Una noche más a tu lado.
Tu piel siempre ardiendo junto a la mía.
Nuestros labios compartiendo el mismo aliento.
Amor mío, déjame vestirte de estrellas,
deja que mis palabras te envuelvan hasta
que la madrugada se abstenga de terminar.
✧˖° °˖✧
Una noche. Cielo de estrellas asiduas. La fórmula perfecta para dos copas de vino compartidas, la brisa de mayo en sus pieles.
Mingyu recargado hacia adelante sobre la orilla del balcón, Minghao a su lado, su espalda contra el borde, codos sobre el alfeizar. Charlando con parsimonia, como si la madrugada estuviera hecha para momentos así. Y tal vez esa fuera la verdad, pues más abajo, la ciudad estaba tranquila, y ellos la escuchaban a lo lejos.
Hubo un momento de silencio, de apreciación. Mingyu giró su cabeza para observar a Minghao a su lado. El cabello castaño con el peinado partido, algunas hebras color miel cayendo en el contorno de su rostro ovalado. Todo en él, más hermoso que el cielo sobre sus cabezas o las muchas obras de arte que ya había observado (y que nunca se comparaban al hombre frente a él).
Sus miradas se encontraron cuando Minghao se dio cuenta de que Mingyu se le había quedado viendo, con esa sonrisa tan suya que bien conocía.
Alzó las cejas y tildó su cabeza hasta que su mejilla reposó en su propio hombro, también sonrió y aquellas marcas se hicieron notar en las comisuras de sus labios. Fue una cuestión tácita.
Mingyu estiró la mano y retiró un mechón rebelde de su frente, apartándolo de esos ojos castaños tan maravillosos que no lo perdían de vista.
Se conocían tan bien que no necesitaban palabras, a veces sus pupilas hablaban por ellos. Mingyu se empujó hacia atrás y caminó dos pasos a la izquierda, quedando frente a Minghao. Su conversación se vio perdida en ese lapso de silencio. No había que retomarla, no tenían prisa.
El hombre más alto colocó sus manos a cada lado del cuerpo de Minghao, sujetándose del borde del balcón, pero ahora, con su amante en medio. Entre sus brazos, donde pertenecía.
Así podía inclinarse un poco, verlo más de cerca. Podía verlo una eternidad. Minghao lanzó una pequeña risita. Los ojos oscuros sobre él eran su mayor adoración; los ojos de Mingyu que tanto buscaba, fuera donde fuera, en donde estuviera.
—Hao... —pronunció su nombre en un susurro.
—Gyu. —Minghao lo miró a través de sus pestañas. Sintió al mayor inclinarse un poco más, compartieron el mismo aliento de lo cerca que ahora estaban.
El moreno pareció esperar. Minghao sintió que los cabellos de sus cabezas se confundieron, que si Mingyu se acercaba un poco más, su nariz rozaría la suya y estaría un poco fría al contacto, pero que sería una sensación agradable aún así.
Estaba haciendo una pregunta, los labios partidos.
—No me tienes que pedir permiso, tonto —dijo en apenas sílabas llenas de aire, como un suspiro.
Ante eso, Mingyu se acercó con cautela. Primero fue el toque de sus labios comenzando su unión, algo delicado, lleno de cariño. Un beso inmaculado.
Pero no tardó en pedir más. Más profundo, más largo y necesitado. Necesidad de estar lo más juntos posible. A veces Mingyu y Minghao sólo se necesitaban el uno al otro de esa manera.
El más bajo llevó sus manos al pecho de Mingyu, enredando sus dedos en la tela de su camisa de lino de botones. Pudo sentir los latidos acelerados, el corazón errático. Cada beso y el corazón, respondiendo.
En algún momento, las manos de Mingyu se colocaron en la estrecha cintura de Minghao, quemando la piel por encima de la tela delgada. Se besaron hasta que los pulmones ardieron, hasta que no hubo más aliento que pudieran compartir. Unieron sus frentes, rehusando a separarse, hasta que Mingyu recorrió con la punta de su nariz la curva del cuello largo de Minghao, hasta llegar a su hombro y recargarse ahí. Las manos aún firmes en el menor, como si temiera que desapareciera.
