CAPÍTULO I. EL BOSQUE

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¿Alguna vez deseasteis desaparecer? No me refiero a la muerte, no, me refiero a desaparecer de este mundo tan aburrido, podrido, lleno de odio y problemas e ir a otro donde todo sea paz, lleno de criaturas increíbles y mágicas.

Pues eso era lo que deseaba Zack

Zack no era más que un chico de instituto, de unos 17 años de edad, casi 18; con 1'58, no era muy alto, su cabello, de dos colores (cosa que su madre detestaba, y a él le encantaba porque a demás de ser llamativo, era una forma de hacer de rabiar a esa bruja) vestía casi siempre ropa ancha,  para ocultar que no tenía un cuerpo precisamente Atlético, pero tampoco era un palillo; y sabía combinar la ropa. Punto a favor para Zack

En cuanto la resto de su vida...no se le daban bien las materias a decir verdad, ni se le daba bien hacer amigos, se la pasaba encerrado en aquellos libros de fantasía, donde podía ser el protagonista, hacer algo importante, aunque fuera solo en su imaginación.

no se le daban bien las materias a decir verdad, ni se le daba bien hacer amigos, se la pasaba encerrado en aquellos libros de fantasía, donde podía ser el protagonista, hacer algo importante, aunque fuera solo en su imaginación

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Algo interrumpió su lectura, su hermana pequeña entro en su habitación y le sonrió; aquella sonrisa era la única cosa que Zack amaba en este mundo, tan llena de pureza, de sinceridad.

Mama dice que bajes—Pronto la dulce cara de su hermana creó una mueca de preocupación—No parecía muy contenta.

Un suspiro se escapó de entre los labios del joven, como intentando prepararse mentalmente para lo que vendría. Dejo a un lado aquel libro y salió de la habitación, seguido de Aya, pero ésta se quedó al final sentada en las escaleras.

Entro en la cocina, encontrándose con su madre apoyada en la encimera, con una expresión y postura hostil.

Me ha vuelto a llamar tú tutor—aquel tono de voz, no lo soportaba, hacia que los cabellos se le erizaran y la sangre se helara en sus venas— que haré contigo...¿sabes cuántas veces me ha llamado durante esta semana?

"si, lo sé"— habló mentalmente, no sentía fuerzas para vocalizar aquellas simples palabras.

—¡Cinco veces, Zack, cinco! ¡¿Tu sabes la vergüenza que me da que me tengan que llamar cada día porque estas embobado en la clase?!— La voz de su madre iba en aumento, notaba en sus oídos un pitido constante, como le pasaba cada vez que le levantaban la voz.

No conseguía vocalizar, solo la miraba, en silencio, mientras aquella mujer perdía cada vez más los nervios.

¿¡Que no te das cuenta que a este paso serás un inútil toda tu vida?! Y no me vengas con la excusa de que te sientes desmotivado, porque tú lo que tienes es pereza, no otra cosa.—

suficiente...

—Yo no pienso mantener a un inútil, y por si fuera poco, ¿¡sabes lo que dice la gente del pueblo de ti?! Que eres maricón, ya lo que me faltaba por oír.—

Suficiente...

Eres igual que tu padre, igual de des-...¡¡Zack!!—No le dio tiempo a decir nada más, el chico salió corriendo hacia la puerta principal, alejándose lo más rápido que pudo de aquella casa.

SUFICIENTE

Sentía el nudo en su garganta, la presión en su pecho, el aire cortando su respiración, su corazón queriendo salir de su pecho y su mente repitiendo una y otra vez aquellas palabras.

¡ZACK!

¡ZACK!

¡ZACK, VUELVE AQUI!

¡Zack!

¡Za...

Podía seguir oyendo los gritos de su madre llamándole, pero eso no le frenó.


No sabía a donde ir, no tenía un plan, ni siquiera tenía pensado escaparse, se le había olvidado añadirlo a su agenda ese día.

Su vista fue hacia aquel amplio bosque, aquel bosque que parecía llamarle; se fue adentrando sin pararse a pensar en lo que hacía, cada vez más perdido, cada vez más confuso, lleno de rabia hacia aquella mujer; así paso el tiempo.

No sabía cuánto llevaba caminando, las ramas y hojas se mecían al son del viento que sonaba entre tronco y tronco; ahora solo se encontraba ante la tenue luz de la luna, la oscuridad había cubierto el cielo por completo, y el joven se encontraba perdido.

A lo lejos, entre aquellos árboles, podía divisar una luz, y sin pensarlo mucho, comenzó a avanzar, sin saber a dónde se dirigia.

Hacia frío, y unas gotas comenzaron a caer sobre sus hombros y su cabello. Cuanto más se acercaba hacia la luz, más parecia que ésta se alejaba, y los sonidos del bosque cada vez le ponían más nervioso.

Aquella luz lo guió hasta un claro en el bosque, y en mitad de este, una piedra, o más bien, un mineral brillaba con un extraño color morado; se arrodilló, y tomo aquel mineral con sumo cuidado, perdiéndose en aquel color tan hipnotizante.

Sus ojos comenzaron a pesar, sentia sus extremidades débiles. Luchó contra aquella sensación intentando mantener sus ojos abiertos, pero sentía que todo le daba vueltas; intentaba mantener sus extremidades en movimiento, hasta que dejó de sentirlas, no pudo levantarse a tiempo, y perdió el conocimiento.

De distintos mundos (LGBTI+)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora