí mi cara entre mis rodillas pero no sería posible mantenerme en esa posición durante mucho tiempo.

Unas voces lejanas me pusieron sobre alerta, presentía que podría tratarse de aquel hombre, se iban acercando de manera lenta, como si estuvieran tomándose su tiempo, disfrutando de mi lenta tortura. Mi mano derecha bajó a mi costado e instintivamente se movió a mi alrededor en busca de algún objeto que pudiese ser de ayuda, para mi mala suerte, no había nada que se pudiera utilizar como arma.
Los latidos de mi corazón iban en aumento a medida que sentía que las voces se acercaban hasta donde yo estaba pero como un rayo de esperanza, mis nervios se calmaron al ver a dos jóvenes al pie del callejón, hablando en susurros. No se necesitaba ser adivino para saber que estaban haciendo allí.
Uno de ellos metió la mano en uno de los bolsillos, extrayendo de este una diminuta bolsa con contenido desconocido, mientras qué el otro joven extendía su mano ofreciéndole dinero a cambio de dicha bolsa. Ante mis ojos era demasiado evidente lo que ocurría allí y por primera vez en mi vida, me alegraba de presenciar actos como ese. Por un momento llegué a creer que moriría y es que la muerte no me asustaba pero aún tenía cosas que resolver en este mundo, no podía permitirme morir en un lugar tan cliché como lo era un callejón oscuro en Nueva York.

I promise to destroy youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora