Capítulo 4

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- ¿Qué haces aquí  Taia? - me pregunta el pelirrojo sorprendido.

¿Y ahora qué se supone que voy responder? ¡Que vine al loquero! ¡No! ¡Él no puede saber eso!

- Vine a recoger unos medicamentos - miro desesperadamente a mi alrededor en busca de algo que ayude a sustentar mi mentira - el doctor me había recetado un... u... - y milagrosamente veo un cartel con el nombre de un medicamento - me recetó Lactopurga, ya sabes, para la intolerancia a la lactosa...

El pelirrojo me mira fijamente por encima de los archivos que sostiene en ambos brazos unos cuantos segundos, como si estuviera procesando lo que le acabo de decir y luego suelta una carcajada.

- ¿Lactopurga? - dice entre risas - Sabes que eso es un laxante ¿Verdad?

No... Puede... Ser... ¡TRAGAME TIERRA!

En ese momento se me cae la cara de vergüenza ¡No pude haber dicho cualquier otro medicamento! ¡Aspirinas, Ibuprofeno, Paracetamol! ¡Cualquiera! ¡Pero no... justo digo el nombre de un laxante!

- Tranquila... - me dice en un tono de voz muy bajo, casi un susurro - Será nuestro secreto... nadie se enterará que tienes problemas intestinales... - termina la frase, me guiña un ojo y vuelve a soltar una carcajada.

- ¡No! - grito cubriéndome la cara.

- Tranquila Taia... es algo normal... no tienes por qué avergonzarte - dice el pelirrojo entre risas.

Observo que sus ojos están cargados de lagrimas por tanto reír. 

- Que te rías no ayuda a que no sienta vergüenza - digo frunciendo el ceño.

- Perdón... no volveré a reír... pongámonos serios - Dice intentando cambiar el tono de voz, la cual está un poco ronca a causa de la risa - Señorita Taia, la última vez que nos vimos no pude conseguir su número telefónico... ¿Será que en esta ocasión podría hacerme el gran honor de dármelo?

- No me digas señorita - digo haciendo un puchero - Y si... si te lo puedo dar...

- Perfecto SEÑORITA - vuelve a decir el pelirrojo haciendo énfasis en la ultima palabra - pero... hay un pequeño inconveniente, mi teléfono celular se encuentra justo en mis posaderas... y mis manos se encuentran ocupadas como para sacarlo de allí...

- ¿Qué? - Digo sin entender a lo que se refiere. ¿Qué son posaderas?

- Mi teléfono se encuentra en el bolsillo trasero de mi pantalón señorita - me explica - necesito que usted lo saque de allí y escriba su número... por favor... yo lo haría, pero mis manos se encuentran ocupadas - dice señalando con la mirada todos los archivos que sostiene.

- ¿Lo saco del bolsillo? - pregunto dudosa.

- Si, por favor - dice él sonriendo de manera burlesca.

Me acerco a él, y con la mano temblorosa, tomo el teléfono que se encontraba en el bolsillo trasero de su pantalón blanco.

- No tiene contraseña - menciona el pelirrojo - puedes desbloquearlo y guardar tu número en los contactos...

- Ok... - digo tratando de controlar el temblor de mis manos - Ya está... - digo después de terminar de registrar mi número.

- Podrías guardar el teléfono del mismo lugar del que lo tomaste... - me dice mostrando una pícara sonrisa al terminar de hablar. 

- Si - digo fulminándolo con la mirada... al parecer esto se le hace muy divertido.

Guardo el teléfono en su bolsillo trasero y me alejo del pelirrojo rápidamente. 

- Muchas gracias señorita Taia - vuelve a decir con su tono serio - Ahora, si me disculpa, debo retirarme... Ya no siento mis brazos de cargar tanto peso...

- Si... sí, claro, ve... - digo nerviosa y algo triste al pensar que él se tiene que ir. 

- Adiós señorita... le escribiré - dice sonriendo y comienza a alejarse.

- Adiós joven - digo sonriendo.

¿Pero de dónde sacaron a este muchacho? ¡Es muy lindo! Sobre todo, cuando empieza a hablar con su tono serio de caballero, parece sacado de una película o un libro antiguo...

Empiezo a caminar hacia la puerta del consultorio del loquero y veo que mi mamá se encontraba allí parada con una cara de pocos amigos.

- ¿Dónde te metiste? - dice en un susurro lleno de enojo, tratando de mantener la calma para no hacer un escándalo.

- So... solo fui a tomar un poco de agua mamá... me fue muy difícil encontrar un bebedero...

- ¡Taia! ¡Hay uno justo a tus espaldas! - Dice señalando un bebedero que se encontraba a pocos metros.

- No lo vi mamá... perdón... pero no es para tanto, ni que hubiera tardado una eternidad...

Ella me fulmina con la mirada y empieza a caminar en dirección a la salida del hospital.

El camino a casa fue silencioso y tenso. Ninguna de las dos dijo ni una sola palabra en todo el recorrido.

Al llegar,  fui corriendo hacia mi habitación, no quería estar cerca de mi madre, ya que sé que en cualquier momento explotaría y comenzaría a quejarse del porqué la hice pagar una cita con el psicólogo para no hablar con él... si supiera que el dinero que gasto fue una inversión, ya que gracias a esa cita si pude ver al pelirrojo y ahora si tiene mi número.

Me recuesto en mi cama con una sonrisita en los labios y me dispongo a descansar un poco...


<< - ¿Estás seguro que no me voy a caer? - digo aferrándome a la rama del árbol.

- ¡Si Taia! No te va a pasar nada - dice un pequeño Thomas de 8 años de edad - Solo escala esa rama y saca la cometa que tiraste.

- ¿Y por qué no lo haces tú? - digo mientras intento sujetar una rama qué se encontraba sobre mi cabeza.

- ¡Porque que no me gustan las alturas! – dice él haciendo un puchero.

-Está bien...

Cada vez me encuentro más cerca de mi cometa, solo faltan unos cuantos centímetros más...

- Ya, casi... - digo, pero antes de terminar la frase, la rama que sostenía mi pie se rompe, haciendo que mi pequeño cuerpo caiga entre las demás ramas del árbol y me golpee la cabeza con una de ellas.

Al caer al suelo no siento mi cuerpo, no puedo moverme, solo puedo llorar y llamar a mi mamá.

Ella llega corriendo junto con papá...

- ¡Hija! ¡¿Qué pasó?! - grita mamá desesperada mientras me levanta del piso.

- ¡Todo fue culpa de Thomas! ¡Él me dijo que no me pasaría nada! - digo entre sollozos abrazando a mi mamá y buscando a Thomas con la mirada... pero Thomas ya no estaba allí.>>


Me despierto abruptamente, mi respiración está muy agitada, siento como mis pulmones se expanden y contraen rápidamente, y hasta puedo escuchar los latidos de mi corazón que está muy acelerado. 

¿Por qué? ¿Por qué después de tanto tiempo esos recuerdos vienen a mi mente? ¿Por qué recuerdos de Thomas?

Me incorporo de la cama para intentar calmarme...

- ¿Por qué tienes que aparecer en mis sueños Thomas? - digo en un suspiro mientras me froto los ojos.

- Porque te extraño Taia... - dice un susurro muy dulce cerca de mi oído, con una voz que conocía a la perfección.

Leave me AloneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora