CAPÍTULO II

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Los días iban pasando angustiantemente lentos y a medida que el tiempo avanzaba, mi ansiedad crecía junto con el, dejándome en un abismo de profunda inquietud. El no saber que podría suceder en las siguientes horas, provocaba que el agobio golpeara con ímpetu en mi interior. Algo que odiaba de mi, sin duda era el hecho de que me gustaba demasiado tener todo bajo control y en casos como ese, caía con facilidad en el desespero.

Sentía que la situación de a poco iba tomando cuenta de mi y comenzaba a afectar mi trabajo, Tonny comenzaba a sospechar y sería difícil ocultarle que ocurría algo. No era miedo lo que sentía, sino una absurda impaciencia, si algo iba a suceder, que sucediera de una vez.

—¿Le debes dinero a los prestamistas? —La voz baja y profunda de Tonny susurrando en mi oído, me provocó un leve sobresalto, que fue capaz de traer mi atención de vuelta al mundo real. Mi reacción inmediata fue girar en su dirección y negar rápidamente como si aquella pregunta se tratase de la más grave acusación.

—¡Claro que no! —exclamé en voz baja, evitando que los clientes me escucharan—. No le debo nada a esos miserables desde hace mucho tiempo. —Me apresuré a aclarar.

—¿Entonces que te ha tenido tan preocupado estos días? —La pregunta que me temía finalmente llegó y debía admitir que no me atrevía a responderla.

Aunque en una situación como esa, donde no puedes decir la verdad pero era necesario brindar una explicación, el camino más fiable siempre era decir una mentira y no es que me enorgullezca decirlo pero yo era un experto en el campo.

—Verás…  —El primer paso para lograr engañar a Tonny era mirarlo a los ojos, el chico era bastante intuitivo y lograba ver a través de las ostensibles mentiras de la gente, sin embargo, yo me sabía un par de trucos que hacían de mi un perfecto mentiroso— con mi última paga tuve que hacer un deposito al banco para saldar un préstamo, así que ahora tengo problemas para pagar la renta.

La mirada de mi amigo expresaba lástima, he de suponer que mi empeño por parecer afligido al relatar mi desafortunada e irreal situación, resultó más convincente de lo que esperaba. Agregado a ello, tenía la suerte de que mi compañero carecía de buena memoria, de lo contrario, hubiese recordado que dos semanas atrás le había pedido un adelanto para pagar la renta de mi departamento.

—Si no estás metido en una, es en otra, ¿cierto? —Dijo aquello caminado en dirección a la barra, donde se detuvo frente a la caja registradora y soltó un sutil suspiro, debatiendo entre abrir la caja o simplemente dejarme hundir en mi miseria. En ocasiones me causaba cierto remordimiento embaucar a mi buen amigo con tanta frecuencia, pero él era hijo de una familia adinerada y no tenía problemas económicos, yo tampoco los tenía, pero no nadaba en dinero como él—. No estarás apostando de nuevo, ¿o sí?

—¿Cómo se te ocurre? Por supuesto que no —negué y aunque técnicamente lo que decía era verdad, no podía negar que tenía un sutil gusto por las apuestas, en especial cuando se trataba de fuertes sumas de dinero. Afortunadamente, mi vicio por las apuestas nunca me acarreó infortunios, de lo contrario, mi amigo  se hubiera encargado de encerrarme bajo llave desde hace mucho tiempo.

El sonido de la caja registradora abriéndose, trajo consigo una sensación placentera que surgió desde me interior y desembocó en un suspiro, que salió disfrazado de preocupaciones pero por dentro tenía la más radiante sonrisa, no podía negar que el dinero me causaba emociones tan fuertes que de vez en cuando eran causantes de los fraudes que cometía.

—No sé en que estarás metido, pero espero que esto ayude. —Él caminó de nuevo hacia mi y depositó en mis manos una considerable suma de dinero. No fue necesario contarlo para saber que era lo suficiente para sobrevivir una semana—. Y no quiero que traigas problemas a mi bar, ¿entendido?

Asentí tan pronto como él terminó de hablar.

—Guarda eso y apresúrate que el chico rico de la mesa doce pregunta por ti, no me dijiste que tenías un pretendiente —mencionó lo último con una sonrisa picara, como quien acababa de cometer una travesura y es que a él le emocionaba bastante el romance entre otras personas, pese a que él huía lo más lejos posible del mismo.

Me pareció extraño que alguien llegase preguntando específicamente por mí, lo que provocó que mi curiosidad me obligara a dirigir la vista en dirección a las mesas, buscando especialmente la numero doce. Lo único que estaba a la vista, era la espalda de un sujeto trajeado pero fue suficiente para saber de quien se trataba. Instintivamente, me escondí tras la barra para evitar que me viera, mi compañero miró con rareza aquél acto y se acercó a mí, hablando en susurros.