¿Qué haría sin su alma gemela? ¿Sin el amor de su vida? ¿Sin su persona favorita? No quería ni pensar.
Minghao acarició las hebras oscuras de su pareja. Se quedaron en esa posición un rato. Llenándose los pulmones con el aire que habían ofrecido en rigor de su beso, sólo que este oxígeno estaba inundado de sus aromas únicos que amaban tanto del otro. Las rosas. Los nardos.
—Amor, acabo de ver pasar una estrella fugaz. —Minghao vio la estela efímera sobre el cielo nocturno, haciendo su recorrido rápido en el firmamento lóbrego.
—¿Mmmh? —El aliento cálido de Mingyu golpeó la sensible bien de su cuello y soltó algunas risitas más—. ¿Pediste un deseo?
—Siempre pido lo mismo, Mingyu.
—¿La paz mundial? —El moreno se enderezó para ver el rostro de su pareja con atención. Minghao rodó los ojos y negó con una sonrisa.
—Un deseo más plausible, Gyu.
Mingyu sonrió, mostrando sus colmillos en respuesta.
—Oh, no me digas que... ¿Está relacionado conmigo?
—Con nosotros —corrigió Minghao, acomodando distraídamente el cuello de la camisa del moreno, eliminando arrugas inexistentes.
—Que cursi eres... Así me gustas más —Mingyu cerró la breve distancia entre ellos, en un abrazo gentil, aún con las manos ceñidas en la cintura del delgado hombre—. ¿Bailamos?
Minghao apoyó su barbilla en el hombro contrario y envolvió sus manos detrás del cuello de Mingyu.
—¿Y la música?
—No la necesitamos, miel.
Minghao cerró los ojos y sintió que el moreno retrocedió poco a poco, moviendo ambos cuerpos en un vaivén rítmico y suave, lento y paciente, en su balcón.
—Un poco de música no vendría mal... —murmuró el menor.
Mingyu terminó concediendo la razón y sin separarse de su amante, buscó en el bolsillo trasero de su pantalón el celular de Minghao.
—Oh, quieto ahí, vaquero. —Iba a separarse, pero Mingyu lo sostuvo contra su pecho.
—Sólo buscaba tu celular, tonto.
—El tonto siempre has sido tú, Gyu.
Este último rodó los ojos y buscó la playlist adecuada. Minghao tenía una preparada para momentos así. Eran un par de románticos empedernidos, definitivamente. La seleccionó y dejó que las canciones corrieran. Devolvió el celular al bolsillo trasero de Minghao y volvió a tomar su cintura, su lugar favorito. Sus pies dando pasos sincronizados, un vals bajo la luna menguante.
Era un reducido lugar para bailar, así que dieron vueltas parsimonias en el espacio que tenían. El calor mutuo, las respiraciones apaciguadas. Mingyu dejó un beso en la coronilla de Minghao y después susurró.
—Te amo, Hao, nunca lo olvides.
El mencionado sonrió, tenía sus ojos cerrados y estaba concentrado en los latidos estentóreos de su persona especial.
—¿Cómo podría? Yo también te amo, Gyu, siempre lo haré.
La cercanía, ese abrazo que significaba todo para ellos, esos momentos. Completaban el rompecabezas. El pecho a punto de explotar. El corazón siempre anhelando por más.
Ellos dos, juntos, no necesitaban al mundo, pues el universo estaba entre ellos. Por tanto amor que se tenían. Por tanta devoción enterrada en sus pechos.
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Adorote Devote (GyuHao)
Fanfiction❝ te adoro con devoción ❞ simplemente pertenecen juntos. mingyu y minghao. **Favor de no comentar acerca de otras ships que no sean las que se traten en la historia, gracias.