Narra Ana:
Desperté al lado de Andrés cuando los rayos del sol invadieron mi ventana. Tal y como me lo había prometido, se encontraba a mi lado. Le sonreí. -Buenos días, Quesito.- apunté. El mediocampista abrió los ojos con pesadez, mientras que se incorporaba en la cama. -Buenos días, hermosa.- dijo. Se levantó de la cama con una alegría singular. -¿Estás emocionado?- dije, a lo que el amor de mi vida sonrió y saltó emocionado, como un niño pequeño. -No sabes la alegría que me da el saber que vamos para casa.- dijo. Le sonreí de vuelta y me levanté de la cama con pesadez. -¿Ducha?- preguntó con ternura. Lo miré apenada. -No sé si estoy lista...- dije, sintiendo como se me cortaba la voz. Una lágrima, repentinamente, cayó por mis mejillas. -Aquí te espero, preciosa.- me dijo, sentándose en la cama y mirándome a los ojos. -Graciasss.- fue lo único que dije. Corrí al baño y comencé a desnudarme. Al verme al espejo, las marcas en mi cuerpo seguían ahí. Giré sobre mis talones y me encontré con los dientes de Sandro marcados en mi espalda aún. Las lágrimas continuaron saliendo, mientras sollozaba en silencio. Abrí las llaves del agua y dejé que cayera, llenando la bañera. Con cuidado, recorrí mi cuerpo con las manos, contando las marcas que tenía en la piel, que no eran más que un horrible recuerdo de la fatídica noche en que dos monstruos habían abusado de mi.
-Ana... ¿Todo en orden?- preguntó Andrés desde fuera del cuarto de baño, rompiendo mis pensamientos e interrumpiendo mi llanto. -Si... estoy bien, amor.- dije, sumergiéndome en el agua. -Si necesitas algo, no dudes en llamarme.- puntualizó. El agua y el jabón aliviaron mis problemas por un segundo, pero no impidieron que los recuerdos de esa noche regresaran a mi mente. Observé por un minuto mis piernas y vi que podría cubrir los moretones usando vaqueros o bermudas. Mi espalda, los pechos y el abdomen estarían cubiertos por ropa. Sólo faltaban mis brazos y muñecas. Con ayuda de un poco de crema humectante, masaje mis muñecas y mis brazos. No podía parar de llorar. Minutos después, salí de la ducha y me tapé con mi bata de baño y una toalla. Abrí la puerta con pesadez y encontré a Andrés jugando en su celular. -Listo... puedes bañarte.- le dije, girándome sobre los talones para evitar que me viera. -Gracias, mi niña.- dijo, acercándose y dándome un casto beso en la mejilla. Cerró la puerta del cuarto de baño y me dejó sola en la habitación. Mientras intentaba guardar mis lágrimas y mi dolor, me vestí con unos vaqueros azules, una camiseta de manga larga y mis Vans. Comencé a cepillar mi cabello cuando alcancé a escuchar que Andrés maldecía por lo bajo. -Maldita sea.- escuché. Rápidamente, me levanté de mi cama y entré al baño, en donde Andrés estaba rasurándose la poca barba que le quedaba en el rostro. -Me corté, no puedo hacerlo con la mano izquierda.- dijo, mientras terminaba de vendarse la mano derecha. -Yo te puedo ayudar, si quieres.- dije rápidamente. Andrés me sonrió -Nada me haría más feliz.- finalizó, sentándose en el WC y tendiéndome el rastrillo.
Narra Andrés:
Ana se acercó a mi. Sus ojitos estaban rojos. -¿Lloraste?- le pregunté, preocupado. -No puedo sacar esas imágenes de mi cabeza.- confesó, mientras que nuevamente las lágrimas corrían por sus mejillas. -Amor, si no te sientes bien, no tenemos que ir a Fuentealbilla.- le aseguré, sintiendo como mi corazón peleaba por querer estar en ambos lados al mismo tiempo. -Sí quiero ir. Sé que te hace mucha ilusión ir y que te acompañe. Salir me hará bien... Me ayudará a olvidar.- me dijo, sonriéndome con tristeza. Le sonreí con la mayor alegría que pude. -Vale... En ese caso, ayúdame, porque parezco vagabundo.- le dije, señalando mi barba. Ana sonrió y ví como sus mejillas se coloraban, como hacía días no lo veía. -Entonces, quédate quieto.- me dijo y comenzó a recorrer mi mejilla y mi barbilla con la navaja. Ver sus ojitos de concentración me hacía sonreír. Minutos después, la tarea estaba completa. -Gracias, mi amor.- le dije, acercándome con delicadeza a ella. -Gracias a ti por confiar en mí. Jamás había rasurado a nadie.- dijo, bromeando. Acerqué mi mano a su mejilla y dejé una caricia. Para mi buena fortuna, la aceptó sin dolor alguno. Sonreí y le dije -Vamos afuera, tengo que vestirme para ir a desayunar.- Mi niña especial me dio un beso en la mejilla y me llevó de la mano al cuarto, en donde me dejó vestirme mientras que, con sus ojitos, recorría mi físico.

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Sueño en Barcelona: Volumen 2
Novela Juvenil*La siguiente historia está ambientada en 2014, con una línea del tiempo alterna. Se presentan algunos personajes ficticios y otros reales, sin embargo, los hechos aquí mostrados son en su mayoría ficticios o alterados.* ¡Hola! Somos Ana y Andrés, ¿...