—Déjame adivinar, estafaste al chico y ahora viene por ti —dijo apuntándome con el dedo acusador y dedicándome una mirada de reproche.

Me vi incapaz de responder a su pregunta, sentía como el aliento se me atascaba en la garganta y de pronto me sentí nervioso. Sabía que en algún momento eso iba a suceder, que enviaría a alguien por mi pero que él mismo fuese el que apareciera allí, me causaba un mal presentimiento.

—¿Estás seguro de que preguntó por mi? —pregunté con la esperanza  de que se tratase de una coincidencia el que ese hombre estuviese allí, aunque era consciente de lo ingenuo que era de mi parte pensar de esa manera.

—Sí, dijo claramente que quería ser atendido por el señor Waldorf y  créeme,  tu eres el único Waldorf aquí.  —Dicho eso, Tonny dio media vuelta, decidido a volver al trabajo; sin embargo, antes de que diera un paso al frente, me aferré a su mano evitando así que se marchase.

—Espera, necesito que me hagas un favor. —Mi buen amigo rodó los ojos a la par que soltaba un par de maldiciones por lo bajo, él sabía a la perfección que tendría que cubrirme, como siempre lo hacía—. Sólo ve y dile que mi turno ya acabó, que me fui hace horas. Yo voy a salir por la puerta trasera.

Él no podía negarse aunque quisiera, tenía una pequeña debilidad ante mis peticiones y siempre terminaba accediendo a lo que sea que yo le pidiese y ese entonces no sería la excepción. Sin más objeciones, Tonny se dirigió a la mesa de aquel hombre y yo aproveché el momento para escabullirme del lugar.
Ya podía sentirme un poco más relajado cuando atravesé la puerta trasera del bar, pero como si el destino decidiese jugarme una broma de mal gusto, mi tranquilidad duró menos de dos segundos. Cuando intenté avanzar en dirección a la calle, con la intención de tomar un taxi, sentí una mano en mi hombro y otra cubriéndome la boca, lo siguiente que ocurrió fue que mi espalda chocó contra la pared del estrecho pasillo y en ese instante, pude ver el rostro del causante de aquel agresivo acto.

Mi sorpresa no pudo haber sido mayor si hubiese encontrado al mismísimo Keanu Reeves en ese lugar.

—¿Dónde crees que vas? 

Su voz provocó que un escalofrío recorriese mi espalda y mezclado con el frío de la noche, logró que me estremeciera de píes a cabeza. ¿Cómo pudo llegar hasta allí tan rápido? Y más importante aún, ¿cómo supo que intentaría escapar por ahí?
Tomé su mano y la aparté de mi boca con rudeza, no había necesidad de aquello, era consciente de que realizar un acto tan inútil como gritar, no me sería de ayuda en absoluto, al menos no en esa situación. Sólo provocaría que me matase con mayor rapidez, claro, si esas fuesen sus intenciones.

—He de admitir que te tardaste más de lo que me hubiese esperado, aunque el que hayas venido en persona, recompensa la espera —pude la notar la sorpresa en su expresión y luego enseguida la confusión reflejada en su ceño fruncido.

—¿Intentas jugar conmigo? —Aunque me hubiera encantado responder positivamente a esa pregunta, la cercanía de su cuerpo comenzaba a intimidarme, ¿y como no sentirme de esa manera? El sujeto superaba el metro con noventa de altura, yo apenas media ciento setenta y cinco centímetros, lo que se consideraba algo normal para un omega, sin embargo, los casi veinte centímetros de diferencia, le hacía lucir aterrador y ni mencionar la clara diferencia que había en el físico.

Me limité a negar con la cabeza, a la vez que sugerí gentilmente que se apartara de mí, empujando su pecho con sutileza. Lo que fue un intento en vano, ya que él ni siquiera inmutó. 

—¿Puedes decirme en que te puedo ayudar? —Ante la pregunta, él simplemente soltó una pequeña risa mientras meneaba la cabeza, yo por mi parte intentaba con todas mis fuerzas mantener la calma y no dejar que el nerviosismo que sentía se saliera de control.

—Debo admitir que me siento un poco decepcionado, esperaba que mi presencia provocara algo más de impacto en ti. —De algún modo, sus palabras me hicieron sentir levemente más aliviado, me daba a entender que no había podido detectar el efecto que su imponente presencia estaba causando en mi.

—Lo siento por eso pero, ¿qué tal si vamos directo al grano? Dime, ¿qué es lo que quieres de mi?

—Me temo que mi respuesta pueda parecerte un tanto egoísta e inmadura. —Me tenté a responder con sarcasmo pero me abstuve de hacerlo al sentir su mirada sobre mí, se sentía diferente a la última vez, como si toda esa intensidad y crueldad se hubiesen esfumado y solo haya quedado la mirada de un niño inocente. Honestamente, era perturbador—.  Quiero que vengas conmigo.

