PLANTHEAD_DANES (2021)

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Danes estaba trabajando en migrar progresivamente todos sus sentidos de la cabeza hacia el resto del cuerpo. Era un proceso lento, ya que aprendía sobre la marcha y no contaba con mucho tiempo: la robótica amateur debía compartirlo con sus dos empleos y las obligatorias horas de descanso, cada vez más necesarias ahora que la cabeza iba cayendo poco a poco en la obsolescencia. Pero no podía ni pensar en contratar a alguien que lo hiciera por ella, pues la prioridad en lo que a sus ahorros se refería era reemplazar la cabeza en un plazo medianamente razonable.

Lo primero en ser reubicado había sido el oído, motivado por la necesidad de poder permanecer alerta ante cualquier eventualidad durante sus siestas, en las que la cabeza era apagada y conectada a la terminal de recarga. Estaba considerando seriamente no volver a comprar una cabeza energéticamente independiente. Empezaba a dudar respecto a dónde estaba la "independencia" que el nombre indicaba. Por el momento, tenía que conformarse con las soluciones a medias que su imaginación y su voluntad autodidacta le proveían.

Cerró la puerta del apartamento a sus espaldas, cruzó con dos pasos el ancho de la única habitación que lo componía, larga y estrecha, y levantó las persianas que le develaron un sol anaranjado apenas comenzando a asomar sobre el horizonte sucio de edificios. Le habría encantado mantener el lugar a oscuras, pero sabía lo propensa que era a quedarse dormida en esas condiciones, y no podía arriesgarse a perder un trabajo por segunda vez en el año.

Se desató el eterno pañuelo negro que llevaba al cuello, descubriendo la unión cromada entre la cabeza y el cuerpo, y lo guardó en un bolsillo de su abrigo; luego colocó una mano sobre su garganta y la otra sobre la nuca. Desenroscó la cabeza con cuidado, manteniendo la vista en un punto fijo como había aprendido a hacer para no marearse, hasta que dió una vuelta completa; la alzó, sosteniéndola firmemente por la mandíbula con una mano, y usó la otra para palpar el espacio entre ambas piezas. Uno por uno fue tomando los cables que las unían y los desconectó con delicadeza. Entonces, sosteniendo la cabeza bajo el brazo, tanteó con su mano libre el espacio frente a ella hasta tocar la mesita de la cocina. Danes ya no veía, y la cabeza poco podía hacer encontrándose su cara entre los pliegues de su camiseta.

Una vez localizada la mesita palpó la computadora que estaba sobre ésta, encontrando a su lado la terminal de recarga, plana, fría y rectangular. Colocó la cabeza sobre ésta asegurándose de orientarla en la posición correcta -de cara a su dueña- y repitió la conexión de cables que conocía de memoria.

Sintiéndose más liviana y solo ligeramente menos cansada, se quitó el abrigo y la camiseta del uniforme (no hace falta decir lo sencillo que fue aquello para una persona sin cabeza), las botas de lluvia y los pantalones; arrojando todo en la dirección donde, si había adivinado bien, aterrizaría sobre una silla.

Sin embargo, no bien intentó dar un paso en busca de su pijama, se encontró pisando el montón blando de ropa del que acababa de deshacerse. De haber tenido boca en ese momento, habría chasqueado la lengua con frustración.

En cambio, Danes se volvió hacia la ubicación aproximada de la mesa en la que se encontraba su cabeza, y sus manos produjeron una breve pero vehemente sucesión de señas.

Pudiste haberme avisado que no le atiné ― reprocharon sus manos surcando el aire entre cabeza y cuerpo.

―Estoy cansada ―oyó protestar a su propia voz.

De haber tenido ojos, Danes los habría puesto en blanco.

Ya sé. Pero si te apago, quién sabe si te podré volver a encender. Te llevaré a revisar el sábado. Lo prometo.

Danes también era propensa a olvidar sus promesas, y ese no era el primer sábado que programaba como final definitivo a su sufrimiento.

La cabeza no dijo nada más. La chica recogió la ropa del suelo y la colocó sobre la silla de mala gana, luego extendió el brazo en dirección opuesta a ésta y encontró el suave recibimiento de la cama. El pijama estaba desordenado sobre el propio desorden de las sábanas, las perneras del pantalón formando una especie de nudo que tuvo que desenredar; pero finalmente estuvo lista para una buena siesta (algo para lo que siempre estaría bien dispuesta) antes de volver a salir para el turno de la mañana.

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