EXTRA PARTE I

3K 320 509
                                    

La suave sinfonía del silencio se colaba por sus oídos como una armonía majestuosa que deseaba ser escuchada. La noche había llegado dejando apreciar sus suaves colores adornando el cielo de forma sutil, su respiración era calmada mientras se deleitaba con el peso de su omega sobre su pecho, los alargados y finos dedos del castaño estaban rodeando su cintura de manera tan delicada y suave, que apenas y sentía el tacto sobre su piel.

La habitación estaba envuelta en serenidad, con la mezcla de sus olores vagando por el aire. Harry movió su rostro un poco, solo para poder observar mejor al chico que dormía plácidamente sobre su pecho: sus largas pestañas acariciaban su rostro, su revuelto cabello caía sobre su frente y cubría parte de sus ojos, sus finos labios estaban entreabiertos, dejando salir aquellos soniditos que amaba con locura.

Se sentía maravillado con todo lo que su omega representaba a sus ojos. Louis lo había cautivado desde el primer día: con su actitud cretina y sarcasmo habitual con el que se caracterizaba en aquel entonces.

Estaba tan enamorado. Perdido y navegando en el mar enigmático que se reflejaba en sus ojos.

Aun cuando las primaveras habían pasado volando cual viento gélido en las madrugadas, estaba seguro de que no había cosa más perfecta que pasar su vida junto a la persona que amaba. Porque Louis le había entregado su ser completo, y él, como el enamorado sin remedio que era, apreciaba la delicadeza que lo formaba como persona, pero sobre todo amaba que hubiera sido él con quien había formado una familia.

Juntos habían creado un hogar.

Los pensamientos de Harry se vieron interrumpidos cuando un pequeño lloriqueo se escuchó, sus ojos rápidamente se movieron hasta la cuna donde descansaba su cachorro, observó como el bultito se movía de un lado a otro y alzaba sus manitos al aire pidiendo por alguien. Una sonrisa se esparció por su rostro y con cuidado quitó los brazos de su omega de su torso, dejando escapar una risita al escuchar el quejido que salió de los labios de Louis al no tener su calor.

—Es el cachorro. Iré yo, tú descansa—le susurró al oído, dejando un beso en su sien al escuchar su sonidito de confirmación.

Caminó hacia la cuna con pasos lentos, podía observar como la luz tenue de la luna se colaba por las finas cortinas beige hasta llegar a los pies de su pequeño, había cierta paz en aquel destello, cierta belleza que sin duda alguna lo maravillaba. Tomó a su cachorro en brazos una vez llegó a la cuna y empezó a mecerlo de un lado a otro para calmar sus sollozos, limpió las lágrimas que caían por sus regordetas mejillas sonrojadas, mientras lo atraía a su pecho y lo cubría con las suaves mantas.

Harry abrió la puerta de su balcón y comenzó a tararear una canción a la vez que miraba fijamente las estrellas. El cielo estaba despejado, permitiéndole ser espectador de la belleza nocturna, observaba con paciencia todo el amplio y oscuro manto. Sus labios aún seguían emitiendo ese leve tarareo que estaba logrando que su cachorro volviera a cerrar sus ojitos, acarició con delicadeza la espaldita de su bebé dejando que su aroma se esparciera en el aire.

Con delicadeza descubrió el rostro de su hijo y con paciencia contempló el rostro de su cachorro, le fascinaba cada uno de los puntos que decoraban sus mejillas, la gracia y delicadeza con la que sus largos rizos caían por su frente, admiraban los detalles más pequeños, como los tres lunares en sus pómulos, la sonrisa de hoyuelos que siempre le ofrecía o simplemente aquellos redondos ojos verdes que lo observaban con curiosidad.

Aiden le recordaba a sí mismo cuando era pequeño, era su copia exacta como solía decir su omega.

—Te amo —le susurró a la pequeña bolita de masa en sus brazos—. No sabes cuánto te amo mi pequeña lucecita.

Chispitas y galletas (L.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora