Desde uno de los balcones más altos del castillo, Heimna veía llegar más y más nobles que se reunirían en el gran salón de su hogar para la celebrar otros diez años de paz, ella podía verlos con la claridad que una fae común poseía, pero ellos no podía verla, la oscuridad de la noche la envolvía, tampoco nadie se interesaría en alzar su cabeza parar mirar que había más allá, la mayoría de esos visitantes ya habían estado en el castillo con anterioridad para conocer las partes permitidas, y el atractivo en ese momento era el Gran salón. Allí estaban reunidos cuatro de los cinco príncipes del Reino, siempre causando revuelo por lo que su titulo representaba, ninguno de ellos tenía una amante pública, así que eran objetivo de todas las miradas de la nobleza femenina, listas a la espera de una oportunidad.
Pero si eso no era suficiente, ese día era aún más especial, si bien se celebraban reuniones a menudo, ninguna contaba con la visita de una familia real extranjera. El reino de los Unesliee era reservado, y su privacidad era absoluta, la visita que recibirían esa noche venía del Norte, un reino imposible de visitar porque sus fronteras estaban custodiadas por guardias y protecciones mágicas para ambos sentidos, nunca nadie de ellos visitaban su reino, y nadie de su gente había pisado la tierra de los Unsuliee, tampoco es que lo intentaran, estaba prohibido. Al Oeste estaba un extenso territorio humano, y sus fronteras estaban divididas por un gran muro que se perdía a la vista surcando los cielos, los Unesliee no tenían contacto con los reyes humanos, sus vidas eran cortas y sus promesas esporádicas, además de que en sus venas no fluía la magia y eso los hacía curiosos, avariciosos y peligrosos. Finalmente quedaba el Este, donde el mar negro los rodeaba, no había nada más que mar y criaturas peligrosas, no habían muchas personas que regresaran después de navegar, y las que regresaban no llegaban muy cuerdas. Por eso esa noche era tan intrigante, vendrían un grupo de extranjeros, una familia real.
Antes de levantarse de la barandilla del balcón, Heimna dio un último repaso a los guardias apostados en los sitios estratégicos del castillo, en la puerta abierta de los muros habían al menos veinte, haciendo filas para crear un pasillo a los nobles que llegaban, más allá dispersos en grupo de cuatros se apostaban al menos unos ocho grupos más, y en la entrada del castillo había una segunda tanda de guardias, además de los que Heimna sabía que aun sin verlos, estarían en los muros que rodeaban al castillo.
Dentro la esperaban dos humanas que ya conocía, no hablaban mucho, al menos no con ella, esperaron pacientemente a que ella tomara asiento frente al espejo.
- ¿Que desea que le haga señora? -preguntó la más joven, ella siempre se encargaba de sus peinados y retoques en su rostro, mientras que la mayor, diseñaba para ella vestidos y trajes especiales.
Ellas habían sido un regalo de su padre a ella.
-Quiero el rostro despejado, pero deja mi flequillo suelto, lo demás lo dejo en tus manos.
La joven procedió a peinarla mientras Heimna desviaba su mente a los recuerdos de la discusión que había mantenido con su padre esa mañana. Ella conocía cada rincón del castillo, cada salón, cada cuarto, y por supuesto, cada pasadizo secreto, ese mañana, había estado espiando junto con sus dos amigos la reunión del consejo, y se habían llevado una gran sorpresa cuando anunció que había llegado el momento de elegir a su heredero.
Eso significaba que el titulo no pasaría a su hermano Artai después de su muerte, y aunque eso fuera un alivio porque este era mas torpe que un perro con venda, eso significaría que el heredero sería elegido por las antiguas pruebas, era común hacía milenios atrás, pero nadie esperaría que el Rey cediera la corona de esta forma, puesto que él y su abuelo habían llegado a gobernar por herencia de primogénito. Y esta noticia era mala, para todos sus hermanos, pero en específico para su hermano menor.
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EL HEREDERO BASTARDO
FantasyPrimera parte de la trilogía, Los elegidos de los dioses. Cuando el Rey decide que la quien herederá su trono no será su primogénito sino quien gane el derecho, pasando las tres pruebas de las antiguas leyes, Heimna decide partipar, es una guerrera...