De todas las cosas que me había imaginado, ninguna de ellas eran tan descabellada como la idea de ir con ese tipo.

—¿Por qué debería? 

—Verás, cuando viste aquello, yo pensé que no me causarías ningún tipo de inconveniente y estaba dispuesto a dejarlo pasar. Sólo que encontré esto.  —Su mano derecha hurgó en el bolsillo de su saco y segundos después, extrajo un aparato celular, el cual curiosamente se trataba del mío—. ¿En que siglo olvidado por Dios es aún utilizado tan obsoleto objeto?

El comentario no pudo importarme menos  pero podría ser absurdamente ofensivo para otras personas, ¿acaso carece de sentido común? O tal vez se trata de esas personas a las que no les importa herir a los demás con comentarios innecesarios e ofensivos.

—Perdona la humildad, pero no todos contamos con la suerte de poder adquirir tan modernos objetos. —En respuesta a mi comentario, el sujeto movió el dedo índice, negando.

—Es lo que yo pensé al principio pero mi curiosidad me orilló a fisgonear en este maravilloso aparato y, ¿qué crees? Descubrí que sólo hablas con dos personas, un tal “Tonny” quien creo es tu jefe, Thomas Koothrappali y con un numero desconocido. Con este último hablas con más frecuencia, me tomé el atrevimiento de leer las conversaciones y llegué a la conclusión de que son personas realmente frías, se dicen estrictamente lo necesario. —No me gustaba el rumbo que estaba tomando esa conversación, presentía que el algún punto iba a llegar a un asunto que yo no querría mencionar.

—¿Y cual es tu punto? Solo hablo con dos personas, ¿eso me vuelve un antisocial o algo así? Demándame por ello —interrumpí, con la intención de evitar que llegase a un punto incómodo.

—Ya mencioné que soy un tipo curioso y algo me decía que esos mensajes tenían algo oculto, así que contraté a alguien para que investigara al dueño del teléfono, resulta que descubrí cosas bastantes interesantes —pasé saliva con dificultad al oír sus palabras y mi corazón comenzó a golpear con desespero, provocando que mi nerviosismo aumentase a niveles inimaginables—. Mencionaste antes que no tenías dinero, ¿cierto? Bueno, me temo que mientes, ganas mucho dinero en apuestas ilegales.

No me inquietaba que descubriera lo de las apuestas, de hecho, de cierto modo me tranquilizaba que sólo se tratara de eso.

—¿Y piensas que con eso me tienes agarrado de los cojones? Aunque sean apuestas ilegales, no es un delito tan grave como lo es un asesinato.  —Si se trataba de asuntos ilegales, él tenía mucho más que perder que yo.

—Respondiendo a tu pregunta: sí. Justo en este momento te tengo en la palma de mis manos y no es por lo de las apuestas. Recuerdo que al inicio de nuestra conversación, mencionaste que me tardé en encontrarte y quisiera aclarar ese punto. Dar contigo me tomó tan sólo un par de horas, lo que me llevó una semana encontrar, fue eso que guardas con tanto afán.

Mi mundo pareció derrumbarse en ese instante, el miedo llegó con la fuerza de un huracán, derribando toda confianza y dando paso al desastroso desespero, mi única debilidad estaba expuesta y él parecía querer exprimirla hasta la última gota. No supe qué expresión habré puesto pero puedo jurar que le causó una fuerte sensación de satisfacción, estaba escrito en el intenso brillo de sus ojos y la imperceptible sonrisa que adornaba su bello y angelical rostro. Y ahí estaba de nuevo, la crueldad que había visto aquél día, apareció de nueva cuenta, dándole un aspecto terrorífico a su expresión. 

—¡No te atrevas siquiera…!  —Me fue imposible terminar de hablar, ya que su mano cubrió mis labios, impidiéndomelo.

—No estás en posición de amenazar, no sabiendo que tengo algo preciado para ti. Así que sé buen chico y camina.

No esperó por una respuesta, él parecía no necesitarla, sencillamente sujetó mi brazo con fuerza y me arrastró junto con él.  A tan sólo unos cuantos metros, se encontraba estacionado un lujoso automóvil, que no parecía combinar con la decadencia del lugar. El chico con rostro bonito y mirada fría, no era más que un patán de primera, no dudó en arrojarme al asiento del copiloto para después poner en marcha el vehículo. Me abstuve de preguntar donde me estaba llevando, me preocupaba más el hecho de haya  descubierto mi secreto, uno que había guardado bajo siete llaves, asegurándome de que nunca nadie lo encontrase. Y todo se vino abajo a causa de ese tipo, aún no sabía su nombre y ya comenzaba a odiarlo.

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I promise to destroy youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora