𝓘𝓷 𝓽𝓮 𝓼𝓹𝓮𝓶 𝓱𝓪𝓫𝓮𝓻𝓮, 𝓽𝓮 𝓭𝓲𝓵𝓲𝓰𝓮𝓻𝓮

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Alma gemela, dos palabras

que te quedan mejor que tu nombre y apellido.

Si uso mi mano para definirte,

esos ojos tan tuyos, ah, esos tus ojos,

quiero que me digan que soy todo para ti.


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La emoción que ebulle desde adentro con el sólo pensamiento y recuerdo, la imagen grabada a fuego detrás de los párpados, el nombre que todo significa y que nada lo puede opacar. Ni el mar puede ahogar ese sentimiento, ni el viento salino lo puede sofocar.

Minghao se subió al borde y a Mingyu casi le da un infarto, estiró su mano y su pareja lo aceptó, aún sin bajar de la orilla de la azotea. Tenían al viejo mar como el mejor paisaje, la tarde decadente y su luz oxidada en oriente. El sabor del viento a sal.

La música de fondo, Minghao alzó su mano libre, tocando a la luna menguante que hacía su aparición aún con el sol en su despedida. Ella les sonreía.

Dio un paso seguro hacia adelante, uno a uno, pies descalzos. Mingyu lo sujetaba desde el suelo de la terraza, su otra mano sostenía una cerveza.

—Estás loco, Xu Minghao.

El mencionado, como dando un argumento a favor de la aseveración de su pareja, comenzó a mover su cuerpo en un vaivén similar al del océano, en un baile sobre la orilla, pero no caería. No con Mingyu aún sosteniendo su mano.

El sudor sobre sus bronceadas pieles, el largo cuello al descubierto tras la camisa blanca de tela delgada. Mingyu dio un apretón a su agarre y Minghao sonrió, alzando su mano de nuevo, la brisa parecía tener la fuerza suficiente para tirar su cuerpo delicado en cualquier momento.

La suave música cambió, Minghao cada vez parecía más una sombra frente al cielo que adquirió el tono violáceo típico de la temprana noche.

—Sigo creyendo que estás loco.

Mingyu dio un trago a su cerveza y siguió cuidando de que su pareja no cayera. Las olas se escucharon a lo lejos también.

—Loco por ti, tal vez —respondió, con un pie más hacia el borde.

Mingyu tuvo suficiente y tomó a Minghao de la cintura para alejarlo de la orilla. Este soltó un grito suave de sorpresa ante el movimiento y envolvió sus piernas en el torso del hombre más alto por instinto para no caerse. Pero de nuevo, Mingyu nunca lo dejaría caer.

—Hao, tomaste mucho.

—Claro que no. —Hizo un puchero, tomando en sus dos manos el rostro de su amante, dejando un beso en el lunar de la mejilla de Mingyu.

Este último sonrió mostrando sus colmillos.

—Claro que sí, amor. Bailaste en la orilla de la terraza como si nada.

—¡Pero me gusta bailar! —Se quejó.

—¿Ah sí? —Mingyu sonrió de nuevo y luego dio una vuelta, aún cargando a Minghao. Este rió y dejó caer el cuello hacia atrás, pues el moreno siguió girando y girando. En algún momento el cielo dio paso a sus estrellas y la luz se volvió más tenue.

Cuando Mingyu se detuvo, Minghao unió sus frentes. La camisa del más delgado había caído de su hombro, mostrando su clavícula. Oh, llave de la noche.

—Vamos adentro, Gyu...

—Como ordenes, Hao.

Y sólo porque su torpeza desaparecía en esos momentos, Mingyu logró llevar a ambos hacia la habitación del hotel sin tropezar ni una sola vez y entre besos que se ofenderían de ser interrumpidos.

Adorote Devote (GyuHao)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora